Pol¨ªticos con may¨²scula y con min¨²scula
Se ha escrito mucho sobre el proceso de transici¨®n en Espa?a de la dictadura franquista a la democracia. Sin embargo, creo que al enumerar los factores que hicieron posible esa transici¨®n no se ha dado la relevancia debida a uno: las caracter¨ªsticas de quienes protagonizaron esa transici¨®n en las distintas instituciones, as¨ª como el modo de funcionar los partidos pol¨ªticos entonces. Cuando el com¨²n de los ciudadanos considera hoy a la clase pol¨ªtica como un grave problema, se impone reflexionar sobre el modo de corregir esa percepci¨®n, ya que en una democracia el desprestigio de los pol¨ªticos contiene el germen del populismo, cuando no de otros males mayores. Y para ello se ha de contrastar a los pol¨ªticos de la transici¨®n y a los de ahora, y el funcionamiento de los partidos en uno y otro momento.
Los pol¨ªticos hoy confunden el inter¨¦s general con el de su partido
Siendo consciente de que toda generalizaci¨®n es peligrosa, creo sin embargo correcto afirmar que la mayor¨ªa de quienes al morir Franco acceden a los cargos p¨²blicos ten¨ªa una caracter¨ªstica: eran personas, a¨²n j¨®venes, pero con una experiencia profesional, empresarial y laboral previa. No necesitaban de la pol¨ªtica para vivir. Muchos de ellos sab¨ªan que, cumplido su mandato, volver¨ªan a su trabajo o profesi¨®n anterior. Sab¨ªan que una democracia de calidad necesita de personas que consideran un deber dedicarse al servicio de la comunidad durante un tiempo. Para ellos, la pol¨ªtica era una tarea noble y no una profesi¨®n m¨¢s o menos lucrativa. Todo ello les daba independencia y prestigio ante sus compa?eros y ante la sociedad, y un margen considerable de libertad para gestionar los asuntos p¨²blicos sin constricciones partidistas. No decid¨ªan en funci¨®n de sus intereses personales ni pensando en lo que m¨¢s conven¨ªa para una carrera pol¨ªtica que no se planteaban. No eran sectarios ni dogm¨¢ticos, o al menos no se comportaron como tal. As¨ª fue posible que se construyeran los acuerdos sobre los que se hizo la transici¨®n.
Hoy el perfil de la mayor¨ªa de los pol¨ªticos y el funcionamiento de los partidos es, en t¨¦rminos generales y con todas las excepciones que se quiera, muy diferente. Su formaci¨®n acad¨¦mica, cient¨ªfica y cultural es inferior a la de la generaci¨®n de la transici¨®n. Carecen de experiencia profesional o laboral privada. Han vivido desde siempre en la inevitable burbuja en la que se ha convertido la clase pol¨ªtica actual, desconectada de la vida real. Son tributarios del aparato de su partido, porque para seguir ostentando cargos habr¨¢n de ser d¨®ciles y disciplinados. Para ellos el poder acaba siendo un fin en s¨ª mismo, hasta confundir el inter¨¦s general con el de su partido o el de ellos mismos. Si ¨ªntimamente no lo son, tienen sin embargo que mostrarse de modo dogm¨¢tico, incapaces de reconocer la parte de raz¨®n que pueda asistir al adversario. Acaban siendo gen¨¦ticamente inh¨¢biles para concertar cualquier acuerdo sobre cuestiones b¨¢sicas, salvo para mantener su cuota de poder. Son los artistas de la pol¨ªtica con min¨²scula. Y as¨ª nos va.
Un ejemplo de cuanto digo lo acabamos de vivir en Euskadi. Cuando el PNV propuso a Mario Fern¨¢ndez ser presidente de la BBK actu¨® de manera inteligente: Fern¨¢ndez era y es, no solo una persona de car¨¢cter, excelente en su profesi¨®n y con unos conocimientos y una experiencia inmejorables para ese cargo, sino tambi¨¦n y sobre todo el candidato ideal para m¨ª por una raz¨®n muy simple: no necesitaba en absoluto ese cargo, como tampoco necesit¨® en su d¨ªa ser vicelehendakari en la primera etapa del Gobierno vasco. Lo fue porque, como a otros de aquella ¨¦poca, la tarea le ilusion¨® hasta el punto de aceptar evidentes sacrificios, sabiendo que acabados los deberes volver¨ªa a lo suyo. Por ello no me ha sorprendido su reacci¨®n cuando un determinado sector del PNV ha pretendido entrometerse en el proceso de posible fusi¨®n de las Cajas de Ahorro vascas, con planteamientos inasumibles de ¨ªndole partidista que responden, no al beneficio de las Cajas y de los ciudadanos, sino a la obsesi¨®n por seguirlas controlando hasta la asfixia.
Pero otra reflexi¨®n m¨¢s se impone. Las generaciones que han seguido a la que hizo la transici¨®n est¨¢n m¨¢s preparadas que ¨¦sta. ?Por qu¨¦, entonces, el nivel de la clase pol¨ªtica es menor? ?Por qu¨¦ todos los partidos tienen evidentes dificultades a la hora de encontrar candidatos solventes, que supongan una renovaci¨®n? Las razones pueden ser muchas, pero yo descarto una y destaco otra. No creo que hoy exista m¨¢s ego¨ªsmo y menos capacidad de sacrificio, como lo demuestra el n¨²mero considerable de quienes han hecho de la cooperaci¨®n y del activismo social un elemento clave de su vida personal. Son los propios partidos los que han perdido en buena parte su capacidad para convocar y organizar a quienes estar¨ªan dispuestos a hacer pol¨ªtica para los ciudadanos. Y es que cuando en cualquier organizaci¨®n manda una nomenclatura que teme el debate interno, que impone consignas y argumentarios desde arriba, que al seleccionar a las personas valora m¨¢s la docilidad que la lealtad a un compromiso de servicio p¨²blico, no es de extra?ar que s¨®lo se apunten quienes se sirven de la pol¨ªtica para prosperar en mayor grado de lo que son capaces de hacerlo fuera. De esta manera se cierra un c¨ªrculo vicioso: el ejercicio de la pol¨ªtica pierde prestigio social, y, al estar cada vez menos valorado, sigue creciendo la dificultad para atraer a los m¨¢s preparados. Y al final perdemos todos. Y seguiremos perdiendo mientras quienes pueden y deben no se fijen como un objetivo prioritario devolver a los ciudadanos el respeto y la ilusi¨®n por una pol¨ªtica con may¨²scula.
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