Diez cosas a evitar en el norte de ?frica
Los activistas ¨¢rabes saben c¨®mo llevar a cabo una transici¨®n democr¨¢tica. No necesitan lecciones de la UE, sino una ayuda material sostenida en el tiempo. Democratizaci¨®n, por cierto, no significa europeizaci¨®n
Por fin la comunidad internacional ha reconocido sus errores en el norte de ?frica y Oriente Pr¨®ximo y ha prometido cambiar su pol¨ªtica hacia el mundo ¨¢rabe. Pero es desalentador que tantas cosas hayan tenido que pasar para que los l¨ªderes occidentales se dieran cuenta de lo que ya se ve¨ªa venir: muchos pa¨ªses ¨¢rabes llevaban a?os al borde del estallido de la violencia por la falta de reformas pol¨ªticas, sociales y econ¨®micas.
Ahora, los Gobiernos occidentales y la alta representante de la Uni¨®n Europea, Catherine Ashton, no paran de decir que van a "apoyar el futuro"; no se sabe muy bien qu¨¦ habr¨ªa que hacer para apoyar el pasado. Pero el futuro pol¨ªtico de la regi¨®n todav¨ªa es incierto. Uno de los principales retos consiste en ayudar a las poblaciones que ya han acabado con la dictadura, otro en ejercer presi¨®n sobre aquellos reg¨ªmenes que se muestran m¨¢s aptos para eludir el cambio democr¨¢tico antes de que sea demasiado tarde. Las lecciones aprendidas en Libia deber¨ªan ser suficientes: en vez de centrarse en "c¨®mo reaccionar", es mejor prevenir y apoyar la reforma pol¨ªtica.
Es desafortunado que l¨ªderes europeos elogien reformas cosm¨¦ticas en Marruecos o Jordania
El miedo a los islamistas en Egipto no deber¨ªa justificar que el poder quede en manos militares
Recientemente, la Comisi¨®n Europea y la Alta Representante han presentado propuestas para una Asociaci¨®n para la Democracia y la Prosperidad Compartida; ideas muy loables y bienvenidas. Sin embargo, hace falta mucho m¨¢s que buenas intenciones. En ese sentido, es casi mejor apuntar lo que no se deber¨ªa hacer en el nuevo Oriente Pr¨®ximo. La otra cara de la moneda de los siguientes "noes" son los "s¨ªes" que podr¨ªan servir de gu¨ªa para la acci¨®n internacional:
1. No crear expectativas que luego no se puedan cumplir. Las falsas promesas perjudican la reforma. El Proceso de Barcelona, creado para manejar las relaciones con los pa¨ªses del Mediterr¨¢neo, hab¨ªa prometido muchas cosas en materia de ayuda y comercio que nunca se cumplieron. Ahora, pocos en el mundo ¨¢rabe piensan que los Veintisiete sean capaces de ejercer una presi¨®n significativa.
2. No apostar por grupos o individuos espec¨ªficos. Todos dicen haber aprendido que no se debe favorecer a ning¨²n grupo en particular, pero los Gobiernos occidentales parecen incapaces de resistir la tentaci¨®n de apoyar a los individuos que consideran los reformistas m¨¢s prometedores, moderados y carism¨¢ticos. As¨ª no se suele llegar a ning¨²n lado.
3. No fijarse solo en las ¨¦lites. A menudo los que se dedican a promover la democracia por el mundo se obsesionan con las ¨¦lites y se olvidan de las normas institucionales subyacentes. Estas pueden parecer menos urgentes en medio de las protestas, pero cuando la reforma se relega a un segundo plano o se pospone, las transiciones tienden a flaquear m¨¢s adelante. No hay m¨¢s que mirar a Irak.
4. No ignorar a los pa¨ªses donde todav¨ªa no se ha dado el cambio democr¨¢tico. Es necesario apoyar a T¨²nez y Egipto. Pero hacen falta a¨²n m¨¢s esfuerzos con respecto a los reg¨ªmenes que se muestran m¨¢s resistentes a la presi¨®n de la sociedad. Hasta ahora, hay pocos indicios de que la comunidad internacional est¨¦ tomando nuevas medidas con relaci¨®n a pa¨ªses como Arabia Saud¨ª o Siria.
5. No caer en la trampa de las reformas a medias. No se debe confundir la prisa de algunos pa¨ªses ¨¢rabes por repartir enormes subsidios entre sus poblaciones con el fin de evitar las protestas masivas, con un verdadero compromiso hacia la reforma. Desafortunadamente, varios l¨ªderes internacionales ya est¨¢n alabando las medidas -insignificantes y claramente cosm¨¦ticas- en pa¨ªses como Marruecos, Jordania, Bahr¨¦in y Kuwait.
6. No ignorar los riesgos derivados de la captura del Estado. A menudo Occidente ha apoyado a nuevos dem¨®cratas, incluso cuando estos han intentado apropiarse de los recursos estatales al igual que el r¨¦gimen saliente. Hace falta no solo apoyar a los reformistas, sino tambi¨¦n ayudar a desarrollar las normas institucionales para evitar que la esfera pol¨ªtica (re)colonice las instituciones del Estado, especialmente en pa¨ªses ricos en hidrocarburos como Libia.
7. No militarizar la construcci¨®n de la democracia. El aparato de seguridad del Estado necesita ser democratizado y estar sujeto a un control civil, aun cuando parezca que eso podr¨ªa complicar las cosas. Incluso en ocasiones en las que el ej¨¦rcito desempe?a un papel positivo, ante la falta de una reforma del sector de la seguridad los militares podr¨ªan llegar a menoscabar la consolidaci¨®n democr¨¢tica. El miedo a los islamistas en Egipto, por ejemplo, no deber¨ªa dejar el poder en manos del ej¨¦rcito por tiempo indefinido, ya que podr¨ªa impedir que un nuevo Gobierno asuma el mando de la pol¨ªtica exterior y de seguridad, socavando la legitimidad del control civil y fomentando la aparici¨®n de grupos extremistas.
8. No agravar las dificultades que existen para organizar elecciones. No sirve solo apoyar la celebraci¨®n de nuevos comicios en T¨²nez, en Egipto y en otros lugares. Dado que los Gobiernos occidentales y el Servicio Europeo de Acci¨®n Exterior ya est¨¢n enviando observadores para supervisar los procesos electorales, hace falta comprender el contexto pol¨ªtico m¨¢s amplio que influye en todo el ciclo electoral. Con frecuencia, la comunidad internacional no entiende las formas sutiles de intimidaci¨®n e influencia que ejercen los reg¨ªmenes en la regi¨®n (tanto los que se encuentran en el poder como los de transici¨®n). Al final, se acaba por legitimar unos comicios manipulados. Asimismo, a menudo se ha preferido ignorar algunas de las imperfecciones de las primeras elecciones celebradas en un pa¨ªs tras el cambio democr¨¢tico, principalmente por temor a desestabilizar al nuevo Gobierno. Pero eso deja la v¨ªa libre para que la nueva ¨¦lite gire la balanza a su favor creando desperfectos electorales que a la larga ser¨¢n m¨¢s dif¨ªciles de corregir.
9. No olvidar a los partidos pol¨ªticos. Un problema recurrente consiste en que la asistencia internacional se centra en el Estado y en la sociedad civil, pero brinda muy poco apoyo a la sociedad pol¨ªtica. Los partidos pol¨ªticos son el v¨ªnculo clave entre la organizaci¨®n c¨ªvica y el Estado. La necesidad urgente de aglomerar movimientos c¨ªvicos espont¨¢neos y crear organizaciones pol¨ªticas inclusivas ya es evidente en el mundo ¨¢rabe. Actualmente, la debilidad del sistema de partidos constituye una barrera a la consolidaci¨®n democr¨¢tica y, en muchos casos, incluso 20 a?os despu¨¦s del proceso formal de transici¨®n.
10. No confundir democratizaci¨®n con europeizaci¨®n. Es posible que los nuevos Gobiernos ¨¢rabes quieran adoptar algunas de las normas y regulaciones occidentales, pero exportar todo el acquis communautaire no beneficiar¨¢ necesariamente el proceso de democratizaci¨®n. Podr¨ªa llegar a generar la percepci¨®n de que la UE intenta vender procesos institucionales bajo la bandera de la reforma del Estado de derecho que sirven m¨¢s a los intereses de los inversores europeos que a la justicia local. Hay que intentar incorporar parte de las estructuras e identidades tradicionales, incluso si algunas son consideradas no liberales. En caso contrario, esas formas tradicionales podr¨ªan resurgir y perjudicar el proceso de reforma. En Libia y otros pa¨ªses, el papel de las identidades tribales se hace notar a medida que colapsan las estructuras del Estado y hay que prestar la debida atenci¨®n.
Por ¨²ltimo, compartir con los pa¨ªses ¨¢rabes las experiencias occidentales de transici¨®n es una parte clave de las respuestas a las revueltas, pero hay que tener cuidado. Los activistas ¨¢rabes ya saben c¨®mo llevar a cabo una transici¨®n democr¨¢tica. Necesitan ayuda material, no lecciones abstractas. En el mejor de los casos, decirles qu¨¦ tienen que hacer es algo tangencial a la necesidad de solucionar los problemas relacionados con las din¨¢micas internas de poder. En el peor, podr¨ªa servir para resaltar el hecho de que los Veintisiete seguir¨¢n sin ofrecer el incentivo de la ampliaci¨®n al norte de ?frica, el ¨²nico aspecto de la pol¨ªtica europea de promoci¨®n de la democracia que realmente ha servido para fomentar la reforma en otras partes del mundo durante los ¨²ltimos 25 a?os.
Los jefes de Estado y de Gobierno occidentales, as¨ª como los diversos representantes de la pol¨ªtica exterior europea, deber¨ªan enfocar sus (limitados) recursos y sus capacidades diplom¨¢ticas en las ¨¢reas pol¨ªticas que podr¨ªan tener un impacto m¨¢s significativo sobre el futuro de Oriente Pr¨®ximo y el norte de ?frica. Incluso si las cosas empiezan a ir bien, es necesario mantener el apoyo y la presi¨®n en el largo plazo. Esta es la oportunidad de una generaci¨®n; necesitaremos otra generaci¨®n completa para cosechar todos los frutos.
Richard Youngs es director general de Fride.
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