Obediencia
En las ¨²ltimas ocasiones en que asuntos televisivos han rozado instancias judiciales se ha producido una coincidencia curiosa, digna de comentario. Primero fue Ana Rosa Quintana, que para eludir cualquier responsabilidad de presi¨®n o manipulaci¨®n en la entrevista de una colaboradora con la mujer del presunto asesino de la ni?a Mari Luz donde esta culpaba a su marido, declar¨® ante la juez que en su programa se limitaba a cumplir un gui¨®n.
Pese a que cualquiera tiene derecho a elegir la estrategia de defensa que mejor le convenga, fue un jarro de agua fr¨ªa para todos los que piensan que Ana Rosa es la presencia m¨¢s importante e influyente que hay en la televisi¨®n de Espa?a. No solo dicta una vertiente moral, est¨¦tica y formal desde su programa, sino que adem¨¢s es cara y nombre de una revista de quiosco, privilegio al alcance de muy pocos comunicadores a semejanza del reinado de Oprah Winfrey en Estados Unidos.
Ahora el antiguo portavoz del Gobierno de Aznar, Miguel ?ngel Rodr¨ªguez, ha sostenido en sede judicial que sus declaraciones en las tertulias en las que participa responden a la exigencia de las cadenas para que los invitados sean contundentes y fieros. Los espectadores comprenden as¨ª que los intensos contertulios son en realidad gr¨¢ciles delfines que saltan a la mano del entrenador para recibir la sardina tras cada puntual intervenci¨®n. No deben pues sufrir los espectadores m¨¢s cr¨¦dulos, todo es una coreograf¨ªa sin contenido real al servicio de un espect¨¢culo vac¨ªo y c¨ªnico.
Puede que la obediencia debida de Rodr¨ªguez llegara a¨²n m¨¢s lejos. Al fin y al cabo, cuando llam¨® nazi al doctor Luis Montes, respond¨ªa como un soldado fiel a la consigna de la presidencia de la Comunidad de Madrid. Desde all¨ª, se trataba de liquidar en cacer¨ªa medi¨¢tica lo que no se pod¨ªa perpetrar con acusaciones falsas ni montajes ultracat¨®licos.
El da?o, o al menos es lo que se quiere alegar en el juicio, es ¨²nicamente un efecto colateral del verbo que agita las tertulias en los medios. Los leones son obedientes al domador, rugen por bien del circo. Se necesita la solemnidad de un proceso judicial para decir en voz alta que en la tele nada es como parece, todo es obediencia debida a un ente superior.
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