Los caminos del ingeniero
Al ver en estas p¨¢ginas las fotos y la informaci¨®n de la Semana de la Ingenier¨ªa de Caminos (del 7 al 13 de marzo) he ca¨ªdo en la cuenta de una de las contradicciones de mi vida. Soy de letras, y no me refiero aqu¨ª a mi condici¨®n de escritor. Fui de letras cuando uno, en tiempos did¨¢cticos m¨¢s dr¨¢sticos, ten¨ªa que decidirse por seguir el Bachillerato superior estudiando letras o ciencias; la decisi¨®n era grave y, para muchos alumnos, dif¨ªcil de tomar a una edad tan incierta, ya que de tal elecci¨®n depend¨ªa no todo el futuro de ese tierno ser humano, pero s¨ª una determinada marca ontol¨®gica en el resto de su vida. Eras de letras y no de ciencias como eras chico y no chica, moreno y no rubio, de un equipo de f¨²tbol y no de otro. Yo era chico, moreno, del Elche CF (entonces en Primera) y de letras, dentro de una familia donde hab¨ªan primado por parte paterna la poes¨ªa y las leyes, pero que tuvo una inclinaci¨®n muy fuerte a las ciencias el d¨ªa en que mi hermano mayor Juan Antonio empez¨® la carrera de ingeniero de caminos. La carrera por excelencia, al menos anta?o, con unas pruebas de ingreso famosamente dif¨ªciles y un prestigio social a¨²n mayor que el de los notarios, pese a lo sugerido por Celaya: "Las ¨²ltimas noticias son normales, muy tristes. Se casan con notarios nuestras adolescentes".
La carrera que hac¨ªa sufrir a mi hermano acab¨® siendo un factor de mi car¨¢cter
La dura preparaci¨®n, el ingreso, el establecimiento en un colegio mayor de Madrid, los largos estudios, el t¨ªtulo finalmente obtenido de Ingeniero de Caminos, Canales y Puentes, fueron, naturalmente, proezas de mi hermano, pero cada una de ellas me afect¨® a m¨ª de un modo u otro, siendo trascendental el que, llegado el momento de iniciar mis estudios universitarios (de letras, obvio es decirlo), mis padres me mandaran, para estar junto a mi hermano, a Madrid y no a Valencia, que era lo m¨¢s pr¨®ximo y apropiado.
Mi hermano trabaj¨® ocho a?os como ingeniero y lleg¨® a trazar y hacer construir una carretera, algo m¨¢s determinante aunque quiz¨¢ no tan ecol¨®gico como plantar un ¨¢rbol. Luego dej¨® de ejercer la carrera y su vida tom¨® un camino distinto, en la edici¨®n literaria, en la traducci¨®n y el estudio de las literaturas g¨®ticas. Estando ¨¦l a¨²n ejerciendo su carrera viaria, a la vez que la cr¨ªtica de cine y de jazz, la ingenier¨ªa se mostr¨® de nuevo en mi vida sin v¨ªnculos familiares, en la figura de dos ingenieros de caminos absolutamente volcados en su oficio y dotados de una cultura humanista. Eran Juan Benet, que acababa de publicar su primera novela Volver¨¢s a Regi¨®n, y Pablo Garc¨ªa-Arenal, don Pablo, que poco despu¨¦s apareci¨® en algunas reuniones de lletraferits madrile?os en la inveros¨ªmil capacidad de jefe de Benet. Benet era el jefe (al modo Springsteen), es decir, el maestro de un grupo de j¨®venes escritores de aquellos finales sesenta, pero no por ello Don Pablo dejaba de ser el jefe de Juan Benet, pues dirig¨ªa la empresa de ingenier¨ªa donde trabajaba el novelista, llamada MZOV, siglas que encierran el programa est¨¦tico, o quiz¨¢ ¨¦tico, del mundo benetiano de Regi¨®n: Medina del Campo, Zamora, Orense, Vigo. La Espa?a noroeste.
Debo a Pablo Garc¨ªa-Arenal Sr. (hay un j¨²nior, tambi¨¦n ingeniero) momentos memorables junto a Benet, con quien formaba, aparte de un equipo profesional serio y productivo, un t¨¢ndem de bonvivants muy dados al humor, que sus hijos, los naturales y los simb¨®licamente agregados, disfrut¨¢bamos sin darnos cuenta de lo mucho que, entre copas y chanzas, aprend¨ªamos. Muertos los dos prematuramente, don Pablo y don Juan, nunca he podido ya sustraerme a la impresi¨®n de que la carrera que en mi adolescencia tanto hac¨ªa sufrir a mi hermano acab¨® siendo, por persona interpuesta, un factor constitutivo de mi car¨¢cter. Sigo ahora en trato epistolar con otro ingeniero, Francisco Altemir, quien, retirado de su profesi¨®n, no deja de surcar los canales de las buenas causas c¨ªvicas a trav¨¦s de una activa y comprometida red inform¨¢tica.
Mi letrada cercan¨ªa a esa rama de las ciencias ha tenido, aparte de los contactos citados, d¨ªas de fiesta. En los a?os de amistad estrecha con Juan Benet, viaj¨¦ con ¨¦l a los destinos de algunas de sus obras de ingenier¨ªa m¨¢s laboriosas, como la presa de Llauset, en el Pirineo de L¨¦rida, o la de Santa Eugenia, en la costa gallega. Para m¨ª, tan poco avezado a las leyes del c¨¢lculo de estructuras y la resistencia de materiales, ver aquellas construcciones asombrosas y o¨ªr de boca benetiana la explicaci¨®n de su misterio compositivo era como asistir a un taller literario de las cosas tangibles. Otra ocasi¨®n se?alada fue el encuentro de dos ingenieros hitos de la novela europea del siglo XX: Benet y Robbe-Grillet, este ¨²ltimo ingeniero agr¨®nomo. Curioso ver que ambos, en vez de hablar de sus densas y tan diferentes novelas, prefer¨ªan recalcar el lado ingenieril de sus vidas, tambi¨¦n intensas y muy distintas.
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