Carta a Manuel Vicent
Se?or Vicent:
Cuando tuve noticia de la aparici¨®n de su obra dedicada a mi difunto marido Jes¨²s Aguirre, experiment¨¦ sensaciones encontradas y tambi¨¦n una gran curiosidad al saber que 10 a?os despu¨¦s de su muerte todav¨ªa alguien consideraba de inter¨¦s su persona. Aunque ya el t¨ªtulo me hizo desconfiar de sus intenciones cuando decidi¨® acometer lo que usted mismo define como "esperpento literario".
Parece mentira que usted haya tenido la osad¨ªa de ridiculizarle despu¨¦s de su muerte, y ya que no puede contestarle, lo hago yo. L¨®gicamente, a lo largo de la lectura del libro se confirmaron mis sospechas, ya que no cabe duda de que resulta m¨¢s f¨¢cil y supongo que m¨¢s vendible cargar las tintas en determinadas cuestiones y liquidar en apenas dos l¨ªneas unas trayectorias vital e intelectual nada desde?ables. Pese a que soy consciente de que esta carta puede proporcionarle una publicidad gratuita, que posiblemente le vendr¨¢ muy bien para el objetivo que persegu¨ªa cuando decidi¨® escribir sobre mi marido, considero un deber hacia su memoria tratar de precisar aspectos que, en mi opini¨®n, deja en su libro apenas esbozados y, en otras ocasiones, incluso ridiculizados.
El retrato que pinta de mi marido Jes¨²s Aguirre es el de un personaje que me resulta desconocido
Jes¨²s Aguirre, mi marido, fue un magn¨ªfico estudiante y si en un momento de su vida decidi¨® inclinarse con plena libertad por la vida sacerdotal, no habr¨ªa que atribuirlo a oscuras motivaciones freudianas, sino por lo que entonces se llamaba vocaci¨®n, la misma que le condujo cuando termin¨® su formaci¨®n en Espa?a a completarla durante varios a?os en Alemania, donde hasta usted reconoce que conoci¨® a algunos de los m¨¢s importantes fil¨®sofos y te¨®logos europeos, que le proporcionaron un bagaje cultural y filos¨®fico, evidentemente, muy superior al de la inmensa mayor¨ªa de los espa?oles.
Tambi¨¦n su ¨¦poca de sacerdocio y su "¨¦xito" como cura de la iglesia de la Ciudad Universitaria parece trivializarlo de forma evidente, ironizando y casi despreciando a aquellas personas, no solo "se?oras bien", sino profesores de la categor¨ªa de Ram¨®n Carande, Gonzalo Anes, Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall o Tierno Galv¨¢n y pol¨ªticos como los hermanos Solana, Miguel Boyer, Felipe Gonz¨¢lez, Ram¨®n Tamames, Fernando Mor¨¢n, la familia Maravall o Peces Barba, que llenaban la iglesia y segu¨ªan sus homil¨ªas, porque escuchaban y se identificaban con un discurso pastoral muy alejado de lo que entonces era la pr¨¢ctica de los sacerdotes espa?oles.
Posteriormente, pese a que usted parezca rebajarla casi hasta el desprecio, su labor al frente de la editorial Taurus ha sido una de las m¨¢s fecundas empresas culturales de este pa¨ªs, ya que en la d¨¦cada de los setenta, entre sus iniciativas m¨¢s conocidas y celebradas, incorpor¨® a la bibliograf¨ªa espa?ola, como es bien sabido, a los protagonistas m¨¢s destacados de la Escuela de Frankfurt, Adorno, Horkheimer y Walter Benjamin. Incluso tradujo y prolog¨® Haschisch y los dos tomos de Iluminaciones de este ¨²ltimo, al mismo tiempo que concedi¨® su primera oportunidad a algunos de los m¨¢s importantes pensadores espa?oles actuales como Fernando Savater, que a?os despu¨¦s y con motivo del fallecimiento de mi marido, recordaba con enorme cari?o y agradecimiento.
Jes¨²s Aguirre fue director general de M¨²sica por su gran cultura musical, no solo por ser amigo del entonces ministro de UCD P¨ªo Cabanillas, y durante su mandato gestion¨® la creaci¨®n de la Orquesta y Coros Nacionales de Espa?a, el Ballet Nacional Espa?ol y el Ballet Nacional Cl¨¢sico y el Centro Nacional de Documentaci¨®n Musical. Tambi¨¦n, aunque esa faceta la trate con evidente sarcasmo, fue conferenciante fecundo, pero las invitaciones que recib¨ªa para impartir conferencias no se deb¨ªan solo al hecho de ser duque de Alba, sino, sobre todo, a su gran cultura, reconocida hasta por sus mayores cr¨ªticos, cualidad que le permit¨ªa hablar y, adem¨¢s muy bien, sobre distintos ¨¢mbitos culturales. Y tambi¨¦n fue escritor y columnista del diario EL PA?S, acad¨¦mico de la Real Academia Espa?ola de Bellas Artes y de Santa Isabel de Hungr¨ªa, Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, y comisario durante los trabajos de organizaci¨®n de la Exposici¨®n Universal de Sevilla, con otro partido pol¨ªtico distinto del de su etapa en Cultura y, adem¨¢s, sin ning¨²n apego al cargo, ya que cuando consider¨® que ten¨ªa que dimitir, lo hizo. Finalmente, para terminar esta faceta de su actividad, le informo de que le fue ofrecida la Embajada en Bonn, pero hubo de rechazarla por mis muchas obligaciones p¨²blicas y privadas.
Ignoro el grado de conocimiento o de amistad que pudo unirle a mi marido, pero resulta evidente que no fue lo suficientemente profundo, ya que el retrato que pinta en su libro es el de un personaje que me resulta desconocido, porque durante 20 a?os fui la mujer m¨¢s feliz del mundo; nunca conoc¨ª un hombre tan apasionado e inteligente; fue un gran duque y gran hombre. A lo largo de ese tiempo de convivencia pude conocerlo ¨ªntimamente y, desde luego, tuve la oportunidad de valorar y de querer la gran riqueza de matices de su personalidad y sus grandes servicios a la Casa de Alba, que, en mi opini¨®n, no ha sabido o no ha querido reflejar en su libro.
Cayetana de Alba es duquesa de Alba.
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