Una pinza contra Obama
Los neocons le aplauden, la izquierda radical le critica. Por motivos muy pr¨®ximos. Es una guerra para derrocar a un tirano, en la que la mayor superpotencia utiliza la fuerza contra un pa¨ªs soberano, sin que unos y otros presten mayor relevancia a la cobertura del Consejo de Seguridad. Nada muy distinto de lo que sucedi¨® con Sadam Husein. Los neocons se sienten legitimados retrospectivamente en su guerra y la izquierda radical, reforzada en sus sentimientos antiamericanos. Todos ellos creen que Bush podr¨ªa firmar de la cruz a la raya el discurso pronunciado por Obama el lunes por la noche para explicar a sus conciudadanos la intervenci¨®n militar en Libia.
En Espa?a lo dice la voz neocon m¨¢s inconfundible, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, en una entrevista televisiva con Pedro Jos¨¦ Ram¨ªrez: "Creo que Obama se est¨¢ convirtiendo en el seguidor m¨¢s importante de las doctrinas de Bush. Ayer dijo que con la intervenci¨®n en Libia se ha evitado que se cometa una masacre. Eso se llama intervenci¨®n preventiva". Aznar confunde acci¨®n preventiva y guerra preventiva, algo que en ingl¨¦s queda perfectamente delimitado con las palabras preemption y prevention. La primera es la acci¨®n que se adelanta a una amenaza inmediata que se quiere evitar, y es una forma de leg¨ªtima defensa. La segunda es un tipo de guerra que pretende desarmar a un enemigo que potencialmente podr¨ªa llegar a ser una amenaza: es una guerra de agresi¨®n, unilateral y sin legitimidad ni justificaci¨®n alguna.
Los 'neocons' aplauden, los radicales le critican; unos y otros le equiparan con Bush en Irak
La de Irak fue una guerra del segundo tipo, aunque en alg¨²n momento los coaligados de las Azores intentaron convertir la amenaza potencial de las armas de destrucci¨®n masiva imaginarias en una amenaza inmediata: un documento del Gobierno de Tony Blair lleg¨® a situar temporalmente el peligro de que alg¨²n tipo de proyectil alcanzara a uno de los aliados en 45 minutos. En el caso de Libia, el presidente Obama ha recordado las amenazas de Gadafi, mucho m¨¢s tangibles y en parte ya verificadas, a los habitantes de Bengasi, a los que prometi¨® perseguir como ratas casa por casa.
A pesar de los esfuerzos de los adversarios de Obama, la disparidad entre las intervenciones en Irak y Libia y sus efectos va mucho m¨¢s lejos. La gesti¨®n de la guerra de Irak hizo temer por el futuro del sistema multilateral de Naciones Unidas. Nadie daba un duro, hasta hace bien poco tiempo, por el concepto de responsabilidad de proteger, surgido de las intervenciones llamadas humanitarias en los a?os ochenta y consagrado tambi¨¦n por Naciones Unidas. La intervenci¨®n en Libia, en cambio, ha significado un resurgimiento del multilateralismo. Sale reforzado el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, gracias a las resoluciones 1970 y 1973 sobre Libia, fundamentadas en el cap¨ªtulo VII de la Carta de Naciones Unidas que contempla la eventualidad del uso de la fuerza. El Tribunal Penal Internacional recibe tambi¨¦n un chorro de ox¨ªgeno a cuenta de estas resoluciones, por cuanto se le encarga la persecuci¨®n de los hipot¨¦ticos cr¨ªmenes contra la humanidad que hayan podido producirse. Regresamos, finalmente, al derecho de injerencia, que permite hacer realidad la responsabilidad de proteger a las poblaciones amenazadas, despu¨¦s del eclipse iniciado el 11 de septiembre de 2001.
Tiene m¨¢s fundamento, en cambio, una segunda observaci¨®n de Aznar sobre la acci¨®n en Libia cuando se?ala que "se est¨¢ extendiendo la intervenci¨®n m¨¢s all¨¢ del contenido de una resoluci¨®n concreta". Es evidente que intenta de nuevo justificar retrospectivamente la interpretaci¨®n expansiva de la resoluci¨®n 1441 del Consejo de Seguridad, que conminaba a Sadam Husein al desarme unilateral y solicitaba en caso contrario "los medios necesarios" para obtener dicho objetivo. Con dicha resoluci¨®n, la coalici¨®n de las Azores justific¨® la invasi¨®n a falta de una autorizaci¨®n expl¨ªcita del m¨¢ximo ¨®rgano ejecutivo de Naciones Unidas; al igual que luego intent¨® legitimarla a pelota pasada con la resoluci¨®n 1483, que reconoc¨ªa la ocupaci¨®n estadounidense y brit¨¢nica en Irak.
No es Aznar el ¨²nico que hace tales cr¨ªticas. Muchas voces, Putin entre otros, denuncian una interpretaci¨®n laxa de la resoluci¨®n 1973, que ha permitido ya ataques a¨¦reos contra fuerzas terrestres en todo el territorio libio, sin que tenga que ver directamente con la zona de prohibici¨®n de vuelos ni con la protecci¨®n de la poblaci¨®n. Otras voces se alarman ante la entrega de armas a los rebeldes, insinuada por Obama y discutida en la reuni¨®n de los coaligados en Londres. Lo mismo cabr¨ªa decir de una acci¨®n dirigida a detener o liquidar a Gadafi, en cumplimiento de un derrocamiento que no est¨¢ contemplado expl¨ªcitamente por la resoluci¨®n. Todas estas interpretaciones argumentan, con la guerra de Irak en mano, para exigir el m¨¢ximo rigor en los l¨ªmites de dicha resoluci¨®n o, en caso contrario, solicitar una nueva del Consejo de Seguridad, que esta vez dif¨ªcilmente obtendr¨ªa la abstenci¨®n benevolente de Rusia y de China. Lo quieran o no, son tambi¨¦n parte de la pinza.
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