Oficial, escritor y caballero

Londres, las 19.00, hora Zul¨². Acabo de entrar en el muy exclusivo y militar¨ªsimo The Cavalry and Guards Club de Piccadilly, en el coraz¨®n de Mayfair (Londres), pensando que llevo el pelo demasiado largo y voy vestido inconvenientemente casual, pese a la corbata, cuando alguien carraspea a mi espalda. Me giro -estoy contemplado un cuadro con muchos h¨²sares- y me encuentro con un guapo joven trajeado -¨¦l s¨ª- con elegante y discreta distinci¨®n. Tardo unos segundos en caer en la cuenta de que es Patrick Hennessey (1982), autor del celebrado libro El club de lectura de los oficiales novatos (o c¨®mo matar el tiempo mientras se hace la guerra) (que acaba de publicar Los Libros del Lince) y en su momento, en 2007, el capit¨¢n m¨¢s joven del Ej¨¦rcito brit¨¢nico. Precisamente mi anfitri¨®n. Nos saludamos un poco embarazosos ambos. ?l probablemente porque, acostumbrado a su pelot¨®n, esperaba algo mejor. En mi caso porque me ha parecido encontrarme frente al adolescente Harry Feversham de Las cuatro plumas, con soldaditos de plomo a¨²n en los bolsillos y una duda en el semblante a causa de los terribles relatos de Crimea de su padre, y no ante el s¨®lido soldado profesional que ha matado a varios talibanes con su arma en el polvoriento Afganist¨¢n. ?Dios, si parece casi un ni?o!

"Soy de clase acomodada. Entr¨¦ en el ej¨¦rcito por aventura y por probarme"

"Ser soldado te da atractivo. Vuelve el hombre a la antigua"

"En combate est¨¢s demasiado ocupado para sentir miedo"

"Matar no es tan fuerte como se cree. Despersonalizas"

Hennessey dej¨® el ej¨¦rcito, en el que ingres¨® en 2004, en 2009, y estudia para ser abogado especialista en leyes internacionales humanitarias. Su libro, en el que explica su vida militar, desde la instrucci¨®n hasta las operaciones y los salvajes combates a muerte que libr¨® en la ind¨®mita provincia afgana de Helmand, pasando por sus servicios de guardia ante los turistas, en uniforme de gala -gorro de piel de oso incluido-, en el palacio de Buckingham (Buck), posee una extra?a calidad literaria, normalmente inexistente en las memorias de la gente de uniforme. Tambi¨¦n una singular iron¨ªa. El t¨ªtulo responde al club informal que fundaron varios amigos oficiales jovencitos y pijos -la palabra es suya- en Irak, cuando se solazaban con libros despu¨¦s de las patrullas en plena bajada de adrenalina. "Hay generales que escriben interesantes memorias, esto es otra cosa", dice. "En parte son los recuerdos de Irak y Afganist¨¢n. Tambi¨¦n la historia de un chico que se convirti¨® en soldado, un relato inici¨¢tico. He procurado que sea una obra para un p¨²blico mucho m¨¢s amplio que el interesado en lo militar, que sirva para entender lo que es la vida de soldado".

En El club de lectura... asistimos al sadomasoquista adiestramiento (incluida la instrucci¨®n con bayoneta), escuchamos el ping-ping de las balas rebotando sobre los veh¨ªculos "como palomitas de ma¨ªz", observamos el brillo letal de luci¨¦rnagas rojas de las trazadoras, y asistimos entre varias agon¨ªas a la de un afgano aliado al que una explosi¨®n le arranca el glande de cuajo y a la de un camarada de Hennessey desangr¨¢ndose mientras lo atiborran de morfina, una escena que al propio autor le recuerda una foto de Robert Capa. Hay pasajes de combate asombrosos por su grado de primitivismo y brutalidad; parec¨ªa que ya no se luchaba as¨ª en el siglo XXI. El lenguaje es una curiosa mezcla de prosa literaria, modernidad -"surfear en las excitantes y peligrosas ondas de la bala que pasa roz¨¢ndote la oreja"-, jerga militar (un muerto es "T4" -baja prioridad de evacuaci¨®n-; una ametralladora GPMG, una "Jimpy") y expresiones tipo "fuimos al puto Irak, donde hab¨ªa hostias".

Pasamos al bar. Generales y coroneles de paisano, bien surtidos de copas, nos observan con brit¨¢nica discreci¨®n. Los flanqueamos por la izquierda como mandan los c¨¢nones, pero sin usar granadas. Hennessey me pregunta qu¨¦ quiero beber. Elijo oporto. ?l est¨¢ tomando ya un bloody mary, curiosa elecci¨®n si se tiene en cuenta que algunos de los temas que vamos a tratar son inevitablemente sangrientos. Nos sentamos junto a una mesita en un saloncito. Encima de Hennessey cuelga la edificante pintura de un jinete alanceando jabal¨ªes en la India, y frente a m¨ª pende el enorme cuadro de Godfrey Douglas Giles Revista de establos de la Royal Horse Artillery. Giles, pintor y oficial -alcanz¨® el rango de mayor-, comand¨® caballer¨ªa en El Teb y estuvo tambi¨¦n en la batalla de Tamai durante el intento de rescate de Gordon de Jartum. Durante la segunda guerra afgana particip¨® en la batalla de Khuski-Nakhud y se dice que vivi¨® la amarga jornada de Maiwand, con su lamentable p¨¦rdida de ca?ones ante los ghazi afganos... Hennessey me est¨¢ mirando con curiosidad. Para ganarme su confianza musito el lema de su club: Septem juncta in uno, "siete unidos en uno", el motto de la Household Division (por los siete regimientos que la componen).

La carrera militar de Hennessey se ha desarrollado en los Grenadiers Guards, con los que ha estado en Bosnia, y ha participado en la Operaci¨®n Telic en Irak (2006) y en la Operaci¨®n Herrick en Afganist¨¢n (2007). ?l est¨¢ muy orgulloso de esa unidad de ¨¦lite que gan¨® su nombre en Waterloo por su papel en la derrota de los granaderos de la guardia imperial de Napole¨®n. Aunque me parece que musicalmente se identifica m¨¢s con Coldplay que con Scipio -su himno- o con la marcha de los granaderos.

Le pregunto, para abrir brecha, c¨®mo lleg¨® al ej¨¦rcito. "Mi abuelo era oficial de caballer¨ªa, desembarc¨® en Normand¨ªa el d¨ªa D, en Sword con la primera oleada, y acab¨® en la RAF". Ah. "Pero no crea, mi otro abuelo era un intelectual progresista y objetor de conciencia, condujo ambulancias". O sea, que la cosa queda equilibrada. ?Cu¨¢l fue entonces la raz¨®n? "Es dif¨ªcil de explicar, supongo que es algo muy ingl¨¦s; tuve una educaci¨®n privilegiada, estudi¨¦ en Oxford, pertenezco a una clase acomodada. Quise probarme a m¨ª mismo. Saber de qu¨¦ estaba hecho, qu¨¦ pod¨ªa o no afrontar. Pens¨¦ que el ej¨¦rcito me dar¨ªa una respuesta. Tambi¨¦n hab¨ªa aburrimiento y ganas de aventura. Muchos amigos quedaron estupefactos ante mi decisi¨®n de enrolarme y mi familia no se mostr¨® nada feliz al principio". Vaya, y eso que su padre tambi¨¦n era militar, aviador naval. "Cuando decid¨ª ingresar en el ej¨¦rcito, este no era una instituci¨®n popular. Era algo muy old fashion. Pareci¨® que yo hac¨ªa algo muy exc¨¦ntrico. Ahora las cosas han cambiado, el apoyo a nuestras tropas es muy alto".

Tras pasar por la selecta Sandhurst, la academia de formaci¨®n de oficiales por excelencia, como explica en su libro, eligi¨® la infanter¨ªa de l¨ªnea. Wellington habr¨ªa aplaudido su decisi¨®n. "Es lo m¨¢s duro y aut¨¦ntico, s¨ª". Al propio Hennessey le sorprendi¨® lo r¨¢pido que se convirti¨® en soldado profesional, y lo pronto que lo enviaron al combate en una posici¨®n adem¨¢s de enorme responsabilidad. "Los hombres somos seres muy flexibles", reflexiona desde su baqueteada juventud. Hablamos de Kipling, pero ¨¦l, sorprendentemente, dice que prefiere a Evelyn Waugh. En todo caso, puntualiza, "la del soldado moderno es una nueva manera de vivir la guerra, con sus gafas de sol, su iPod, su ordenador, meti¨¦ndose en Facebook, escuchando m¨²sica de Metallica o el My My My de Armand van Helden, jugando con el frisbee y viendo pel¨ªculas". ?B¨¦licas? "S¨ª, la ¨²nica forma de entender la guerra es a trav¨¦s de las referencias de la cultura popular. Los soldados en Irak y Afganist¨¢n adem¨¢s hacen v¨ªdeos, sus propios videoclips, con fondo de rap, para enviarlos a casa o mostrarlos a los amigos y compa?eros. Es una forma de controlar la experiencia. Diriges tu propia pel¨ªcula y piensas que as¨ª quiz¨¢ sobrevivir¨¢s, hay algo psicol¨®gico ah¨ª". Y ven filmes. "S¨ª, es lo que produce mayor inmersi¨®n. Son muy importantes en la educaci¨®n del soldado. Nosotros sol¨ªamos ver Band of brothers, muy inspiradora de liderazgo, y Black hawk derribado, que te pone ante una situaci¨®n fluida" (!). Vaya, seguro que, en cambio, no les pasaban Senderos de gloria. "No, claro, ni Apocalypse now. En cambio s¨ª Un puente lejano y Gladiator". En el libro se relata un pase entusiasta de 300 al inicio de una operaci¨®n contra los talibanes. La pel¨ªcula favorita de Hennessey es Ice cold in Alex (Fugitivos del desierto, 1958), de J. Lee Thompson, la odisea en el desierto de un pu?ado de brit¨¢nicos huyendo de Tobruk. Y considera que Jarhead -filme de Sam Mendes y novela- capta muy bien la realidad de la guerra moderna.

En El club de lectura de los oficiales novatos aparecen muchos libros. ?l y sus amigos llevan alg¨²n volumen de Penguin Classic en el correaje: El coraz¨®n de las tinieblas, el Quijote, Tristram Shandy, Graham Greene? "Los libros siempre han sido importantes para m¨ª, y en el ej¨¦rcito leer era una v¨¢lvula de escape, te acercaba a casa y te daba un espacio privado propio. Resultaba muy terap¨¦utico". ?Cu¨¢les son sus libros de guerra favoritos? "Catch 22, de Joseph Heller; Adi¨®s a todo eso, de Robert Graves, Por qui¨¦n doblan las campanas, de Hemingway: los Despachos, de Michael Herr, por supuesto". ?Qu¨¦ libros hay en las bibliotecas de primera l¨ªnea? "Las novelas de Sharpe, Jeffrey Archer, cosas as¨ª". ?Era Hennessey un ni?o Airfix?, ?montaba modelos de aviones y barcos, jugaba con soldados en miniatura?, esas cosas? "No, el mito de la Segunda Guerra Mundial nunca ha sido la referencia de mi generaci¨®n, es demasiado pasado".

Hennessey me ha invitado a cenar, as¨ª que nos interrumpe con las cartas un camarero tan envarado que parece lord Cardigan. Aprovecho para estudiar a mi anfitri¨®n. Es guapo. Se parece a una versi¨®n juvenil y sin picard¨ªa de Brad Pitt. Lleva una incongruente pulserita de colores. Sus manos, que han disparado un Javelin y calado la bayoneta en ataques al viejo y terrible estilo contra los talibanes, parecen suaves. Mientras esperamos a que lleguen los platos, le interrogo acerca de qu¨¦ se siente en combate. "Es muy excitante. Hay una gran intensidad. Un foco. Produce una fuerte respuesta f¨ªsica. Endorfinas, un subid¨®n. El coraz¨®n se te pone a mil. A la vez, bajo el fuego sent¨ªa una gran responsabilidad por mi equipo, por mis hombres. Te sorprende la claridad del pensamiento. Es una experiencia muy adictiva". ?Como una droga? "De hecho, la qu¨ªmica del cuerpo en combate es parecida a cuando tomas drogas. Un c¨®ctel de adrenalina y dopamina. Luego sientes que te has vaciado. Necesitas urgentemente recuperar glucosa y lo haces a base de Gatorade y palomitas caramelizadas. Y llega la liberaci¨®n, el alivio de haber sobrevivido".

Hay testimonios de combatientes que sugieren algo sexual. Hennessey esboza un muy brit¨¢nico moh¨ªn de desaprobaci¨®n. "Bueno, el soldado est¨¢ bastante desprovisto". Como es muy educado, sin embargo, hace un esfuerzo por continuar. "Perdonar¨¢ que los brit¨¢nicos tengamos una evidente falta de l¨¦xico para seg¨²n qu¨¦ cosas, en eso es mejor ser franc¨¦s. Hay una equivalencia freudiana entre el acto de la procreaci¨®n y la destrucci¨®n, el orgasmo y la muerte. En combatir hay una carga sexual porque es la afirmaci¨®n definitiva de que uno est¨¢ vivo". En su libro, Hennessey se pregunta a qu¨¦ se parece el ¨¦xtasis del combate: "?Es como el gol de la victoria en el ¨²ltimo segundo?, ?es como el primer beso?, ?es como el momento triunfal en que le bajas las bragas?". Intento conciliar eso con la imagen que ¨¦l mismo describe de un talib¨¢n muerto en el cr¨¢ter de una bomba, sus entra?as mezcladas con las de una vaca destripada en el mismo combate, o la del pie del cabo primera Ball, recogido a 30 metros de su cuerpo. Me cuesta.

Le pregunto c¨®mo se siente hoy un joven soldado, ?es una sensaci¨®n de ser muy macho?, ?de virilidad? "Le dir¨¦ que a las chicas les interesas. Ser soldado te da atractivo. En esto las cosas han cambiado, tras la crisis de masculinidad de los noventa y lo de los metrosexuales ha vuelto el hombre a la manera antigua. ?Incluso mis amigas posfeministas responden a ello!". Uno no sabe muy bien c¨®mo catalogar a Patrick Hennessey. Atractivo, culto, con glamour de ni?o bien, presenta el enorme inter¨¦s de haber estado donde todos temer¨ªamos y haber salido aparentemente indemne. Pero carece de algo -desde luego, no valor, ni sex appeal, ni inteligencia-; es que no parece dudar, ni sentir piedad, ni miedo? "Nunca lo he experimentado; al menos en su forma m¨¢s extrema. Debe de ser algo gen¨¦tico. En combate est¨¢s demasiado ocupado para sentir miedo. Creo bastante en la teor¨ªa de lord Moran de que todos tenemos una determinada cantidad de valor que vamos gastando y ya est¨¢".

Es curiosa la revalorizaci¨®n de lord Moran; Sebastian Junger tambi¨¦n lo trae a colaci¨®n en su extraordinario Guerra (Cr¨ªtica, 2011), sobre su experiencia empotrado con una compa?¨ªa de la 173? brigada aerotransportada de EE UU en el valle de Korenhal -"el Afganist¨¢n de Afganist¨¢n"-, un libro que Hennessey recomienda. "En todo caso", contin¨²a, "en combate pasa todo tan deprisa, tienes que responder tan r¨¢pido? Quiz¨¢ luego, al recordar, te encuentras con que no puedes dormir. Yo soy muy perezoso, no le doy muchas vueltas, en eso soy afortunado".

Ha llegado la comida. Yo a¨²n estoy con mi tortilla, mientras que Hennessey ha dado cuenta de sus dos platos, ensalada y carne, con sorprendente velocidad -"costumbre de soldado", se disculpa-. Ha regado la cena con Coca-Cola, de la que se confiesa adicto. Le pregunto si nunca ha habido nada que le inspire miedo, aunque si no se lo han producido los Dragunov, los AK-47, las PKM y los mort¨ªferos RPG de los talibanes? "Depende del sentido de la palabra miedo. He sentido angustia, una comez¨®n ansiosa. La anticipaci¨®n es siempre peor que estar bajo el fuego, cuando viajas en la parte trasera del helic¨®ptero que te traslada para desplegarte en una misi¨®n o en un cami¨®n en zona peligrosa. Pero no es propiamente miedo. No me dan miedo las ara?as, las serpientes, la oscuridad, ni nada. Perder las piernas, quiz¨¢, a causa de un IED (improvised explosive device), una bomba activada al paso de tu veh¨ªculo, como sucede a menudo en Afganist¨¢n. Recientemente regres¨¦ como civil y estuve en una emboscada en patrulla sin disponer de un arma. Me pareci¨® lo peor, porque no ten¨ªa un papel que jugar. Cuando tienes un trabajo, hacerlo concentra la mente e impide que sientas miedo".

Le pido que precise m¨¢s lo que se siente bajo el fuego: "Es una sobresaturaci¨®n de emociones. Te notas como en una discoteca de luces vertiginosas y ruido. La sensaci¨®n de que todo da vueltas. De muchas cosas movi¨¦ndose a la vez. Se parece a lo que perciben los grandes deportistas. La satisfacci¨®n del combate viene de sentirte parte importante de una m¨¢quina que funciona, dependes de los dem¨¢s, ellos dependen de ti, como en el deporte; ?recuerda el discurso de Al Pacino en Un domingo cualquiera, aquellos 'quince cent¨ªmetros delante de nuestras narices'? Una secci¨®n de infanter¨ªa es un equipo, la forma de moverte, la interrelaci¨®n esencial con los otros soldados". Le recuerdo que estamos hablando de algo que implica matar. "Es peligroso profundizar en eso, yo trato de despersonalizar al enemigo, que no es lo mismo que deshumanizarlo". ?C¨®mo es matar? "No tan fuerte como imagina". Trato de continuar con la tortilla, pero noto la boca de corcho. Hennessey me observa con unos ojos de un gris helado que desmienten la inocencia de su juventud y me provocan un escalofr¨ªo. Sin embargo, es ¨¦l quien aparta la mirada. "Probablemente lo sientes luego. Pero durante el combate vas teniendo peque?os objetivos, no eres expl¨ªcitamente consciente de lo que est¨¢ pasando". ?Y luego? "Posiblemente. No soy muy religioso, creo en la dimensi¨®n moral e inmoral de las acciones. Quiz¨¢ un francotirador, que elige un blanco y dispara meticulosamente, es m¨¢s consciente del hecho preciso de matar". ?Se siente culpable Hennessey de haber matado? "No espec¨ªficamente. Trataban de matarme a m¨ª. Para el soldado moderno es raro ver al otro soldado cuando lo matas; para el piloto o el artillero es algo muy abstracto. Pero en Afganist¨¢n, la infanter¨ªa lucha muy a menudo al viejo estilo, en combates cuerpo a cuerpo. Mi preocupaci¨®n, mi miedo si quiere, era matar a alguien inocente, o equivocarme y causar la muerte de alguno de mis hombres".

La compa?¨ªa de Hennessey mat¨® entre 180 y 190 talibanes, seg¨²n las estad¨ªsticas oficiales.

Para mi sorpresa, Hennessey est¨¢ a punto de perder la compostura cuando le pregunto si logr¨® alguna medalla en Afganist¨¢n. "No. Solo una recomendaci¨®n. No lo siento por m¨ª, pero s¨ª por el equipo. Las medallas est¨¢n muy politizadas en todos los ej¨¦rcitos. Se ha perdido el sentido de la proporci¨®n".

-?Cree que ha sido un buen soldado, un soldado de verdad?

-Si no lo era al principio, acab¨¦ si¨¦ndolo al final.

-?Y qu¨¦ tal es volver, reintegrarse en la vida normal?

-Pierdes algo. Lo a?oras. Y es dif¨ªcil reajustarse. Yo fui muy afortunado, no sufr¨ª shock postraum¨¢tico, no he tenido pesadillas.

-?Cree que la experiencia de la guerra le ha hecho mejor o peor?

-La experiencia militar, incluida la guerra, me ha hecho crecer como persona. Te da otra perspectiva de la vida. Pero cuidado con pensar que lo militar es ¨²nico; otras experiencias, como la p¨¦rdida de los padres en la juventud, marcan igualmente much¨ªsimo. Nunca he cre¨ªdo que seamos mejores que los civiles.

-?Hablar¨¢ con sus hijos -cuando los tenga- de la guerra, de su guerra?

-?Por qu¨¦ no?, no me siento culpable de nada.

Llevamos horas de conversaci¨®n y a Hennessey le acomete una s¨²bita prisa. Tiene una cita. Recogemos los abrigos y nos marchamos juntos del club, pero no sin que antes me lleve a la biblioteca para admirar una espl¨¦ndida pintura de la carga de la brigada ligera en Balaclava. Al salir a Piccadilly hablamos de su admirado Slim, del moderno Rorke'Drift del regimiento Princesa de Gales rechazando 80 ataques de la milicia chiita en Al Amarah en agosto de 2004, de Inkerman, "la batalla de los soldados" -porque todos los oficiales murieron-, del malogrado Nolan y de la prensa. Hennessey es muy cr¨ªtico con ella y en el libro carga contra los corresponsales de guerra -"se hacen fotos con barba de dos d¨ªas en el desierto y luego se largan a Kabul a ligar con las chicas de las ONG"-. Le reprocho, por injustos, sus comentarios. Y me responde: "Mis soldados creen todo lo que leen y me temo que los periodistas no son conscientes de la responsabilidad que eso supone".

Con esta ¨²ltima defensa de su pelot¨®n, nos separamos precisamente ante Apsley House, la casa de Wellington. El joven marcha hacia el metro de Park Lane. Me pregunto si seguir¨¢ suscribiendo el viejo proverbio del Panshir que cita en su libro: "Los que han conocido la tempestad se asquean de la calma".