Laberinto sucesorio
Lo que faltaba: adem¨¢s de los barones territoriales preocupados por las elecciones de mayo; de los aspirantes a liderar el Partido Socialista; de los militantes a la espera de saber qu¨¦ pasa; y de los ex¨¦getas del m¨ªnimo indicio procedente de La Moncloa; ahora tambi¨¦n los empresarios m¨¢s importantes del pa¨ªs han puesto su granito de arena en el laberinto sucesorio en el que, no se sabe por qu¨¦, se meti¨® el jefe del Gobierno.
No se trata, por descontado, de que los empresarios no tengan derecho a pronunciarse sobre un asunto que les afecta, ni de que no lo hayan hecho con argumentos razonables. Es m¨¢s, puede que su petici¨®n de que se aplace la decisi¨®n hasta 2012, repitiendo o no la escena ante los periodistas en la pr¨®xima copa navide?a, sea la que finalmente se imponga.
Aplazar el debate a 2012 no har¨¢ otra cosa que desangrar al Partido Socialista
Si esto era lo que faltaba es, sencillamente, porque los costes de provocar un anticl¨ªmax despu¨¦s de haber cebado el cl¨ªmax previo pueden resultar demoledores para el Partido Socialista, de manera que cuando el presidente del Gobierno venga a desvelar sus intenciones, estas no le importen ya rigurosamente a nadie. Entre otras cosas, porque la expresi¨®n "aplazar el debate sucesorio hasta 2012" solo significa que, hasta 2012, el Partido Socialista no har¨¢ otra cosa que desangrarse en el debate sucesorio. A partir de este momento y hasta que llegue la fecha fijada para el banderazo, sea este a?o o en el que viene, no habr¨¢ reuni¨®n del presidente con un miembro de su Gobierno que no se interprete como un respaldo o una desautorizaci¨®n; no habr¨¢ declaraci¨®n suya en la que no deje de mirarse al trasluz hasta el tiempo en el que conjuga los verbos; no habr¨¢ silencio al que no se le busque un doble sentido. Y todo ello multiplicado por el efecto que causar¨¢n las palabras y gestos de los potenciales sucesores.
Por el momento se desconoce el contenido del discurso que pronunciar¨¢ el presidente del Gobierno en el Comit¨¦ Federal de su partido previsto para el 2 de abril, aunque haya trascendido que no tiene intenci¨®n de hablar sobre su futuro. El list¨®n para que sus palabras resulten de alg¨²n inter¨¦s est¨¢ tan alto que es dif¨ªcil imaginar los asuntos que deber¨ªa abordar para superarlo. No porque esos asuntos no existan, desde las pr¨®ximas medidas econ¨®micas hasta la participaci¨®n espa?ola en las acciones militares contra Libia, sino porque lo ¨²nico que importa, a tenor de la expectaci¨®n que primero se liber¨® de la botella y despu¨¦s se ha intentado encerrar de nuevo, es la sucesi¨®n. Ni refiri¨¦ndose a ella, ni evit¨¢ndola, conseguir¨¢ ya que su intervenci¨®n se interprete en otra clave.
Han sido tantas las voces que dentro y fuera del Partido Socialista se han pronunciado sobre la sucesi¨®n que tal vez ninguna decisi¨®n del presidente del Gobierno pueda ya contentar a todas, evitando las fracturas internas y la p¨¦rdida de apoyos exteriores que lo ir¨¢n dejando cada vez m¨¢s solo.
Si hace caso a la petici¨®n de los empresarios y aplaza la decisi¨®n hasta 2012, los barones territoriales que propon¨ªan despejar la inc¨®gnita cuanto antes se sentir¨¢n postergados y le responsabilizar¨¢n de la derrota electoral que padezcan algunos de ellos. Si hace caso a estos, los empresarios le reprochar¨¢n haber puesto en peligro la recuperaci¨®n. Pero es que, adem¨¢s, los sucesores que han empezado a perfilarse tambi¨¦n tienen preferencias distintas sobre el momento en que deber¨ªa abrirse la carrera. Unos u otros saldr¨¢n inevitablemente perjudicados y, con ellos, los apoyos que han ido cosechando en el partido.
En medio de este ca¨®tico deambular para encontrar la salida del laberinto sucesorio en el que, como en todos, hubiera sido mejor no entrar porque luego no hay forma de salir, los dirigentes socialistas parecen haberse desentendido del mensaje que est¨¢n transmitiendo a sus potenciales votantes. Lo que les dicen, queriendo o sin querer, no es que est¨¢n a la b¨²squeda del mejor candidato para ganar las elecciones, sino del menos malo para perderlas. En fin, todo un programa para movilizar a un electorado que, hastiado de no entender nada, ha cambiado el miedo al Partido Popular por la resignaci¨®n ante su victoria. El presidente que se jactaba de ser el ¨²nico de izquierda que hab¨ªa tenido el pa¨ªs desde la transici¨®n, achacando cualquier cr¨ªtica a la ceguera generacional cuando no al rencor, se arriesga a ser el que deje a la izquierda m¨¢s desamparada que nunca. Y eso, se vaya, se quede, o haga lo que le parezca invocando la pamema del manejo de los tiempos.
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