Ra¨²l, ciudadano feliz
Liberado de la presi¨®n y de las obligaciones del Madrid, el delantero espa?ol del Schalke disfruta del respeto de los aficionados y de la vida cotidiana en Alemania
El ciudadano Ra¨²l, como cualquier otro, recoge con una pala la nieve de la acera frente a su casa, un lujoso chal¨¦ en el barrio Ober Kassel de D¨¹sseldorf, cerca del centro de la ciudad. La ley alemana le obliga a limpiar su zona para evitar accidentes y ¨¦l lo cuenta como algo divertido: "Es un pa¨ªs organizado, estructurado, con personas muy educadas". A Ra¨²l le gusta entrenarse por las ma?anas en el Park Stadion, a unos 500 metros del Veltins Arena, para disfrutar de la tarde con sus cinco hijos. Una libertad vetada en 15 a?os de s¨ªmbolo del Real Madrid. Ahora puede ir a comer fuera con su esposa, echarse una siesta o ir a ver jugar al f¨²tbol a algunos de sus hijos en el colegio. Nadie le sigue. Ha descubierto nuevas aficiones, como el hockey sobre hielo, y en el oto?o se le vio en un festival de jazz en Leverkusen. Otro d¨ªa acudi¨® a escuchar en esa misma ciudad al guitarrista Paco de Luc¨ªa, dos mitos de la cultura popular espa?ola juntos.
Su barrio, a media hora de Gelsenkirchen, donde juega el Schalke, es el m¨¢s rico de D¨¹sseldorf: elegantes casonas volcadas sobre el r¨ªo Rin. "Es un pedazo de casa que no veas", dice uno de sus compa?eros. A los 33 a?os, es la primera vez que Ra¨²l sale fuera. Siente el cari?o de la gente trabajadora de la cuenca minera del Ruhr, la base de la hinchada del Schalke, la mayor regi¨®n industrial de Europa. Es una especie de vuelta a sus or¨ªgenes, cuando su padre, Pedro, electricista, le llevaba con su Simca 1.200 al entrenamiento de los infantiles del Atl¨¦tico de Madrid.
Bernard, de 21 a?os, ha venido desde Bonn al partido de la Champions frente al Valencia luciendo la camiseta azul y el n¨²mero 7 de Ra¨²l, el dorsal fetiche del punta madrile?o desde los alevines del San Crist¨®bal de los ?ngeles. Lo de Aylin, de 16, tiene m¨¢s m¨¦rito. Procedente de Stuttgart, a 400 kil¨®metros de Gelsenkirchen, la chica se planta a la ma?ana siguiente con una zamarra de manga corta de su ¨ªdolo. Tiembla de fr¨ªo y se mueve nerviosa por si aparece Ra¨²l en el restaurante del club, donde los jugadores suelen pasarse a saludar. Sin suerte. Con el privilegio de los mayores de 30 a?os, Ra¨²l se ha refugiado en el gimnasio y se ha marchado a recoger un coche nuevo, un premio tras clasificarse para los cuartos de final europeos. La noche anterior, tras el partido, Ra¨²l se abraz¨® a Jos¨¦ Manuel Chaves y le dijo: "?Dos partidos m¨¢s, dos partidos m¨¢s!". Estaba euf¨®rico por alargar su idilio con la Champions, en la que ha jugado m¨¢s que nadie: 140. Chaves es un emigrante espa?ol con m¨¢s de 45 a?os en Alemania. Trabaj¨® de minero y ahora, ya jubilado, disfruta de la presencia de sus compatriotas. "Mi padre me ha hablado de los emigrantes que vinieron a Suiza y Alemania en los a?os cincuenta y sesenta. ?l ha sido y es un currante al que nadie le ha regalado nada", escribi¨® Ra¨²l en su diario el 6 de diciembre de 1995, seg¨²n recogieron posteriormente los periodistas Luis Villarrejo y Carlos Bonelli en el libro Ra¨²l, el futuro.
Tres de cada cuatro hinchas del Schalke llevan la camiseta del Rey Azul. "Un d¨ªa fui a dar una vuelta con ¨¦l y su familia", recuerda Escudero, uno de los tres espa?oles del equipo -el otro es Jurado-, "y me choc¨® c¨®mo la gente le ped¨ªa respetuosamente si pod¨ªa hacerse una foto con ¨¦l. En Espa?a habr¨ªa sido una avalancha".
Gelsenkirchen es una ciudad fantasmal y sin referencias emocionales al equipo de sus afueras. El Schalke es un club orgulloso de sus tradiciones, de la musculatura de los patrocinadores (entre ellos, Gazprom, el gigante ruso del gas) y de la hinchada m¨¢s apasionada de Alemania. Tambi¨¦n, de las tuber¨ªas del estadio, que abastecen de cerveza las gargantas de 50.000 espectadores. All¨ª el f¨²tbol, como en el norte de Inglaterra, es casi lo ¨²nico: una religi¨®n. Unos 3.000 seguidores en cada desplazamiento. Cuando el Schalke elimin¨® al Valencia, un grito espont¨¢neo y compacto atron¨® en el Veltins Arena: "?Ra¨²l, Ra¨²l, Ra¨²l!".
Agradecido, ¨¦l fue a dedicarles el triunfo, aplaudi¨¦ndoles tal y como hab¨ªa hecho una semana antes en las semifinales de Copa en el Allianz Arena, ante el Bayern. Le fascina el ambiente de los estadios en una Liga emergente con la mayor afluencia de Europa.
El 7 sigue llegando el primero a los entrenamientos y march¨¢ndose el ¨²ltimo, una costumbre que ya ten¨ªa en el Bernab¨¦u. Entre una de sus m¨²ltiples rarezas, el entrenador, Felix Magath, no avisa hasta la v¨ªspera de cu¨¢ndo ser¨¢ la pr¨¢ctica de la ma?ana siguiente. Y a Ra¨²l le gusta el silencio de las sesiones pese a que pueda haber numerosos seguidores. El campo de entrenamiento es un lugar inh¨®spito, una hondonada rodeada por colinas de piedras, y golpeado por un viento del infierno. En la pretemporada, los entrenamientos fueron inhumanos. Ra¨²l llegaba triturado a su casa. Ni siquiera con Fabio Capello hab¨ªa soportado pr¨¢cticas semejantes. En los dos a?os y medio de Magath al frente del Bayern, el vicepresidente, Karl-Heinz Rummenigge, se hart¨® y dijo: "La pr¨®xima vez que saque un bal¨®n medicinal, lo echo". Pasada la tortura, el 7 est¨¢ fin¨ªsimo. Escurridizo como siempre, el s¨¢bado se escondi¨® tras el portero del Eintracht y le rob¨® la cartera antes de ser su v¨ªctima en un penalti que transform¨® Jurado. El millonario Ra¨²l conserva la piller¨ªa de la calle.
Metzelder ha sido su cicerone perfecto, una especie de Sancho Panza de 1,90 metros dispuesto a ayudarle siempre. Su otro referente en el vestuario es el portero Neuer, capit¨¢n e instituci¨®n en un club al que entr¨® con cuatro a?os. Un equivalente a lo que ¨¦l fue tanto tiempo en el Madrid. De ah¨ª el respeto mutuo. Pero con la ventaja de no tener que estar en las discusiones a las que se ve abocado el capit¨¢n. De eso tambi¨¦n se ha librado. Por primera vez en su carrera, el 7 juega con la camiseta por fuera del pantal¨®n, una met¨¢fora m¨¢s de su estado de ¨¢nimo.
Eso no evita que siga tirando del equipo y echando una mano a los m¨¢s j¨®venes, seg¨²n cuenta Escudero, de 21 a?os. "Est¨¢n encantados con ¨¦l", confirma Thomas Spiegel, un empleado que recuerda el entusiasmo del centrocampista Baumjohann cuando vio al 7 a su lado: "Hace unos d¨ªas lo ten¨ªa en la Playstation y ahora est¨¢ aqu¨ª a mi lado en el vestuario". "Los j¨®venes miran c¨®mo se viste y qu¨¦ dice. Cuando habla, todos se callan y esperan la traducci¨®n de Metzelder", a?ade Spiegel.
Ra¨²l, en suma, reproduce el comportamiento que algunos de los veteranos del Madrid tuvieron con ¨¦l en sus primeros a?os en Chamart¨ªn. Butrague?o le invit¨® a comer a su casa aun sabiendo que iba a ser su sucesor. "?Vaya casa que tiene El Buitre! Son dos chalets y una finca impresionante en Torrelodones. Me pregunto si alg¨²n d¨ªa ser¨¦ capaz de tener un sitio as¨ª para vivir", escribi¨® en su diario el 7 de noviembre de 1994.
"Sch¨¹ss", dice Ra¨²l a modo de despedida y sonr¨ªe por la sonoridad de la palabra y porque es de las pocas que ha aprendido en alem¨¢n. Aunque la frase que m¨¢s ha escuchado desde que lleg¨® en el verano es otra: "Danke f¨¹rs kommen [gracias por haber venido]". Las clases de alem¨¢n, un par de horas a la semana en el club, son una invitaci¨®n a la risa. Se juntan los tres espa?oles, el brasile?o Edu y el ghan¨¦s Kofi Annan [sobrino del ex secretario general de la ONU] y las carcajadas se disparan. "Ninguno tenemos ni idea", reconoce Escudero. Las lecciones t¨¢cticas son en alem¨¢n e ingl¨¦s.
"Es la primera vez que tenemos una estrella mundial entre nosotros. Eso nos impresion¨® a todos", admite Spiegel; "pensamos que, a los 33 a?os, ya hab¨ªa pasado su mejor estado f¨ªsico, pero se recuper¨® y est¨¢ a su mejor nivel. Y ahora nos preguntamos: si lo ha ganado todo, ?por qu¨¦ corre de esa manera? Preferimos este tipo de jugadores trabajadores como ¨¦l o Roy Keane".
Ra¨²l siempre odi¨® quedarse en el banquillo, de ah¨ª que para convencerle Magath le ofreciera un puesto en la alineaci¨®n cuando almorzaron en julio en un restaurante de Madrid, con Metzelder de puente, puesto que el entrenador alem¨¢n, pese a ser hijo de un militar puertorrique?o, no habla castellano. La respuesta de Ra¨²l ha sido contundente: goleador indiscutible del equipo con 11 tantos en la Liga, tres en la Champions y uno en la Copa.
La figura de Magath, sin embargo, se ha ido debilitando en los ¨²ltimos meses. "Magath, raus [fuera]". El Veltins Arena le recuerda que no le quiere. No le perdona que se cargara al empleado encargado de relacionarse con la hinchada, una figura muy popular en la Bundesliga. No quiere su poder absolutista: entrenador, director deportivo y jefe de la directiva. Tampoco le tienen aprecio la mayor¨ªa de los jugadores. ?l los trata con desd¨¦n, salvo a Ra¨²l y Neuer, a los que considera en su mismo plano. Si no siguiera Magath, la grada se pregunta qu¨¦ pasar¨ªa con Ra¨²l. "Quiero cumplir mi contrato [otro a?o m¨¢s] y disfrutar", responde. Ni siquiera le disuade la posibilidad de quedarse fuera de Europa la pr¨®xima campa?a. "Ya estuve un a?o con Capello sin Europa y no fue nada grave".
Hace 19 a?os, en una especie de premonici¨®n, Ra¨²l apunt¨® en su diario: "Tengo que seguir divirti¨¦ndome al jugar aunque cambie de club y de ambiente. Es un juramento que me hice". Y ah¨ª sigue, casi dos d¨¦cadas despu¨¦s, sin querer que nadie le regale nada. Ni siquiera entrenar alg¨²n d¨ªa a las categor¨ªas inferiores del Madrid. "Para eso hay que educarse, hay que formarse", replic¨® en una entrevista en la revista Kicker.
A sus amigos no les extra?ar¨ªa que se quedara a vivir en Alemania. Sus hijos van a aprender idiomas y culturas diversas en el colegio internacional de D¨¹sseldorf que frecuentan. Y ¨¦l ha descubierto un mundo que le gusta: el del ciudadano casi an¨®nimo con la obligaci¨®n de sacar la pala para retirar la nieve de la acera frente a su casa.
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