Perseguidos por el fuego y la mala suerte
La cuadrilla contra el fuego de Alcorisa (Teruel), enfrentada a miles de hect¨¢reas de terreno despoblado listo para arder, ha perdido a la mitad de sus miembros en accidentes
El helic¨®ptero, modelo Bell 407, est¨¢ volcado sobre uno de sus costados en un campo de cereal rodeado por colinas. En el interior de la nave, los siete ocupantes permanecen quietos, amarrados por el cintur¨®n de seguridad a sus asientos. Parece que est¨¢n todos muertos. Los servicios de rescate sacan uno a uno los cad¨¢veres, hasta que se topan con un hombre que est¨¢ consciente, con los ojos abiertos. "Me llamo ?ngel Aznar", dice. Es el ¨²nico superviviente.
Media hora antes se escuchaba el ¨²ltimo mensaje lanzado por radio desde el helic¨®ptero: "Teruel, ya avistamos el fuego, nos dirigimos hacia ¨¦l". El piloto, con una abultada hoja de servicios, transportaba a los brigadistas de Alcorisa, los encargados de luchar contra los incendios en los vastos y solitarios campos del Bajo Arag¨®n, en Teruel. Seguramente se cruzaron con bandadas de perdices que hu¨ªan del fuego al que ellos se dirig¨ªan. En ese momento surcaban un valle. El aparato, de golpe, desapareci¨® del radar del Servicio de Medio Natural.
En la base de la brigada siempre han tenido claro que se juegan la vida en cada incendio que tratan de apagar
En los ¨²ltimos 10 a?os, se han contabilizado en Espa?a 53 v¨ªctimas mortales en accidentes de helic¨®ptero
Pr¨¢cticamente la mitad de la cuadrilla, 7 de sus 16 miembros, han muerto en los ¨²ltimos a?os en accidentes ocurridos mientras luchaban contra el fuego. "Su mala suerte ha sido nuestra buena suerte", asegura Javier Escorza, coordinador de esa unidad -la ¨²nica helitransportada de Arag¨®n que permanece activa todo el a?o-, consciente de que le pod¨ªa haber tocado a cualquiera. La semana anterior se hab¨ªan cuadrado los turnos. En ese vuelo en el que murieron seis hombres, que m¨¢s que compa?eros se consideraban hermanos, pod¨ªa haber viajado cualquiera de ellos. El brigadista Javier J¨¢vega, que anda estos d¨ªas con una mano vendada sujeta por un esparadrapo, deber¨ªa haber estado a bordo, pero dos semanas antes se hab¨ªa roto el tend¨®n y estaba de baja.
En la base de la brigada siempre han tenido claro que se juegan la vida en cada incendio que tratan de apagar. Trabajan codo con codo en un medio hostil, unos campos despoblados, un desierto demogr¨¢fico en muchos puntos, donde las llamas no encuentra freno. Eso es algo que siempre tienen presente. El retrato de Ruth Saura, una agente forestal fallecida, est¨¢ colgado en un rinc¨®n de la unidad, como si de una especie de altar se tratase. Javier Escorza, el coordinador de la cuadrilla, rememora al detalle lo ocurrido el d¨ªa de la muerte de Ruth, a principios de agosto de 2007. "Los que participaron en la extinci¨®n hicieron un descanso en una zona quemada, una vez que el fuego estaba controlado. De pronto, el tronco de un ¨¢rbol cuyas ra¨ªces se hab¨ªan quemado cay¨®, golpeando a Ruth en la cabeza. ?Cu¨¢ntas posibilidades hay de que eso ocurra?". El infortunado hecho aturdi¨® a este grupo de trabajadores de la empresa p¨²blica Sodemasa.
Los a?os siguientes fueron especialmente crueles para los brigadistas. En 2009, una tormenta el¨¦ctrica descarg¨® m¨¢s de 5.000 rayos. Ardieron 10.600 hect¨¢reas en jornadas en las que lleg¨® a haber hasta cuatro fuegos activos a la vez. Un trabajo fren¨¦tico. Peque?as poblaciones dispersas por toda la comarca tuvieron que ser evacuadas a toda prisa. La cuadrilla trabajaba d¨ªa y noche. Volaban alto con el helic¨®ptero para evitar las resacas y los malos vientos de los incendios que tiznaron el cielo del Bajo Arag¨®n, un lugar que sirvi¨® de inspiraci¨®n a Luis Bu?uel para retratar la soledad casi m¨ªstica que aparece en sus pel¨ªculas. El calor intenso, los fuertes vientos de bochorno y la sequedad dificultaron ese a?o la extinci¨®n.
Esa terrible campa?a de incendios hab¨ªa desmoralizado a la cuadrilla, que conoc¨ªa cada palmo de monte que hab¨ªa ardido. Pero la racha de mala suerte no hab¨ªa acabado. En una de las intervenciones en la localidad de Cedrillas, el bombero Ram¨®n Conejero, que conduc¨ªa un cami¨®n cuba por un desfiladero, cay¨® por un barranco. Falleci¨®, en otro fatal accidente de los que han jalonado la historia de este equipo.
La de Alcorisa era una cuadrilla compuesta por personas que amaban la naturaleza. Hab¨ªan pasado juntos tantas horas que se hab¨ªan convertido pr¨¢cticamente en una familia, como recuerda cada uno de los compa?eros a los que se les pregunta. Siempre ocupaban la misma plaza en el helic¨®ptero. As¨ª que la ma?ana del s¨¢bado 19 de marzo, cuando son¨® el aviso de que un fuego amenazaba con expandirse por Villastar, a poco m¨¢s de nueve kil¨®metros, cada uno ocup¨® su lugar. El primero en subir, como siempre, fue el piloto, Albert Batll¨¦, catal¨¢n de 38 a?os. Sus colegas lo describen como un experto en prevenci¨®n de incendios. Acumulaba seis campa?as contra el fuego y m¨¢s de 1.600 horas de vuelo con el Bell 407, del que adem¨¢s era instructor.
A su derecha iba, de copiloto, Rafael Andreu Omella, agente forestal. Ten¨ªa 40 a?os y esperaba un hijo, al que quer¨ªa llamar ?ngel como su padre. Rafael era un amante del campo que disfrutaba con la tarea de recoger trufas con su perro y trabajar las tierras de sus padres. Su familia cont¨® a un periodista de La Comarca que est¨¢n recopilando todo lo que se publique para que su futuro hijo, al que ahora piensan llamar Rafael, sepa bien qui¨¦n era su padre y qu¨¦ le ocurri¨® media hora despu¨¦s de subir al helic¨®ptero.
?ngel Aznar, el ¨²nico superviviente, iba en la fila delantera, la que va de espaldas al piloto, junto a otro brigadista. Aznar ha permanecido cinco d¨ªas en la UCI del hospital Obispo Polanco de Teruel. En ese tiempo, mientras no pod¨ªa hablar, se especul¨® con que los miembros de la cuadrilla hab¨ªan intentando saltar a ¨²ltima hora del aparato cuando comprobaron que era imposible remontar el vuelo. No fue as¨ª. El joven herido, de 24 a?os, una vez recuperado, cont¨® a la Guardia Civil que todo hab¨ªa ocurri¨® muy r¨¢pido: notaron que el helic¨®ptero daba bandazos y de pronto comenzaron a caer en picado. El testimonio, considerado fundamental por los investigadores, no arroja luz suficiente para esclarecer las causas del accidente. Los brigadistas que quedan de la compa?¨ªa aseguran que ¨¦l es la esperanza que les da fuerzas para seguir combatiendo fuegos, para seguir arriesgando sus vidas. Es la se?al de que la fatalidad no ha podido destruirlo todo.
?Por qu¨¦ cay¨® a plomo una m¨¢quina que no hab¨ªa dado ninguna incidencia t¨¦cnica desde su fabricaci¨®n? Es una inc¨®gnita. El aparato hab¨ªa sido revisado la misma ma?ana del accidente. Inaer, la empresa propietaria, asegura que no hab¨ªa registrado ninguna anomal¨ªa desde 2008, el a?o de su fabricaci¨®n, y se?ala que es un modelo presente en todo el mundo cuya reputaci¨®n est¨¢ contrastada. Alaba tambi¨¦n la experiencia de Batll¨¦, el piloto.
El sindicato de pilotos (SEPLA) se queja de que no haya una normativa espec¨ªfica de actuaci¨®n de los pilotos civiles en tareas de rescate y salvamento como ocurre en otros pa¨ªses, que usan medios del Estado y no subcontratas. En los ¨²ltimos 10 a?os, de acuerdo con los datos recabados, han muerto 53 personas en accidentes de helic¨®ptero. El anterior siniestro con mayor mortalidad tuvo lugar en Tenerife en 2006, donde murieron seis personas a bordo de un Sikorsky S-6. La comisi¨®n que investig¨® ese accidente recomend¨® crear una normativa de operatividad para los pilotos.
Al lado de Aznar viajaba una persona cuyo cad¨¢ver tuvo que ser retirado para acceder a la liberaci¨®n del superviviente. Pod¨ªa ser Javier Benaque. Aquel era el lugar que habitualmente ocupaba. Los investigadores sospechan que fue ¨¦l quien sufri¨® el impacto, lo que salv¨® a su compa?ero. Benaque acumulaba 11 a?os de servicio a sus espaldas y era un apasionado de sobrevolar la estepa a bordo del helic¨®ptero. Tambi¨¦n le gustaban los perros y la caza. Amaba la naturaleza y en ella descansar¨¢ para siempre. Sus cenizas se han esparcido por el barranco de Valdoria, un lugar al que acud¨ªa a menudo.
Otra de las v¨ªctimas, Jos¨¦ Ram¨®n Mil¨¢n, de 24 a?os, era un aficionado al rock que hac¨ªa los coros en el grupo de m¨²sica Sk¨¢ndalo P¨²blico. Sus familiares cuentan que hace poco estuvo en Zamora intentando ver por primera vez una manada de lobos. No lo consigui¨®, pero estaba dispuesto a volver a intentarlo. Desde el helic¨®ptero era imposible distinguirlos. Su compa?ero de asiento era Angus Thomson Gracia, casado y a punto de ser padre tambi¨¦n este mes de abril. Era aficionado a recrear las batallas de la Guerra Civil. Y m¨¢s all¨¢, en la misma fila, se sentaba Esteban Galve, el s¨¦ptimo ocupante, un brigadista de 35 a?os que siempre estaba en forma y haciendo deporte, deja un hijo de 10 a?os.
En ese aparato deber¨ªa haber estado J¨¢vega, trabajador de la base desde hace 13 a?os. Concretamente, tendr¨ªa que haberse sentado, como hac¨ªa habitualmente, en la misma fila de Benaque, Mil¨¢n y Thomson. La rotura de un tend¨®n le salv¨®. "Me he refugiado en mi familia para superar esta desgracia", se?ala este brigadista de 31 a?os que con apenas 18 a?os se uni¨® a la cuadrilla. El martes acudi¨® al funeral institucional por sus compa?eros que ofici¨® el obispo de Teruel, Carlos Manuel Escribano. El obispo se pregunt¨® durante la homil¨ªa por qu¨¦ hab¨ªan tenido que sufrir precisamente ellos ese fatal accidente, como aludiendo al azar m¨¢s que a un designio divino. Tras la ceremonia, las puertas del templo se abrieron y las familias partieron en un profundo silencio, como el que preside los vastos y deshabitados campos de la comarca.
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