Feij¨®o en Galicia, primera parte
Se acabaron los experimentos. El presidente afronta su segundo debate sobre el estado de la naci¨®n y Galicia encara el segundo a?o de la democracia feijoniana. Hemos llegado a ese momento cuando, hasta los candidatos que se resisten ferozmente a dejar de serlo para convertirse en presidentes, descubren c¨®mo por mucho que corran, los problemas siempre corren m¨¢s. Es hora de acreditar si la restauraci¨®n popular est¨¢ cumpliendo lo que prometi¨®. El plan A era desmontar el bipartito para "reiniciar Galicia" y hacerla retornar naturalmente a la senda de la prosperidad de las doradas d¨¦cadas fraguiana. El plan B era que, si algo fallaba, siempre nos quedar¨ªa el liderazgo de un Gobierno firme, fuerte y cohesionado capaz de hacerse valer en Madrid, que es donde se corta el bacalao, y que acabara con el modelo "Pili y Mili" de Touri?o.
De tanto "reiniciar Galicia", el programa del PP parece haberse quedado colgado
La primera etapa del plan A parece francamente cumplida, al menos en cuanto se refiere a desmontar y derribar. Han sido objeto de voladura el decreto del gallego, las galescolas, el consorcio de servicios sociales o el concurso e¨®lico, por citar solo las m¨¢s estruendosas. Es en el cap¨ªtulo de "reiniciar" donde da la impresi¨®n de andar a¨²n en fase de apagar Galicia y volver a encenderla, a ver si as¨ª va. La pax idiom¨¢tica fraguiana no ha sido restaurada; incluso aliados en campa?a como Galicia Biling¨¹e han virado a enemigos en el Gobierno. Los padres siguen privados por un pu?ado de bur¨®cratas de la conseller¨ªa de su derecho civil a elegir el idioma para la educaci¨®n de sus hijos. En las Gali?aescolas contin¨²an repartiendo mandilones cosidos en la China Popular pero en lugar de aquella casita sonriente, ahora lucen una gallina azul que no se sabe muy bien qu¨¦ hace, si es que hace algo. El consorcio de servicios sociales, aquella m¨ªtica "naranja mec¨¢nica" del clientelismo nacionalista, sigue funcionando en la semiclandestinidad, mientras se anuncia una misteriosa "agencia" que ya acumula un a?o de retraso. En cuanto al e¨®lico, nunca un pa¨ªs se pareci¨® tanto a la pobre Escarlata O?Hara de la legendaria Foise co vento. Recorrido el primer tramo de la legislatura, sabemos qu¨¦ no le gusta a Feij¨®o y su Gobierno. Seguimos esperando a saber qu¨¦ le gusta y c¨®mo lo va a hacer.
Acaso porque de tanto reiniciar, el programa popular puede haberse quedado colgado, la recuperaci¨®n econ¨®mica no ofrece un balance precisamente positivo. Si hacemos caso a la propia democracia feijoniana, nuestra salvaci¨®n ha sido el Xacobeo. Es m¨¢s, nuestra gran esperanza para el a?o en curso reside en la prolongaci¨®n de sus efectos. Esperemos que en todo menos en t¨¦rminos de empleo. Porque a pesar del gran ¨¦xito, Galicia ha sido una de las autonom¨ªas donde m¨¢s empleo se ha destruido, a m¨¢s velocidad y para gente m¨¢s joven y m¨¢s preparada. Tampoco ha funcionado el plan B de arreglarlo todo con un liderazgo en cuyos dominios nunca se pusiera el sol. Su presencia deslumbrante en el ecosistema de las TDT no parece haberse traducido en un peso equivalente de Feij¨®o ni en la pol¨ªtica estatal, ni en su partido. Para muestra, el bot¨®n de la triste historia de la caja que iba para "gallega y solvente" y va camino de acabar en banco "apa?ado y a buen precio".
La mayor ventaja de la democracia feijoniana en el ecuador de la legislatura, contin¨²a siendo la misma que disfrutaba al d¨ªa siguiente de ganar las elecciones: la leal pero desnortada oposici¨®n. Si alguien no lo remedia con un poco de inteligencia, el debate sobre el estado de la naci¨®n corre el riesgo severo de acabar reconvertido en una tertulia sobre el estado de Zapatero y Jos¨¦ Blanco. Los socialistas se empe?ar¨¢n en convencernos de c¨®mo las cosas que van mal ah¨ª afuera y son asunto del Gobierno central, aqu¨ª van peor y son culpa de Feij¨®o. Los nacionalistas marcar¨¢n sus distancias para seguir faj¨¢ndose en su Champions League de las manifestaciones, donde hoy jugamos por el gallego, ma?ana por la caja y pasado por el cat¨¢logo de medicamentos. Con lo sencillo que podr¨ªa resultar plantearle al presidente algo as¨ª como: "Vale. Zapatero es culpable y el Gobierno central nos aldraxa... Pero entonces, ?usted para qu¨¦ sirve?".
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