Ser gallego
?Qu¨¦ es ser gallego? A esta pregunta se le han intentado dar muchas respuestas, casi todas ellas insatisfactorias. Paul Lafargue, el yerno de Marx, nos dej¨® incluidos en el Guinnes de los pueblos esclavos, que aman el trabajo, lo que en su pluma de autor de El derecho a la pereza no constitu¨ªa precisamente un timbre de gloria. Ni tan siquiera tendr¨ªamos la eximente de ser trabajadores por mor de una historia de pobreza, porque a la vista est¨¢ que hay infinidad de pueblos que, por m¨¢s que hayan tenido la experiencia de la miseria, no se les ha ocurrido por eso abandonar su amor por el ocio, que es caracter¨ªstico, por lo dem¨¢s, de los pueblos cultos y refinados cuando no se confunde con la molicie. Dicho esto, Valent¨ªn Paz Andrade narraba en alguna parte que en el siglo XIX muchos gallegos trabajaron como esclavos tanto en la construcci¨®n del Canal de Panam¨¢ como en Cuba. Esclavos en el sentido literal: esto es, vendidos en el zoco. El nuestro es un pasado que compite en hambre con el irland¨¦s.
Los viejos prejuicios que el pa¨ªs tiene acerca de s¨ª mismo se mantienen con notable acuidad
M¨¢s tarde, creo recordar -cuando uno cita ha de hacerlo de memoria si no tiene el libro a mano- que fue Paul Preston quien, en su biograf¨ªa de Franco, lo describ¨ªa como un gallego taimado, condici¨®n esta que le habr¨ªa permitido irse deshaciendo poco a poco de sus competidores en el generalato para irse instalando como Caudillo y Dictador de Espa?a, que lo fue, al parecer. El fallecido psiquiatra Carlos Castilla del Pino se vio obligado a cumplir su servicio militar en Ferrol en los a?os de la cruda posguerra. De su experiencia con enfermos del pa¨ªs sac¨® la siguiente pregunta, acaso ret¨®rica: ? eran esquizofr¨¦nicos, o simplemente gallegos? El escritor Paul Theroux haci¨¦ndose eco de una de las victorias de Fraga escribe en su Las columnas de H¨¦rcules: "Dec¨ªan que ten¨ªa todas las caracter¨ªsticas de los gallegos, que son, sobre todo, inexplicables y enigm¨¢ticos".
M¨¢s recientemente, diferentes dirigentes pol¨ªticos, han intentado profundizar en nuestra substancia, eso que Arist¨®teles define como "lo que est¨¢ por debajo de" y se mantiene inalterable a pesar de la diversa multiplicidad de los gallegos emp¨ªricos. Lo han hecho generando esc¨¢ndalo, pues todos los gallegos hemos salido al un¨ªsono como si fu¨¦semos damiselas pudibundas defendiendo nuestro honor vejado. La primera en picar fue Rosa D¨ªez, a quien, sin embargo, deber¨ªamos agradecerle su hallazgo ling¨¹¨ªstico. Ella nos ha explicado que se puede ser gallego de un modo no peyorativo, lo que siempre es de agradecer. M¨¢s tarde, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ha afirmado, respecto de Mariano Rajoy, que su condici¨®n de gallego no le impide tener grandes cualidades para ser presidente, lo que no deja de ser un alivio. Finalmente, menos ingenioso, como corresponde a su car¨¢cter de ¨¦mulo de Buster Keaton, Montilla ha acusado, con su cara de palo, a los diputados de CiU de comportarse como gallegos, esto es, como gente de la que no se sabe si viene o si va, que es, por decirlo as¨ª, el ep¨ªtome, la cumbre, el c¨¦nit cl¨¢sico de la esencia de la galleguidad buscada y encontrada.
Ese esc¨¢ndalo lo hemos montado con notoria hipocres¨ªa, y supongo que para divertirnos un rato, pues es cosa sabida que los gallegos no nos tenemos, en general, en mejor opini¨®n. Es m¨¢s, los viejos prejuicios que el pa¨ªs tiene acerca de s¨ª mismo se mantienen con notable acuidad. Y cabe decir que con cierta raz¨®n, pues la mayor parte son acertados. Lo que pasa es que a nadie le gusta que le digan las verdades del barquero, y adem¨¢s es m¨¢s f¨¢cil revolverse contra el mensajero que contra la cosa misma. El "somos galegos e non nos entendemos", de Juan de Valeyra, adagio tambi¨¦n atribuido al Conde de Lemos, resuena desde la Edad Media por todas nuestras llanuras y monta?as. Basta leer la prensa del pa¨ªs para constatar que, en efecto, la gente de Vigo no encuentra mayor placer que rivalizar con la de A Coru?a -al menos eso creen sus alcaldes y la prensa local. Ni los aeropuertos, ni los puertos mar¨ªtimos: si eso hay que pactarlo, en Galicia preferimos ser todos tuertos, y hasta ciegos.
Dado que soy de casa, espero que nadie me tirar¨¢ cantos rodados si digo que yo mismo he dejado por escrito la opini¨®n de que todo gallego deber¨ªa nacer acompa?ado de un prospecto, como los medicamentos. Un libro de instrucciones para su uso y, eventualmente, indicaciones para el manejo de las diversas piezas. Es cierto que la humanidad en general es oscura e insondable, metaf¨ªsica de una pieza, pero los gallegos, hasta d¨®nde se sabe, nos llevamos la palma. Otro psiquiatra, Santiago Lamas, ha escrito un bonito libro cuyo t¨ªtulo es ya el mensaje: Galicia borrosa. No me s¨¦ todos los himnos del mundo, pero ?hay alguno en el que su autor, el vate rom¨¢ntico, fundador de la naci¨®n, queriendo hacer alarde escriba "os tempos son chegados / dos bardos das edades / que ¨¢s vosas vaguedades / cumprido fin ter¨¢n"? Si hasta Pondal lo vio, algo habr¨¢, pues. Vamos, digo yo.
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