Romances 2.0, el cortejo se traslada a la Red
Las bodas de parejas que se han conocido en webs de contactos se disparan en Europa y EE UU
Si Cyrano de Bergerac viviera hoy, no escribir¨ªa poemas de amor, sino mensajes de Facebook. Podr¨ªa seguir haciendo lo mismo que hizo en vida: cortejar a su amada mientras ocultaba sus defectos tras hermosas palabras. Ahora, adem¨¢s, en el mundo de Internet 2.0, podr¨ªa crear un perfil embellecido, al nivel de sus dotes creativas, eligiendo fotos que disimularan la portentosa nariz que le hizo famoso.
As¨ª es el nuevo mundo de las relaciones sentimentales. Se est¨¢ acabando lo de conocer novio o novia en la barra de un bar. Cada vez hay menos parejas que se enamoraron en el gimnasio, en la biblioteca o paseando al perro. Bienvenidos al reinado de Internet, donde es la Red la que une y separa. Pero esto no es un ministerio del Amor, como el de la famosa novela de George Orwell. Aqu¨ª Internet no obliga a nadie: es un gran men¨², y el internauta decide de una muy nutrida carta.
Una industria de opciones ilimitadas ha nacido al calor de los sitios de citas
Hay seropositivos que solo buscan pareja entre ellos, y van sobre seguro
Una encuesta revela que los de 40 a?os son quienes m¨¢s usan los contactos
Internet ha desplazado a los bares como lugares para ligar
El perfil permite abusar del Photoshop y luego vienen los problemas
"Cuanto m¨¢s se tarda en ver al otro, m¨¢s riesgo de fracaso", advierte un experto
Un estudio publicado el mes pasado por la Universidad de Oxford afirmaba que el 34% de la ciudadan¨ªa ha probado a buscar pareja a trav¨¦s de Internet. Un 29,9% la encontr¨® y un 14,7% todav¨ªa la manten¨ªa cuando se realiz¨® la encuesta. El informe, titulado Yo, mi c¨®nyuge e Internet. Un cambio global en las relaciones sociales de las personas en red, se elabor¨® entrevistando a 25.200 personas en 17 pa¨ªses, en su mayor¨ªa europeos y con Espa?a entre ellos. Una de sus principales conclusiones desaf¨ªa la idea preconcebida de que Internet es un foro solo para j¨®venes. Comparando las edades a las comenzaron esas relaciones online, los autores concluyen que un 36% era mayor de 40 a?os, frente al 23% que era menor de esa edad.
De entre todos los internautas que encontraron pareja online, un 38,5% lo hizo a trav¨¦s de p¨¢ginas web espec¨ªficas para ello, como Match.com u OkCupid. Un 24% lo hizo a trav¨¦s de las p¨¢ginas de chat y un 14,1%, a trav¨¦s de redes sociales como Facebook o Twitter. Los chats, muy populares a finales de los noventa, ir¨¢n perdiendo presencia a lo largo de los a?os. Cuando se realice otra encuesta similar en los pr¨®ximos a?os, seguramente habr¨¢ un n¨²mero mucho mayor de encuestados que aseguren que se conocieron en Facebook, una red que se cre¨® en 2004 y que ya cuenta con 500 millones de perfiles.
James Farrell, de 32 a?os, conoci¨® a Jamie, su esposa y madre de su hija, precisamente por un error de Facebook. En abril de 2009 este escritor de Chicago cre¨® un perfil en esa red social para promocionar su ¨²ltimo libro y decidi¨® enviar un correo a sus antiguos compa?eros de clase del instituto Hubbard de Illinois. Lo hizo. Posteriormente se dio cuenta de que Facebook hab¨ªa unido incorrectamente a los alumnos de los institutos Hubbard, llamados igual, de Ohio y de Illinois, dos Estados del Medio Oeste norteamericano. "Gracias a aquella equivocaci¨®n nos hicimos amigos. Ella era divorciada y yo estaba separ¨¢ndome. Pasados seis meses, cuando yo ya me hab¨ªa divorciado tambi¨¦n, nos encontramos en persona", explica James.
Jaime se hab¨ªa mudado a Duluth, en Georgia. La distancia entre ambos hab¨ªa crecido de 650 a 1.170 kil¨®metros. En octubre, ella vol¨® a Chicago para asistir a la primera firma de libros de ¨¦l. "Pasamos el fin de semana juntos, fue una experiencia muy buena para ambos. As¨ª que, dos semanas despu¨¦s, Jamie hizo las maletas de nuevo, condujo 15 horas y se mud¨® de Georgia a Illinois", a?ade James.
En noviembre de 2009 se casaron y tuvieron un ni?o, Liam, que ahora tiene seis meses. "Nuestra uni¨®n fue posible gracias a Facebook", explica James. "Ahora no comprendo c¨®mo me pude perder las grandes opciones de esa red social. Me parece que perd¨ª mucho tiempo antes de estar totalmente conectado con la vida".
As¨ª piensan cada vez m¨¢s personas en todo el mundo. El cambio es inevitable. El relevo generacional en la era de Internet ha creado una cultura much¨ªsimo m¨¢s permisiva con las parejas que se han conocido online. Ya no causa tantos reparos el responder a la pregunta "?c¨®mo os conocisteis?" con un "en Internet". Asegura un reciente estudio de la consultora Chadwick Martin Bailey para Match.com que una de cada seis parejas casadas entre 2009 y 2010 en Estados Unidos se conocieron a trav¨¦s de sitios de contactos en Internet.
Seg¨²n la misma encuesta, entre los medios para conocer a una pareja, el primero es el lugar de trabajo o las aulas (un 38%); el segundo es a trav¨¦s de amigos y familiares (27%), y el tercero es ya la Red (17%), por encima de contactos entablados en bares, discotecas, grupos deportivos, parroquias u otros eventos sociales.
En EE UU se ha generado toda una industria a partir de los portales de contactos. Los hay para cristianos, para mormones, para afroamericanos, para vegetarianos, para amantes del yoga, para cin¨¦filos y para mel¨®manos. Las opciones son ilimitadas. A veces cumplen, adem¨¢s, un servicio m¨¦dico: hay grupos para personas que comparten condiciones m¨¦dicas, como ser seropositivos o tener el virus del herpes genital. Si hay algo que Internet ha ofrecido a las relaciones sentimentales es la llamada compartimentaci¨®n, y la capacidad de discriminar de una forma m¨¢s r¨¢pida y efectiva los rasgos que a uno le importan en el otro.
Los contactos a trav¨¦s de Internet comenzaron a generalizarse en los a?os noventa, con la popularizaci¨®n del uso de la Red. Dec¨ªa en octubre de 1992 una nota de la agencia de noticias Associated Press firmada desde Chicago: "Los foros inform¨¢ticos se est¨¢n convirtiendo en la escena nocturna de los a?os noventa, un punto de encuentro cibern¨¦tico donde la gente comparte sus pensamientos m¨¢s ¨ªntimos y, a veces, sexuales".
Era la edad antigua de la Red. No hab¨ªa ni Facebook ni Google. Ni siquiera hab¨ªa Messenger, Hotmail o Internet Explorer. Y ya entonces los primeros internautas exploraban medios para buscar lo que no encontraban en su entorno social.
Los chats de America Online crearon muchas parejas en EE UU. En sus primeros a?os, recelosa, la prensa norteamericana no sab¨ªa muy bien qu¨¦ hacer con ellos. ?Eran un pasatiempo temporal? ?Iban a cambiar las relaciones humanas? En 1996, el diario The Washington Post hizo sonar las alarmas: revel¨® que Margaret Anne Hunter, de 24 a?os, residente en Virginia, hab¨ªa demandado a su esposo, Thorne Wesley Jameson Groves, de 26, a quien hab¨ªa conocido en Internet, porque este hab¨ªa creado una gran mentira con la ayuda de la Red. Laboriosamente, se hab¨ªa construido una identidad falsa. Tan falsa como que el marido no era un hombre, sino una mujer, que hab¨ªa escondido su g¨¦nero. Hab¨ªa alegado que era seropositivo, le hab¨ªa dicho a su esposa que le quedaban meses de vida y que no pod¨ªa tener sexo con ella para no contagiarla. Escrib¨ªa entonces el periodista del Post: "Los servicios de Internet ofrecen una nueva v¨ªa para que los timadores se ganen la confianza de los que buscan amor. Los correos electr¨®nicos y los chats ofrecen un acceso r¨¢pido y f¨¢cil a personas de todo el pa¨ªs y de todo el mundo, pero -como sucede con todas las formas de comunicaci¨®n- pueden convertirse en veh¨ªculos para la manipulaci¨®n, para el enga?o y para el desamor, seg¨²n algunos psic¨®logos". Enga?os, sin embargo, ha habido siempre: en persona, por tel¨¦fono, o por carta, como el de Cyrano de Bergerac.
Casos como el del novio que era mujer acabaron por ser problemas marginales en un gran cambio que finalmente ha acabado alterando sustancialmente el panorama de las relaciones sentimentales. El verdadero amor encontrado por la Red qued¨® inmortalizado en la pel¨ªcula Tienes un email, de 1998, en la que una pareja entablaba una relaci¨®n a trav¨¦s del correo electr¨®nico para descubrir que en la vida real nada era como parec¨ªa en principio.
Hoy, una persona puede adornar su vida personal bajo el muro de un perfil de Internet: escoger las fotos m¨¢s favorecedoras, retocarlas con Photoshop, elegir los h¨¢bitos m¨¢s sanos y las aficiones m¨¢s populares, convertirse en alguien que no es.
Retrataba aquella pel¨ªcula el problema que ya asaltaba a Cyrano de Bergerac: ?qu¨¦ sucede cuando las cosas, sobre papel, son m¨¢s hermosas que cara a cara? "En los sitios web para buscar pareja hay una tensi¨®n: una persona siempre duda de si debe presentar un perfil idealizado, donde destaquen sus virtudes, donde pueda embellecer en cierta medida la realidad, o si presenta un perfil m¨¢s real, con sus defectos, con las fotos no tan favorecedoras, que muestren un aspecto m¨¢s realista", explica la profesora de Comunicaci¨®n de la Universidad de Rutgers Jennifer Gibbs, que ha estudiado este fen¨®meno durante la pasada d¨¦cada. "Uno debe tomar esta decisi¨®n, porque ese tipo de webs de contactos permiten un mayor control sobre la informaci¨®n que se comparte, permiten filtrar mucho m¨¢s lo que se deja traslucir de uno mismo".
Esa sensaci¨®n tuvo Marya Doerfel, de 44 a?os. Se dio de alta en el sitio web eHarmony en 2003. Ese portal funciona de un modo que aspira a ser cient¨ªfico: no es el internauta quien elige perfiles con los que contactar. Despu¨¦s de un exhaustivo cuestionario -con 258 preguntas del tipo "?cu¨¢nto bebes?" o "?cu¨¢nto ganas al a?o?"- unos algoritmos enlazan perfiles complementarios. A esos elegidos se les permite entonces contactar entre ellos. Mar¨ªa lo prob¨® durante nueve meses. Sali¨® con m¨¢s de 15 hombres. "?Sabes cuando te dicen aquello de que cuando creas un perfil online debes contestar de acuerdo a c¨®mo eres, y no a c¨®mo te gustar¨ªa ser? Pues tuve la sensaci¨®n de que algunos de esos hombres contestaban de acuerdo a una versi¨®n idealizada de s¨ª mismos", explica.
Marya, que es muy deportista y amante de la bicicleta, fue a una cita con un pretendiente que se hab¨ªa definido como ciclista. "No dudo de que tuviera una bici, y que la usara para pasearse por las calles de Nueva York, pero en cuanto a ciclismo a nivel aficionado o profesional, no ten¨ªa ni idea de lo que hablaba", explica. Perdiendo la paciencia, Marya decidi¨® ir a una ¨²ltima cita, con Albert, un hombre dos a?os mayor que ella. Hab¨ªa decidido que ser¨ªa la ¨²ltima, dada la falta de ¨¦xito (el precio mensual de eHarmony es de 59,95 d¨®lares, unos 42 euros) . Aquella ¨²ltima cita, sin embargo, fue un ¨¦xito. Marya y Albert acabaron saliendo durante dos a?os, hasta que se casaron en 2006. Ahora tienen una hija, que se llama Grace.
"Mi relaci¨®n ha sido posible gracias a Internet. Hasta entonces, mis pasadas relaciones no funcionaron. Era dif¨ªcil encontrar una pareja que me complementara. No se trata de ser iguales, sino de ser complementarios. Ese tipo de portales web permiten tener acceso a una cantidad m¨¢s amplia de personas. Adem¨¢s permiten seleccionar de una forma m¨¢s inteligente y racional. Visto as¨ª, a la larga, es mucho m¨¢s eficiente", explica Marya. "A m¨ª me cambi¨® la vida".
Asegura el estudio de la Universidad de Oxford en sus conclusiones que "en general, queda claro que conocer a gente online para amistad o con fines rom¨¢nticos es ahora una pr¨¢ctica com¨²n y, en otros contextos, dominante". Pero, como explica la profesora Gibbs, debe ser una forma complementaria a mantener una relaci¨®n fuera de la Red.
De hecho, es contraproducente prolongar mucho el contacto online antes de pasar al cara a cara. "Cuanto m¨¢s se tarda en ver al otro, m¨¢s opciones hay de fracaso, porque entonces se tiende a idealizar demasiado a a esa persona", explica Gibbs. Las relaciones online, al fin y al cabo, deben ser un pr¨®logo y no una finalidad en s¨ª misma.
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