Libia nos llama. ?Tomad partido!
Los revolucionarios no solo se enfrentan a Muamar el Gadafi, sino a una coalici¨®n internacional de reg¨ªmenes represivos: Argelia, Siria... Hay que crear una zona de exclusi¨®n a¨¦rea y cortar el acceso al dinero y las armas
La Revoluci¨®n Libia est¨¢ en marcha, inspirada por levantamientos en toda la regi¨®n que demuestran el poder encarnado en un pueblo que ha decidido no tolerar por m¨¢s tiempo la injusticia y la represi¨®n. Al principio, el asombro paraliz¨® a Europa y Estados Unidos: "No lo vimos venir".
Hace tiempo que el mundo exterior est¨¢ desconectado de las ideas, sentimientos y aspiraciones de la sociedad ¨¢rabe corriente, y sobre todo de sus j¨®venes. La mayor¨ªa de los retratos occidentales de la calle ¨¢rabe se basan en indolentes clich¨¦s: el odio a "Occidente", la obsesi¨®n con Israel y una tendencia innata al extremismo pol¨ªtico y religioso. Seg¨²n los expertos europeos y estadounidenses, "en todas partes", y dejando de lado las diferencias sociales, pol¨ªticas o hist¨®ricas, el ejemplo era el del "Ir¨¢n prerrevolucionario". La Francia de hoy en d¨ªa apenas se parece a la de finales de la d¨¦cada de 1970, pero para contemplar a todas las sociedades ¨¢rabes se utilizaba un ¨²nico y desfasado filtro.
Los dictadores de la zona se convirtieron en un mal menor que frenaba la amenaza islamista
Ahora Gadafi solo es un 'se?or de la guerra' que ataca ciudades libres de todo el pa¨ªs
Gracias a este relato, los dictadores de la regi¨®n se convirtieron en un mal menor. Puede que armarlos, comerciar con ellos y pasar por alto sus desmanes fuera desagradable, pero siempre era mejor que su alternativa. Incluso les enviamos j¨®venes para torturar. ?Qui¨¦n mejor que ellos para ocuparse de esa incomprensible variedad de ser humano?
Cegado por esta concepci¨®n, el mundo se qued¨® estupefacto cuando una serie de revoluciones dirigidas por j¨®venes versados en cuestiones tecnol¨®gicas que demandaban democracia, libertad de expresi¨®n y oportunidades econ¨®micas recorri¨® la regi¨®n. Como m¨¢ximo, la participaci¨®n islamista en todos esos levantamientos ha seguido el ritmo marcado por sus aut¨¦nticos instigadores: j¨®venes de ideas pro-occidentales. En realidad, en todos ellos los grupos islamistas han quedado relegados ante el avance y las reivindicaciones de los movimientos juveniles.
Sin embargo, en lugar de adaptar sus valoraciones al curso real de los acontecimientos, en Estados Unidos y Europa mucha gente trat¨® al principio de encuadrarlos en los mismos patrones de siempre. En consecuencia, poco puede sorprender que cuando Saif al Islam Gadafi apareci¨® en la televisi¨®n libia el 21 de febrero para advertir del posible establecimiento de un "emirato isl¨¢mico" en Bengasi, sus palabras, citadas por doquier, fueran adem¨¢s seriamente evaluadas por entendidos que con preocupaci¨®n debatieron las posibles consecuencias que para Europa tendr¨ªa la ca¨ªda del r¨¦gimen de Gadafi.
Es famosa la definici¨®n de demencia atribuida a Albert Einstein, seg¨²n la cual esta significa hacer lo mismo una y otra vez pero con la esperanza de obtener resultados distintos. Retorciendo este principio, podr¨ªamos decir que no importa lo que las sociedades ¨¢rabes hagan, ya que en Occidente muchos solo han interpretado de una manera el posible resultado de estos movimientos: la amenaza islamista.
Es obligatorio preguntarse: si Kim Jong Un, hijo del dictador norcoreano, hubiera ofrecido sus opiniones acerca de la sociedad norcoreana y sobre las razones que explican que rebelarse contra su padre no sea una buena idea, ?cu¨¢ntos periodistas y pol¨ªticos habr¨ªan puesto en peligro su reputaci¨®n crey¨¦ndose lo que dijera?
?Y ahora qu¨¦? Para responder a esta pregunta solo necesitamos observar los acontecimientos sobre el terreno y dejar de lado prejuicios desfasados. All¨ª donde los Gadafi pronosticaron conflictos tribales se ha producido un esfuerzo coordinado para demostrar la unidad nacional. No es sorprendente: en el contexto de Libia, cuando escuchas la palabra "tribu" solo piensas en "regi¨®n". En Bengasi y en todas las ciudades liberadas de Libia, los lemas han sido los mismos: "Libia es una y Tr¨ªpoli su capital", y "Libia es una tribu". En consecuencia, la consigna m¨¢s eficaz para lograr la unidad nacional la proporcion¨® Saif-al-Islam con sus siniestras amenazas de guerra civil.
El segundo fantasma m¨¢s preciado del r¨¦gimen es Al Qaeda. Sin embargo, los que ahora desarrollan un Gobierno transitorio en Libia oriental no han escatimado esfuerzos en subrayar que sus candidatos est¨¢n libres de v¨ªnculos con pr¨¢cticas extremistas. La raz¨®n es sencilla: las reivindicaciones que hay detr¨¢s de la Revoluci¨®n Libia no son ideol¨®gicas. En las primeras protestas surgidas en las ciudades orientales ni siquiera apareci¨® el lema ahora familiar de las dem¨¢s revoluciones ¨¢rabes: "El pueblo exige la ca¨ªda del r¨¦gimen". M¨¢s bien se exig¨ªa libertad de expresi¨®n, democracia, asistencia sanitaria, educaci¨®n y mejores infraestructuras. Hasta que el r¨¦gimen, sirvi¨¦ndose de mercenarios, ataques a¨¦reos y artiller¨ªa, no lanz¨® su sangrienta ofensiva contra civiles desarmados, los manifestantes no se centraron en derribar ese mismo r¨¦gimen, arm¨¢ndose para lograrlo.
?Qu¨¦ puede hacer Occidente? Revolucionarios libios de todo el pa¨ªs coinciden en una cosa: la intervenci¨®n internacional no puede incluir tropas terrestres. La detenci¨®n de un equipo de las fuerzas especiales brit¨¢nicas cerca de Bengasi demuestra que lo dicen en serio. Sin embargo, han apuntado con igual claridad lo que s¨ª puede hacer la comunidad internacional.
Mientras escribo estas l¨ªneas se observan prometedores indicios de que algunos pa¨ªses europeos y ¨¢rabes se est¨¢n preparando para reconocer oficialmente al Consejo Nacional y Temporal Libio para la Transici¨®n. Su llamamiento a la creaci¨®n de una zona de exclusi¨®n a¨¦rea debe ser atendido. Sin acceso al espacio a¨¦reo libio, el r¨¦gimen de Gadafi no podr¨¢ reaprovisionarse de armas y mercenarios, ni tampoco bombardear ciudades liberadas.
La congelaci¨®n de los activos personales de la familia Gadafi ser¨¢ irrelevante si no se congelan tambi¨¦n otras cuentas libias. La diferencia entre las finanzas personales de Gadafi y la ingente riqueza petrol¨ªfera libia no est¨¢ clara. Debe producirse una aut¨¦ntica interrupci¨®n del flujo de fondos que los Gadafi puedan utilizar para procurarse mercenarios o armamento. Mientras escribo, el petr¨®leo sigue saliendo y el dinero entrando.
Los pa¨ªses que permiten la movilizaci¨®n de mercenarios en su territorio deben actuar para detenerla. A este respecto, el silencio y la inacci¨®n equivalen al consentimiento. Hay que desenmascarar a quienes m¨¢s han apoyado los cr¨ªmenes de Gadafi. Hay pruebas fehacientes de que Argelia le est¨¢ proporcionando personal, aviones, armas y mercenarios. Dos supervivientes de un avi¨®n militar derribado cerca de Misrata resultaron ser pilotos sirios. En consecuencia, los revolucionarios libios no solo se enfrentan a Gadafi, sino a una coalici¨®n internacional de reg¨ªmenes represivos. Esta federaci¨®n de tiranos debe tambi¨¦n enfrentarse a desagradables consecuencias por su cobarde labor de facilitaci¨®n de los cr¨ªmenes masivos cometidos en Libia.
Los buques estadounidenses y brit¨¢nicos fondeados frente a la costa podr¨ªan f¨¢cilmente interferir en las comunicaciones de Gadafi, limitando su alcance en todo el pa¨ªs. Las retransmisiones de la televisi¨®n estatal, utilizadas para difundir informaciones enga?osas, amenazas y odio, deber¨ªan tambi¨¦n ser interferidas. Entretanto, se podr¨ªa proporcionar a la oposici¨®n, adem¨¢s de peque?as armas, y sistemas antia¨¦reos y antitanque, im¨¢genes que dieran cuenta de los movimientos de tropas.
El mundo deber¨ªa tambi¨¦n dejar de referirse a Gadafi como el "l¨ªder libio". No lo es. Ahora solo es un se?or de la guerra que ataca ciudades libres de todo el pa¨ªs y que tiene como rehenes a los habitantes de Tr¨ªpoli.
Parafraseando al senador estadounidense John McCain, podr¨ªamos decir que, cuando se habla de una intervenci¨®n internacional en Libia, de lo que se trata es de elegir: o bien podemos actuar ahora, o bien esperar a que ocurra un desastre mucho mayor. Los libios no olvidar¨¢n nuestra elecci¨®n.
El pueblo libio ha se?alado una senda que sigue la tradici¨®n de las grandes revoluciones democr¨¢ticas. La cuesti¨®n es: ?nos acordamos lo suficiente de nuestras propias luchas por la democracia como para ayudarles a triunfar?
Alaa al Ameri es escritor y economista libio-brit¨¢nico. Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo.
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