La virguer¨ªa y la modorra
Arranca sus conciertos Steve Lukather tocando entre bambalinas, mientras una pantalla de led anuncia su nombre sobre el escenario. As¨ª seguir¨¢ luciendo durante casi todo el concierto, por aquello del culto a la personalidad del guitarrista cl¨¢sico: uno de esos virtuosos a la antigua usanza que parece abocado a publicar docenas de DVD did¨¢cticos sobre t¨¦cnica y posturitas.
El l¨ªder y fundador de Toto a finales de los setenta tiene ahora 53 a?os y se dedica en sus ratos libres a ese rock orientado para adultos, vecino ya del heavy, que no suena anacr¨®nico. Solo lo est¨¢.
Abri¨® Lukather con el primer tema de su ¨²ltimo disco, All's well that ends well y desde ese mismo instante no escatim¨® solos con t¨¦cnica impoluta y estribillos en los que el p¨²blico puede corear ho ho ho. Todo sonaba tan preciso como aburrido, tal que si nos encontr¨¢ramos en el concierto estelar para la rama juvenil del Tea Party. Porque la virguer¨ªa, cuando no encierra sustancia, deriva en modorra. Acaso por eso, y no solo por la lluvia, la Sala Heineken solo acreditara anoche una escasa media entrada.
El artista californiano sum¨® algunos ¨¦xitos notables en los inicios de Toto (Rosanna, Africa, Hold the line) y no ha parado de ejercer como m¨²sico de estudio; figura en los cr¨¦ditos del Thriller de Michael Jackson,y en un millar de ¨¢lbumes m¨¢s. Sin embargo, omite sus piezas m¨¢s populares (de Toto solo rescat¨® Out of love) y se centra en su anodino repertorio solista y en versiones de Lee Ritenour, Jimi Hendrix y un While my guitar gently weeps con importante presencia de los teclados. No, nosotros tampoco lo entendimos.
El rock adulto vivi¨® sus minutos de gloria con Toto o Styx, cierto, pero Lukather son¨® anoche a otra cosa. A guitarreo pesado, a Cream sin blues.
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