El segundo principio de la termodin¨¢mica
Hace tiempo que circula un borrador oficial de propuesta de estatuto del personal docente e investigador universitario. En este art¨ªculo se hace una reflexi¨®n sobre dicho borrador a la luz del segundo principio de la termodin¨¢mica. Este principio tiene validez universal: vale para los minerales, los seres vivos, los motores y los refrigeradores. ?Valdr¨¢ tambi¨¦n para nuestras universidades?
Dicho principio puede expresarse en funci¨®n de una magnitud denominada entrop¨ªa. Su definici¨®n precisa es demasiado t¨¦cnica para traerla aqu¨ª pero puede visualizarse diciendo que la entrop¨ªa es una medida del desorden de un sistema y que el segundo principio afirma que en los sistemas aislados la entrop¨ªa siempre crece. Podemos imaginar por sencillez que un sistema aislado es un sistema abandonado a s¨ª mismo. Si en un vaso lleno de agua dejamos caer una gota de tinta negra, al cabo de un cierto tiempo se observa que la tinta se ha dispersado en el agua y que esta ha adquirido un color gris¨¢ceo homog¨¦neo: hemos pasado de orden (tinta a un lado y agua al otro) a desorden (mezcla). No se observa jam¨¢s el caso inverso, en que partiendo de la soluci¨®n homog¨¦nea las mol¨¦culas de tinta se "pongan de acuerdo" en retirarse todas ellas a un punto del vaso dejando el agua transparente.
Ser¨ªa mejor que el estatuto del personal docente e investigador universitario no pasase del estado de borrador
Las instituciones universitarias: facultades, departamentos o comisiones de contrataci¨®n pueden considerarse como sistemas termodin¨¢micos. Si funcionan aislados, su entrop¨ªa crece. Esto es, tienden a ser m¨¢s homog¨¦neos e indiferenciados (como la tinta dispers¨¢ndose en el agua). Ejemplos de estas tendencias son el desgraciadamente revitalizado concepto de "cuerpo ¨²nico de ense?antes", el reparto de los fondos sin tener en cuenta criterios de calidad, los baremos para los concursos de profesorado donde prime la antig¨¹edad (o su equivalente, los a?os de docencia) o la oposici¨®n a la contrataci¨®n de profesores provenientes de otros centros.
?Estamos condenados a ese aumento de entrop¨ªa resign¨¢ndonos a los comportamientos anteriores? Afortunadamente la respuesta es negativa siempre que, siguiendo el razonamiento termodin¨¢mico, seamos capaces de transformar el sistema universitario de aislado en abierto. Los sistemas abiertos son aquellos que no evolucionan aisladamente sino en cooperaci¨®n con el exterior y el segundo principio afirma que en ellos puede disminuir la entrop¨ªa. Esta disminuci¨®n de entrop¨ªa conduce a una mayor ordenaci¨®n. Por ejemplo, en los seres vivos el desarrollo ordenado de sus ¨®rganos va asociado a una disminuci¨®n de su entrop¨ªa; n¨®tese que los seres vivos son sistemas abiertos que interact¨²an con el exterior respirando, comiendo, etc¨¦tera. Para nuestro an¨¢lisis, un sistema universitario abierto significa que una universidad funciona con autonom¨ªa, pero utilizando unas condiciones fijadas externamente por otros agentes, condiciones que pueden ser de tipo normativo, incentivador, financiador.
Los agentes externos m¨¢s importantes para las universidades son los responsables de su financiaci¨®n: comunidades aut¨®nomas, ministerios, etc¨¦tera. El papel de estos agentes debiera ser el de contraponerse a la tendencia generadora de entrop¨ªa de las propias universidades mediante iniciativas que disminuyan la entrop¨ªa de estas. En el pasado ha habido ya iniciativas en este sentido como las de primar a los profesores m¨¢s eficaces (programa de sexenios), incentivar la adscripci¨®n de profesorado provenientes de otros centros (programas ICREA o el antiguo programa PROPIO) o establecer una sana competencia a nivel nacional e internacional entre j¨®venes investigadores (programa Ram¨®n y Cajal). Alguna otra medida planteada, como la de adecuar la subvenci¨®n obtenida a la calidad demostrada por cada centro, ser¨ªa indudablemente de la mayor importancia. Cabe una precisi¨®n aqu¨ª: con frecuencia algunos intentan medir esta calidad (o excelencia, como tambi¨¦n se suele llamar) mediante complejos aparatos burocr¨¢ticos. Nada m¨¢s desaconsejable que esta pr¨¢ctica; para distinguir la calidad de la Universidad de Berkeley de la de Dakota, por cierto ambas universidades p¨²blicas, no hace falta ning¨²n formulario, ni el seguimiento del n¨²mero de tutor¨ªas, ni el control del n¨²mero de alumnos por clase. Ni siquiera hace falta usar la palabra Bolonia. Basta con atenerse a su prestigio cient¨ªfico reconocido.
La lectura del borrador aludido al comienzo suscita el temor de que tienda a generar todav¨ªa m¨¢s entrop¨ªa igualadora. Como muestra, veamos algunas de sus propuestas m¨¢s llamativas: ci?¨¦ndose solo a la adscripci¨®n del profesorado, se contempla la posibilidad de que una persona llegue a catedr¨¢tico por acumulaci¨®n de puntos sin tener la m¨¢s m¨ªnima labor investigadora reconocida, asciende el reconocimiento de las labores de administraci¨®n y gesti¨®n al nivel de las de docencia e investigaci¨®n, se incluye a los sindicatos en la definici¨®n de los criterios de progresi¨®n profesional del personal docente e investigador. La gran f¨¢brica de entrop¨ªa de las universidades podr¨ªa multiplicar su producci¨®n a¨²n m¨¢s con esta normativa.
Para que la tan pregonada b¨²squeda de calidad y excelencia en la universidad no quede en mera palabrer¨ªa se requieren actuaciones concretas externas para que las universidades disminuyan su entrop¨ªa. Los que creemos en la universidad p¨²blica consideramos que ello es posible. Por ello confiamos en que el texto citado, en su versi¨®n actual, no pase del estado de borrador.
Juan Rojo es catedr¨¢tico de F¨ªsica de la Universidad Complutense.
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