El caso del espionaje rid¨ªculo
El despido fulminante de tres altos ejecutivos de Renault, acusados de venderse a intereses chinos, desemboca en un final digno de Anacleto Agente Secreto
Esta historia empez¨® como una novela de John Le Carr¨¦ y ha acabado como un tebeo de Anacleto Agente Secreto. Entremedias, ha habido denuncias an¨®nimas, falsos esp¨ªas, una red china de informaci¨®n inventada, dinero que va y viene, presuntos investigadores con mucha caradura y tres altos cargos de Renault acusados falsamente de vender informaci¨®n confidencial.
Tambi¨¦n, una de las joyas de la econom¨ªa francesa, cogida en un renuncio planetario, objeto de una estafa de libro y cuyo presidente, Carlos Ghosn, sumido en el descr¨¦dito y en el rid¨ªculo, escucha continuamente voces que le piden que dimita.
Una carta an¨®nima que alguien deposit¨® en agosto en un buz¨®n de Correos de la regi¨®n de Par¨ªs desencaden¨® todo. Sus destinatarios eran cuatro personas de la direcci¨®n de Renault. Comenzaba as¨ª: En este periodo de crisis, incluso si las cifras de Renault no son malas, es inadmisible que haya personas que se aprovechen de su posici¨®n para conseguir dinero a base de sobornos. El escrito terminaba con una frase amenazadora: Si no se verifica esta informaci¨®n, no dudar¨¦ en envi¨¢rsela a la prensa especializada.
Michel Balthazard, de 56 a?os, f¨ªsico de carrera, reputado en una empresa en la que llevaba desde los 26, se encargaba entonces de supervisar los proyectos industriales.
Adem¨¢s era miembro del comit¨¦ de direcci¨®n. Evidentemente, no sospechaba nada de la misteriosa carta.
Tampoco Bertrand Rochette, de 51 a?os, ingeniero industrial, mano derecha de Balthazard, o Matthieu Tenenbaum, de 33, tambi¨¦n ingeniero, joven promesa, director del programa de veh¨ªculos el¨¦ctricos, el crucial campo tecnol¨®gico y de innovaci¨®n por el que pasa el futuro de la empresa.
La carta no aportaba pruebas. Por eso, la direcci¨®n decidi¨® confiar la investigaci¨®n a sus propios servicios de seguridad: Si hubi¨¦ramos ido con eso a la polic¨ªa, nos lo hubieran tirado a la cabeza, aseguraba un miembro de la direcci¨®n de Renault a Le Nouvel Observateur. As¨ª, un expolic¨ªa y dos antiguos miembros de los servicios de inteligencia franceses, miembros de la c¨²pula del departamento de seguridad de Renault, se encargaron de verificar el contenido de la carta y de atrapar a los culpables.
Las pesquisas se desarrollaron discretamente hasta el 4 de enero. Ese d¨ªa, una bomba informativa sacud¨ªa el pl¨¢cido panorama posnavide?o franc¨¦s: la agencia France Presse informaba de que Renault acababa de apartar de sus puestos a tres altos cargos. Unos directivos llegaron a las ocho de la ma?ana a mi despacho, relat¨® Balthazard en Le Figaro, y uno me solt¨®: Te acusamos de corrupci¨®n con banda organizada con una potencia extranjera. Me concedieron unos pocos minutos para recoger mis cosas. A las nueve y media mis m¨®viles de empresa ya estaban desactivados.
Tenenbaum confes¨® que se enter¨® por televisi¨®n de lo que se les acusaba.
Les imputaron un delito de espionaje industrial. Nada menos. Estupefactos, los tres altos cargos contemplaron c¨®mo los medios de comunicaci¨®n, citando fuentes de Renault, les acusaban de regentar cuentas bancarias en Suiza y en Liechtenstein alimentadas por una sociedad china denominada Power Grid Corporation. En una de esas supuestas cuentas hab¨ªa 130.000 euros. En otra, 500.000. Tambi¨¦n oyeron que les acusaban de vender secretos tecnol¨®gicos relacionados con las nuevas bater¨ªas del proyecto del coche el¨¦ctrico amultinacionales chinas. La noticia dio la vuelta al mundo. China desment¨ªa la informaci¨®n tajantemente y el asunto estuvo a un paso de acarrear un incidente diplom¨¢tico.
?ric Besson, el ministro de Industria, dio por cierto el incidente y lo analiz¨® en la radio: Esto es una guerra econ¨®mica. Y el mismo presidente de Renault, Carlos Ghosn, sal¨ªa en el telediario franc¨¦s demayor audiencia para asegurar que su empresa basaba la decisi¨®n de expulsar a sus tres empleados en certidumbres, y que se enfrentaba a una red organizada y profesional de espionaje econ¨®mico y empresarial, con ramificaciones en distintos pa¨ªses. Balthazard a¨²n recuerda lo que sinti¨® cuando vio desde casa a su jefe Ghosn, acus¨¢ndole por televisi¨®n de comerciar con los secretos de su departamento.
Por su parte, Tenenbaum, sin saber a¨²n si se encontraba dentro de una novela de Le Carr¨¦ o en un tebeo de Anacleto Agente Secreto, pendiente de pagar el alquiler y de salir del hoyo en el que se hund¨ªa, coloc¨® su curr¨ªculo en Internet con la esperanza de que alguien le contratara.
Pero estaba carbonizado. Era elm¨¢s apestado de los ingenieros industriales del mundo, manifest¨® al Journal du Dimanche.
Por entonces la Direcci¨®n Central de Informaci¨®n francesa (el servicio de contraespionaje) se hac¨ªa con el caso y, siguiendo el rastro del dinero, comenz¨® a perseguir las famosas cuentas suizas de los tres acusados. Y ah¨ª empez¨® a cambiar todo.
Las cuentas no aparecieron nunca.
Tampoco la misteriosa garganta profunda que hab¨ªa suministrado datos comprometedores como el origen de la carta, sin ir m¨¢s lejos a Dominique Gevrey, antiguo miembro de los servicios de inteligencia franceses y uno de los componentes del equipo de seguridad de Renault que investigaba el asunto. La negativa de Gevrey a revelar la identidad de un enigm¨¢tico informador, sus contradicciones a la hora de explicar sus extra?as pesquisas y, sobre todo, el hecho de que esa misteriosa fuente hubiera reclamado 250.000 euros para hablar, hicieron sospechar a¨²n m¨¢s a los contraesp¨ªas franceses. Volvieron a olfatear el rastro del dinero y descubrieron que los 250.000 euros tras pasar por una cuenta espa?ola hab¨ªan acabado en un banco suizo, en manos del mismo Gevrey.
Este, que lo neg¨® todo, fue arrestado el fin de semana pasado en el aeropuerto parisiense de Roissy cuando se dispon¨ªa a huir a Guinea.
Los tres altos ejecutivos, a los que Renault ha prometido rehabilitar, exigen una indemnizaci¨®n millonaria y rechazan volver a trabajar para esa empresa. Para redimirse, el presidente de Renault asegura que ¨¦l y los altos cargos de su empresa renuncian a sus retribuciones sobre las stocks opcions de este a?o que, en el caso de Ghosn, ascienden a 1,6 millones. Poca cosa, en comparaci¨®n con lo que gana al a?o: m¨¢s de nueve millones.
El f¨ªsico Balthazard le exigi¨®, adem¨¢s, que se disculpara. Ghosn, cabeza visible de todo este episodio sonrojante y caro, cumpli¨®: hace d¨ªas apareci¨® en el telediario de m¨¢s audiencia de Francia, el mismo en el que denunci¨® meses atr¨¢s el supuesto espionaje, para pedir perd¨®n p¨²blicamente a los tres altos cargos a los que ech¨® con oprobio. Y confesar, ante el pa¨ªs entero, que le hab¨ªan enga?ado.
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