Arquitectura desamparada
Dise?o, arquitectura, paisajismo y urbanismo son campos en los que Catalu?a es un referente internacional y en los que ha alcanzado grados de excelencia. Sin embargo, han carecido de una aut¨¦ntica promoci¨®n. En esto est¨¢ en desventaja con la arquitectura espa?ola, promovida desde la capital como esencialmente madrile?a, con bienales, giras, exposiciones y publicaciones en las que los arquitectos catalanes tienden a quedar excluidos.
A todo ello se une la crisis de una profesi¨®n y la falta de previsi¨®n de un Colegio de Arquitectos de Catalu?a que, en ¨¦poca de vacas gordas, despilfarr¨®, cultiv¨® el amiguismo y desoy¨® las cr¨ªticas. Hoy la situaci¨®n del Colegio es desoladora y la profesi¨®n se atomiza y polariza. Por una parte, los asalariados se han organizado dentro del Sindicato de Arquitectos de Espa?a, creado en 2009 para denunciar el subempleo. Y la ¨¦lite profesional, hist¨®ricamente ajena a la gesti¨®n del Colegio, ha creado un grupo selecto y cualificado, AxA (Arquitectes per l'Arquitectura), a imagen del RIBA (Royal Institute of British Architects), que pronto se presentar¨¢ a la opini¨®n p¨²blica. Entre estos extremos, en los ¨²ltimos meses se han autoorganizado diversas plataformas, sin ninguna estrategia cultural o social m¨¢s all¨¢ de la autopromoci¨®n. Y esto se produce, no solo en el momento de la crisis inmobiliaria, y por tanto de escasez de trabajo, sino tambi¨¦n cuando se han demostrado las dificultades para gestionar la homologaci¨®n y encaje de esta actividad, organizada a¨²n seg¨²n la vieja estructura profesional franquista, dentro del espacio com¨²n europeo que comporta la aplicaci¨®n del Plan de Bolonia.
La promoci¨®n institucional de la arquitectura ha sido escasa y cuando se ha producido ha sido con mala organizaci¨®n
En esta situaci¨®n, los Gobiernos de la Generalitat no han apostado por un sector que, a pesar de su profunda transformaci¨®n, es b¨¢sico para la industria cultural y para caracterizar a Catalu?a. La promoci¨®n institucional de la arquitectura ha sido escasa y, cuando se ha producido, ha sido con deficiente organizaci¨®n, esp¨ªritu poco cr¨ªtico y acciones escasamente estrat¨¦gicas.
En este panorama, el campo de la comunicaci¨®n de la arquitectura se ha mercantilizado. Va desapareciendo la cr¨ªtica intelectual e imparcial, perteneciente a una aut¨¦ntica cultura del proyecto cr¨ªtico, y van predominando las agencias de promoci¨®n que, con intereses meramente econ¨®micos, gestionan la publicaci¨®n de obras y arquitectos, no por sus cualidades y valores, sino porque pueden pagar para salir en peri¨®dicos y revistas. Pocas posibilidades tiene de aparecer en los medios lo que no pasa por los tres o cuatro lobbies que dominan el marketing de la comunicaci¨®n en arquitectura. Ahora lo que predomina es meramente laudatorio y superficial; y esto comporta que la arquitectura catalana, que hab¨ªa tenido un discurso coherente, se quede sin un discurso te¨®rico propio.
Por ello, las alternativas sociales, de experimentaci¨®n, de investigaci¨®n de nuevas soluciones tecnol¨®gicas, de creatividad, de rehabilitaci¨®n, de sostenibilidad, de participaci¨®n o de cooperaci¨®n, que ya se imparten en la Universidad y se desarrollan en los estudios de arquitectura, afloran muy poco.
Para la Administraci¨®n, la arquitectura y el urbanismo son medios que se utilizan para competir entre ciudades, dar rendimiento a las pol¨ªticas y legitimar la especulaci¨®n, pero se han olvidado los valores que aportan para mejorar la calidad de vida y la convivencia y para distribuir los valores urbanos. Sabemos que al actual Consejero de Cultura, Ferran Mascarell, le interesa el urbanismo (es autor del libro de referencia Barcelona y la modernidad, 2008), pero tambi¨¦n sabemos que el dise?o y la arquitectura no entran en sus planes de pol¨ªtica cultural encogida. Ante este evidente error, la esperanza est¨¢ puesta en instituciones como la Fundaci¨®n Mies van der Rohe, el Dhub (Disseny Hub Barcelona) y otras que han apostado por esta riqueza latente, de historia y contemporaneidad, que hoy est¨¢ m¨¢s desamparada que nunca: por culpa de su propia mala gesti¨®n y por el individualismo y divisi¨®n de los creadores, pero tambi¨¦n por una deficiencia end¨¦mica de promoci¨®n. Ante muchas alternativas pendientes, no solo es una l¨¢stima, sino una irresponsabilidad dejar languidecer partes tan claves de la cultura.
Josep Maria Montaner es arquitecto.
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