Cenar m¨¢s all¨¢ de las doce
Madrid ya no es lo que era, ?d¨®nde vas a cenar bien pasadas las doce?", Paloma Carrasco se encoge de hombros en la coqueta sala de la Taberna L'Obrador cuya cocina cierra a las dos, empe?¨¢ndose en que Madrid siga siendo la ciudad canalla que prometen las gu¨ªas.
El restaurante que fund¨® Daniel Boute (Carip¨¦n) a mediados de los ochenta ha reabierto sus puertas hace un par de meses. Los nuevos encargados, ?scar y Paloma, son hijos de Luis Carrasco, fundador de la marisquer¨ªa Pazo de Monterrey. El patriarca, ya jubilado, a¨²n se pasa por la cocina para cocerles el pulpo ("le encanta hacerlo", dice la hija).
Del antiguo L'Obrador han mantenido el nombre (aunque a?adiendo Taberna) y algunos platos afrancesados (como el magret de pato con salsa de albaricoques, 15,50 euros). Y ante todo han respetado los h¨¢bitos nocturnos. "Al principio intentamos abrir a mediod¨ªa, pero no ven¨ªa nadie, y la gente nos ped¨ªa que volvi¨¦semos a servir de madrugada", cuenta Paloma. El cliente manda, as¨ª que de nuevo es posible cenar en La Latina pasada la hora de la Cenicienta.
TABERNA L'OBRADOR
TABERNA L'OBRADOR
Segovia, 17. Madrid. Tel¨¦fono: 913 65 84 12. Horario: de 20.30 a 2.30, la cocina cierra a las 2.00. Precio medio: entre 30 y 40 euros
En la breve carta, la estrella son las pastas. Asesorados por la madre italiana de un amigo, los nuevos encargados han abandonado el toque franc¨¦s del L'Obrador original para apostar por la all'arrabita de la Mamma Ligia (14,50) o la pasta fresca con carabineros (19,50). En las entradas destacan las croquetas (9,20) y el rabo de toro deshuesado (13,80). Los segundos platos (at¨²n, merluza, entrecot o solomillo) rondan los 20 euros. Merece la pena dejar hueco para probar los tres tipos de panecillos y los postres: estupendo el tiramis¨² servido en copa. En la carta de vinos una veintena de referencias; la casa recomienda el excelente Ribera Pago de Carraovejas (35,50 euros).
Sobre el suelo blanco y negro, la decoraci¨®n mantiene el aire art dec¨® de su antecesor en sillas, espejos y percheros. Los apliques de luz tenue y las acogedoras salitas abovedadas (fueron celdas de monjes en esta antigua casa conventual construida en 1793) dan sensaci¨®n de intimidad. Los nuevos due?os han incorporado una barra de c¨®cteles en la que sirven ginebras de autor como Citadelle o Magellan, adornadas con lemon grass o estrellas de carambola. Y un ¨²ltimo lujo: en la puerta hay aparcacoches. Abst¨¦nganse calabazas tiradas por ratones.
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