La se?ora Rojo

En el ¨²ltimo ejemplar de la revista inglesa Granta, dedicado a los j¨®venes narradores menores de 35 a?os en lengua espa?ola, hay un cuento del escritor mexicano Antonio Ortu?o titulado Boca peque?a y labios delgados. Esa pieza bastaba para considerar acertado que un cuento suyo figurara en esa antolog¨ªa generacional, aunque lo m¨¢s importante quiz¨¢ fuera que sintetizaba con meridiana claridad su proyecto est¨¦tico y su relaci¨®n inevitable con el estado actual del mundo. Este cuento que cito est¨¢ incluido en el volumen La se?ora Rojo, editado poco tiempo despu¨¦s que la publicaci¨®n inglesa y que ahora manejo para comentarlo. Como le¨ª una novela suya titulada Recursos humanos, finalista en el Premio Herralde de novela de 2007, puedo decir que Ortu?o defiende un territorio imaginario bastante coherente, pertinaz en el desenmascaramiento de la realidad social, pol¨ªtica y moral en la que participamos con mayor o menor rebeld¨ªa, resignaci¨®n o entusiasta entrega. En aquella novela hab¨ªa elementos que vemos reproducidos ahora en La se?ora Rojo. Una misma manera afilada de armar las frases y de componer los prototipos humanos. Pero lo que hay en estos cuentos y no hab¨ªa en la novela (por imperativo del g¨¦nero evidentemente) es la amplitud de la inventiva y la variedad de los tratamientos. El paisaje humano o social de que se nutre La se?ora Rojo es un viaje en profundidad a los fantasmas m¨¢s corrosivos de la condici¨®n humana, y tambi¨¦n m¨¢s sorprendentemente imaginativos. Por momentos Ortu?o parece heredar el registro inventivo de un Felisberto Hern¨¢ndez mezclado con la iron¨ªa canalla de un Roberto Arlt. L¨¦ase el cuento El Grimorio de los Vencidos, por ejemplo, con ese personaje impagable que se llama El Mago Que Hace Nevar, el mejor rival sentimental para introducirse en la locura del amor y la indignidad del despechado. Un libro con 13 relatos impecablemente delirantes sobre la violencia, el poder y todas las insospechadas miserias que nos reserva nuestra querida especie en v¨ªas de extinci¨®n.