?poca de soplones y polic¨ªas
Definitivamente la gente se ha convertido en un peligro para la gente. Siempre he pensado que esta era la ¨¦poca m¨¢s dif¨ªcil e inc¨®moda para los reyes, pr¨ªncipes, pol¨ªticos y personajes c¨¦lebres en general. Aparte del dinero que poseen o ganan (no todos: el sueldo de los terceros es del mont¨®n y por eso compran tanta loter¨ªa premiada o se hacen regalar trajes), pocas les quedan de las viejas ventajas. Antes aparec¨ªan en p¨²blico de vez en cuando y dispon¨ªan para s¨ª de tiempo no expuesto y protegido por la privacidad. Ahora se los ve a diario en actos y ceremonias sopor¨ªferos, viajan sin cesar, no descansan ni un fin de semana y, sobre todo, se ven continuamente acechados por una legi¨®n de ojos y o¨ªdos de monstruoso alcance: c¨¢maras y micr¨®fonos potent¨ªsimos por doquier, a todas horas y aunque est¨¦n en medio del mar. Los reyes, y las reinas, ten¨ªan antiguamente sus amantes y sus peque?os vicios, y era sumamente improbable que nada de ello trascendiera. Ahora, cualquier individuo semifamoso que ose ser infiel a su pareja, emborracharse, consumir drogas o despotricar con lenguaje m¨¢s o menos grueso, demuestra un considerable arrojo, porque lo m¨¢s seguro es que cualquier actividad suya que la mojigata opini¨®n p¨²blica actual juzgue censurable, sea descubierta y divulgada por todo el orbe, con consecuencias funestas para el transgresor. Si a?adimos que en los ¨²ltimos a?os todo el mundo lleva una c¨¢mara en su m¨®vil y es por tanto un paparazzo en potencia, y que buena parte de la humanidad sufre una irrefrenable vocaci¨®n delatora y un fr¨ªvolo deseo de perjudicar al pr¨®jimo, sobre todo al que se cree "envidiable" por cualquier raz¨®n, nos encontramos con que nadie est¨¢ a salvo nunca, ni siquiera las personas que no son p¨²blicas ni c¨¦lebres.
"Hoy todo el mundo es un 'paparazzo' en potencia con la c¨¢mara del m¨®vil"
Un ejemplo sencillo de esto ¨²ltimo: si cuatro empleados de una oficina se re¨²nen en un bar y uno de ellos empieza a echar pestes de su jefe, con la habitual exageraci¨®n a que lleva ser jaleado por la compa?¨ªa o verse enardecido por el alcohol, ya nadie nos puede asegurar que uno de los colegas no nos est¨¦ filmando a hurtadillas y no vaya a ir ma?ana a mostrarle al jefe las pruebas de nuestro delito. As¨ª, lo que antes sol¨ªa carecer de consecuencias -desahogos y palabras que se llevaba el viento-, hoy puede acarrearlas grav¨ªsimas. Se puede acabar con toda espontaneidad, con toda confianza, y, lo que es peor, con toda libertad. Nada le habr¨ªa sucedido al dise?ador John Galliano si no lo hubieran grabado con un tel¨¦fono m¨®vil mientras, borracho y a solas en un caf¨¦ parisiense, se encaraba con unos vecinos de mesa y les soltaba impertinencias de p¨¦simo gusto que para el puritanismo actual son "atrocidades" merecedoras de c¨¢rcel. Me trae sin cuidado ese modisto que parece salido de una anticuada obra de Jean Genet, pero no puedo evitar que los comentarios que han propiciado su denuncia y su expulsi¨®n de la casa Dior me recuerden a los que tantas veces he o¨ªdo a gente normal que se tornaba lenguaraz, o aun moment¨¢neamente venenosa, con unas copas de m¨¢s. Un respetabil¨ªsimo autor, que hace a?os recibi¨® el Premio Cervantes, se pas¨® medio partido Real Madrid-Real Sociedad, en Chamart¨ªn, gritando "ETA, m¨¢talos", sin que los amigos con quienes compart¨ªa tribuna se hicieran cruces ni le dieran mayor importancia. De haber habido una c¨¢mara a su lado, ese autor se habr¨ªa labrado un desprestigio vitalicio y jam¨¢s habr¨ªa sido galardonado. (Al d¨ªa siguiente, por cierto, lo asalt¨® el arrepentimiento y una p¨¦sima conciencia por los gritos que hab¨ªa proferido, as¨ª que todos los testigos lo olvidaron sin m¨¢s, sabedores de la habitual rectitud de ese autor.)
Hace muchos a?os, nada m¨¢s llegar a un caf¨¦ nocturno, me top¨¦ con una elogiada escritora que, sin que yo le hubiera hecho nunca nada -lo juro-, me salud¨® a improperios ("?Hay que acabar con este t¨ªo nefasto!", instaba a la concurrencia, y eso era lo m¨¢s suave), en manifiesto estado de embriaguez. Desde entonces he procurado evitarla -como a otra que me dej¨® en el contestador varios recados del tipo: "Si tuviera una metralleta te acribillar¨ªa ahora mismo sin compasi¨®n"-, pues ninguna de las dos se disculp¨® a posteriori jam¨¢s; pero, francamente, nunca se me ha ocurrido tenerlas por exterminadoras por causa de sus arrebatos, mientras que Galliano ha quedado, para los restos y para el mundo entero, como un nazi cabal porque, probablemente en un momento de lengua descontrolada, no se le pas¨® por la cabeza otra manera de insultar a sus vecinos de mesa que decirles: "Me encanta Hitler, habr¨ªa gaseado a gente como vosotros y vuestros putos antepasados". Yo o¨ª numerosas veces al hoy mitificado Michi Panero soltarles cosas equivalentes a quienes se le atragantaban en un bar: "C¨®mo echo de menos los tiempos de Ner¨®n: tipos como vosotros habr¨ªais sido pasto de los leones". Ni siquiera los vituperados sol¨ªan cabrearse ante semejantes exabruptos, eran ¨¦pocas en que se sab¨ªa poner las cosas en su contexto y su circunstancia, se distingu¨ªa la exageraci¨®n y no se defenestraba a nadie por un ocasional exceso alcoh¨®lico verbal. No se magnificaba, no se persegu¨ªa con sa?a cualquier salida de tono o metedura de pata, no se tomaba todo en serio siempre ni al pie de la letra ni se sacaba de quicio. Y no de todo quedaba constancia en forma de filmaci¨®n: no se era reh¨¦n, de por vida, de lo que se hab¨ªa dicho a la ligera en un ataque et¨ªlico o de furor. A muchos les parecer¨¢ mal que afirme esto, pero me parec¨ªan ¨¦pocas mucho m¨¢s civilizadas. Porque la m¨¢s incivilizada, intolerante y autoritaria de todas es aquella en la que muchos ciudadanos se convierten no ya en paparazzi, sino en chivatos y polic¨ªas permanentemente de servicio.
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