Aire limpio para las ciudades
Resulta irritante la campa?a pol¨ªtica vivida a ra¨ªz de la crisis atmosf¨¦rica que se produjo hace unas semanas por unas condiciones meteorol¨®gicas poco favorables a la dispersi¨®n de los contaminantes en las grandes aglomeraciones urbanas. Las autoridades municipales y sanitarias se enzarzaron en una batalla absurda para tratar de ocultar o relativizar, seg¨²n los casos, una realidad irrefutable: la contaminaci¨®n, con altibajos, existe y resulta inevitable para los habitantes de las ciudades.
El origen, las caracter¨ªsticas y las consecuencias para la salud de dicha contaminaci¨®n son bien conocidos por los t¨¦cnicos de todo el mundo y en particular por los epidemi¨®logos. Estamos pues ante un grave problema de salud p¨²blica que en momentos cr¨ªticos bien merecer¨ªa la declaraci¨®n de alerta sanitaria por parte de las autoridades gubernativas. Y subsidiariamente, ser¨ªa deseable la intervenci¨®n autom¨¢tica de la administraci¨®n de Justicia.
La adopci¨®n de medidas sobre la movilidad en nuestras ciudades no traer¨¢ m¨¢s que ventajas
M¨¢s irritaci¨®n produce el hecho de que los Gobiernos locales de las mayores ¨¢reas urbanas dieran por sentado, desde el principio de la crisis, que no pensaban aplicar ninguna medida restrictiva sobre la principal fuente de emisiones nocivas, eso es, el tr¨¢fico motorizado. Aducir razones econ¨®micas que no se justifican, les sit¨²a en el mismo lado que aquellos que han tratado de boicotear la nueva ley contra el tabaquismo con el argumento de que perjudica a la econom¨ªa del sector hostelero.
Ahora, sin embargo, la crisis petrolera s¨ª ha llevado al Gobierno a tomar medidas precipitadas que, en conjunto, resultan poco convincentes. Recordemos que el transporte de personas y mercanc¨ªas consume el 60% del petr¨®leo en el mundo. Especialmente discutida ha sido la de reducir la velocidad en autopistas. Y ello, en parte, porque solo se han escuchado, amplificadas, las voces de los lobbies que suelen aparecer siempre en estos casos. No han podido resultar m¨¢s desafortunadas las declaraciones del piloto Fernando Alonso ironizando sobre el peligro que supone dormirse al volante si se circula durante un tiempo a 110.
Nuevamente, la improvisaci¨®n y la falta de coraje pol¨ªtico impiden afrontar de ra¨ªz un grave problema que en muchas ciudades europeas viene abord¨¢ndose por la ¨²nica v¨ªa de reducir el tr¨¢fico en las ¨¢reas urbanas. Cierto es que esas pol¨ªticas urban¨ªsticas no se improvisan, ya que implican crear condiciones favorables para caminar, ir en bici o usar el transporte colectivo. Son medidas que, coherentemente ensambladas, han sido aplicadas indistintamente por Gobiernos conservadores y de izquierdas en muchas ciudades europeas, incluidas algunas espa?olas, y han conseguido una amplia aceptaci¨®n social, creando una nueva cultura de la movilidad. En cualquier caso, se trata de medidas mucho m¨¢s sencillas y menos costosas que las que han conducido al modelo "todo por el autom¨®vil".
Pero tambi¨¦n es cierto que a corto plazo se puede empezar por forzar el cambio de h¨¢bitos, por ejemplo, para aquellos que ahora mismo realizan trayectos cortos en autom¨®vil, que son f¨¢cilmente trasvasables a medios m¨¢s ecol¨®gicos, o para los que utilizan los centros como atajos.
La ciudad de Valencia ofrece, desde hace ya unos cuantos a?os, una interesante experiencia durante las fiestas falleras, con la pr¨¢ctica supresi¨®n del tr¨¢fico privado durante los d¨ªas previos al de San Jos¨¦, en un per¨ªmetro que va m¨¢s all¨¢ del centro hist¨®rico. Cierto es que se trata de una situaci¨®n excepcional, con disminuci¨®n de la actividad laboral, aunque se aumentan durante esas fechas los servicios de transporte colectivo en unas condiciones alteradas por la entrada masiva de visitantes y turistas. Curiosamente, durante el resto del a?o, la excepcionalidad consiste en todo lo contrario, pues somos un ejemplo -casi ¨²nico ya en nuestro entorno europeo- de c¨®mo las Administraciones p¨²blicas, de uno y otro signo, de ¨¢mbito local o estatal, vienen estimulando el acceso de veh¨ªculos al centro de la ciudad.
Los Estados Unidos celebraron a finales de 2010 los 40 a?os de la ley del Aire Limpio (Clean Air Act, 1970) una pieza hist¨®rica de la legislaci¨®n, que ha generado importantes beneficios ambientales y de salud p¨²blica en aquel pa¨ªs. Aunque el objetivo fundamental de la ley era la reducci¨®n de las emisiones contaminantes de la industria, sucesivas enmiendas llevaron de una u otra forma a la reducci¨®n del tr¨¢fico. (Recordemos de paso que all¨ª las velocidades m¨¢ximas en autopistas siempre han sido inferiores a las espa?olas). En esta l¨ªnea, la Agencia Federal de Protecci¨®n Medioambiental ha anunciado recientemente un plan para regular las emisiones contaminantes de las plantas de energ¨ªa y refiner¨ªas de petr¨®leo, tras el fracaso en el Congreso de una ley sobre cambio clim¨¢tico.
Insistamos una vez m¨¢s, la adopci¨®n de medidas planificadas -no improvisadas- sobre la movilidad de nuestras ciudades no traer¨¢ m¨¢s que ventajas en todos los ¨®rdenes: en la reducci¨®n de las emisiones, en la dependencia energ¨¦tica, en la competitividad de nuestras empresas, en definitiva, en el saneamiento econ¨®mico. Pero sobre todo, en la salud y en el bienestar de los ciudadanos. ?A qu¨¦ esperamos?
Joan Olmos es ingeniero de Caminos y profesor de Urbanismo en la Universidad Polit¨¦cnica de Valencia.
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