Los protestantes y la Guerra Civil
El diario de operaciones del Cuerpo de Bomberos de Barcelona registr¨® el 19 de julio de 1936, a las 5.49 horas, cuando empezaban a salir de sus cuarteles los rebeldes, una llamada de aviso de incendio de la iglesia evang¨¦lica y escuelas anexas de la calle de la Internacional (hoy de la Naci¨®), n¨²mero 24-26, en el barrio del Clot. No hab¨ªa ardido a¨²n ninguna iglesia cat¨®lica. Publiqu¨¦ esta curiosa noticia en 1976, en mi tesis sobre Uni¨® Democr¨¤tica de Catalunya, pero el novelista y tambi¨¦n historiador Estanislau Torres me escribi¨® para decirme que ¨¦l era alumno de aquellas escuelas y que, cuando gente de otro barrio les prendieron fuego, los vecinos corrieron a avisar a los bomberos y colaboraron en la extinci¨®n del incendio.
Si en la Espa?a republicana los protestantes no fueron perseguidos, s¨ª lo fueron en la rebelde
Este hecho y muchos m¨¢s sobre los protestantes durante la Guerra Civil pueden leerse en el interesante libro que acaba de publicar Federico V¨¢zquez Osuna Les esgl¨¦sies evang¨¨liques hist¨°riques de Barcelona (1876- 1978), coeditado por el Ayuntamiento de Barcelona y el Consejo Evang¨¦lico de Catalu?a, y enriquecido con fotograf¨ªas de gran valor documental. Cuenta alg¨²n otro caso de templos protestantes destruidos, siempre por confundirlos con los cat¨®licos. Un grupo de incontrolados estaban a punto de quemar la capilla bautista de Terrassa, pero alguien les dijo: "Estos no tienen santos ni confesonarios, y van contra los curas; no les hag¨¢is nada". Algo parecido ocurri¨® con la estatua de Jacint Verdaguer, en el cruce de la Diagonal con el paseo de San Juan. Cuando todos los s¨ªmbolos religiosos eran destruidos, se mantuvo inc¨®lume aquella estatua de un cura con sotana. Refieren (no tengo constancia documental, pero me parece veros¨ªmil) que iban a derribarla, pero alguien dijo: "Este, no. Era pobre, amigo de los pobres y v¨ªctima de los ricos". Dada la alteraci¨®n del orden p¨²blico, durante los primeros meses de la revoluci¨®n, los protestantes, por precauci¨®n, suspendieron el culto, pero despu¨¦s lo reanudaron; por ejemplo, en la capilla de la calle de Arag¨® n¨²mero 51. En la feria del libro de 1938 montaron un puesto de venta de biblias en La Rambla, sin ning¨²n problema.
Si en la Espa?a republicana los protestantes no fueron perseguidos, s¨ª lo fueron en la rebelde. El libro antes citado refiere numerosos casos de pastores fusilados en Andaluc¨ªa, Zaragoza, La Rioja, Mallorca y Zamora. El caso m¨¢s notable es el de Atilano Coco, fusilado en Salamanca, amigo de Unamuno, que intercedi¨® por ¨¦l in¨²tilmente y as¨ª acab¨® de desenga?arse del golpe militar, que al principio hab¨ªa visto favorablemente, y acab¨® calificando de "salvaje pesadilla" lo que estaba ocurriendo (v¨¦ase Ricardo Robledo, editor, Esa salvaje pesadilla. Salamanca en la guerra civil espa?ola, Cr¨ªtica, Barcelona, 2007, con un cap¨ªtulo sobre Atilano Coco). Los protestantes eran y son tambi¨¦n cristianos, y la diversa suerte que les cupo en una y otra zona desmiente que persiguieran a la Iglesia cat¨®lica por odio a la fe en Cristo, que es lo que teol¨®gicamente constituye el martirio.
Lo confirma el respeto que en la misma parte republicana merecieron los vascos, que eran m¨¢s cristianos que toda la caterva de obispos signatarios de la carta colectiva fratricida. En Euskadi hab¨ªan mantenido el orden y evitado desmanes anticlericales, con algunas excepciones explicables por la confusi¨®n de los primeros momentos, y cuando llegaron a Barcelona profesaron con gran valent¨ªa su fe, abrieron una capilla, condenaron p¨²blicamente los asesinatos y desde la delegaci¨®n de Euskadi en Catalu?a colaboraron con la Generalitat para salvar vidas y evacuar a personas amenazadas, y hasta los m¨¢s furibundos anarquistas los respetaron siempre, porque hab¨ªan demostrado que no eran fascistas y luchaban al lado de la Rep¨²blica en defensa del Gobierno leg¨ªtimo. En la zona rebelde, proclamarse cat¨®lico ten¨ªa ventajas y evitaba males, y hasta pod¨ªa salvar la vida; en la republicana, era peligroso. Los cat¨®licos vascos fueron m¨¢rtires en el sentido etimol¨®gico de testigo, porque no se avergonzaron de Cristo aunque en su nombre les hac¨ªan la guerra.
Hilari Raguer es historiador y monje de Montserrat.
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