Licencia para informar
A¨²n falta mucho para que las cr¨ªticas, la indignaci¨®n o la burla en los medios sobre los negocios de la familia Ruiz-Mateos iguale a la presencia publicitaria de la que disfrutaron durante los meses de captaci¨®n de capital para su negocio. En ocasiones el t¨¦rmino publicidad enga?osa es una redundancia. Ellos mismos clarificaban el concepto en una de sus peculiares cartas entre piadosas y acongojantes al Santander, ese santo patr¨®n del hoy.
A ratos se quiere dotar al mercado publicitario de una moralidad que escapa a los principios mismos de su fundaci¨®n. Se ha logrado que los equipos deportivos no tengan publicidad de alcohol o tabaco, pero s¨ª de casas de apuestas y chanchullos piramidales. Se regula que no haya anuncios de dermoest¨¦tica o de obsesiones alimentarias en horario juvenil, pero no hay programa para ese p¨²blico que no jalee la tabla pectoral sobre cualquier otro valor. Y de tanto en tanto hay ataques de dignidad contra la inclusi¨®n de anuncios de prostituci¨®n en los peri¨®dicos, pero qu¨¦ ganamos al prolongar su reinado en el dinero negro y fomentar publicaciones a¨²n m¨¢s degradantes; la explotaci¨®n del ser humano y sus recursos tambi¨¦n tendr¨ªa que penalizar a muchas marcas que se pasean por el mercado libres de escrutinio.
El Rayo Vallecano ejemplifica, con su dignidad de l¨ªderes de Segunda Divisi¨®n, la orfandad de los trabajadores frente al vaiv¨¦n del capital en los tiempos de Madoff, otro silencioso emprendedor antes de escandaloso paria. Por m¨¢s que alentamos que los clubes de f¨²tbol se conviertan en sociedades mercantiles, su grado de imbricaci¨®n en la ciudad obliga a las instituciones a un socorro que no parece tan bien visto cuando se trata de salvar otras empresas igual de arraigadas pero quiz¨¢ menos simb¨®licas. El Rayo quebrado es una met¨¢fora de nuestro mundo, de ah¨ª nuestra identificaci¨®n con sus trabajadores.
Lo grave no es que los medios abrazaran aquel man¨¢ publicitario. Los consumidores han de analizar por ellos mismos la veracidad de cualquier reclamo. M¨¢s grave era ver informaciones period¨ªsticas, reportajes plenos de empuj¨®n promocional por tele, mar y aire, que confund¨ªan propaganda e informaci¨®n. El vitriolo y el an¨¢lisis llega cuando son un juguete roto. Ya no tienen nada que ofrecer, muchos reciben entonces la licencia para informar.
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