Ra¨²l, el mejor en todo sin ser el mejor en algo
En el par¨¦ntesis de tiempo que se abre cuando un jugador recibe el bal¨®n y se cierra cuando deja de tenerlo se condensan todas sus capacidades t¨¦cnicas, pero el criterio para decidir sobre la relevancia de aquello que se intenta realizar es tan importante como la destreza necesaria para ejecutarlo.
Cuando a la t¨¦cnica individual y a esta aptitud para dotar de sustancia cada decisi¨®n, se suma el sentido de la ubicaci¨®n en el campo para transitarlo de manera inteligente, nos encontramos ante un futbolista en pleno dominio de su oficio. De todos los compa?eros con los que he compartido mi carrera ninguno ha dominado tan bien el oficio del delantero centro como Ra¨²l.
La efectividad de Ra¨²l se apoya en muchos atributos pero especialmente en su sencillez. Curioso don para el que se precisan innumerables requisitos. La sencillez, en un juego de din¨¢mica fluctuante, significa nada menos que saber elegir y ejecutar con soltura aquella opci¨®n que, a posteriori, es f¨¢cil juzgar como la correcta.
Ra¨²l es un conspirador. Cuando toda la acci¨®n parece lejana, sin chances de generar alg¨²n tipo de peligro, estudia la posici¨®n de aliados y enemigos mientras planea minuciosamente d¨®nde y c¨®mo situarse. Se aprovecha de las lagunas del partido para encontrar las debilidades del rival. Cuando no logra superar a su adversario por m¨¦rito propio permanece agazapado esperando cualquier error, cualquier peque?a distracci¨®n.
No hay un momento del partido en que no est¨¦ tramando una manera de llegar al gol, sin embargo, por encima de los impulsos que generalmente gu¨ªan lo instintivo, nunca sustent¨® su efectividad en las peque?as miserias que surgen en el ¨¢rea: ese frecuente arranque de ego¨ªsmo que caracteriza a muchos de los grandes artilleros.
Ra¨²l edific¨® su formidable carrera goleadora con otros instrumentos: a la inteligencia t¨¢ctica, la t¨¦cnica y el despliegue f¨ªsico les sum¨® un inoxidable esp¨ªritu competitivo. Fundamental para cualquier equipo por generosidad, sacrificio y sentido colectivo. Un l¨ªder silencioso que contagia desde la acci¨®n, desde la certeza de saber que, mientras dure el partido, no se rendir¨¢ jam¨¢s.
Maneja todos los registros que definen al nueve y sin ser el mejor en ninguno de ellos -nunca cont¨® con la potencia de Drogba, la velocidad de Eto'o, la habilidad de Henry, el cabezazo de Morientes, el disparo de Vieri o Batistuta- logr¨® superar a todos sus competidores contempor¨¢neos europeos.
Ra¨²l no precis¨® ser el mejor en algo para ser el mejor en el todo. Para ello desarroll¨® hasta la perfecci¨®n atributos menos evidentes para los despistados, como el desmarque y el anticipo. Siempre marca con su movimiento el pase m¨¢s f¨¢cil y profundo a sus asistentes. Opera de manera magistral una dificil¨ªsima simetr¨ªa: acoplar ubicaci¨®n y tempo. Los dos factores que hacen del anticipo ofensivo un movimiento perfecto.
Su af¨¢n competitivo lo empuj¨® a salir de la comodidad de Madrid y probar suerte en Alemania, desafi¨® al que se sobrepone derribando con goles las barreras culturales que tambi¨¦n erige el f¨²tbol. Nadie hizo tantos goles en la historia de la Champions League y a¨²n as¨ª, en el segundo tiempo en San Siro, se le pudo ver lejos del arco, ayudando y conteniendo como volante por derecha. Atareado, no en aumentar las cifras de su r¨¦cord, sino en dar a su equipo lo que el partido requer¨ªa. Gestos que definen personalidades.
En el par¨¦ntesis de tiempo que se abre cuando empieza el partido y se cierra con el ¨²ltimo silbato del ¨¢rbitro, el que mejor entendi¨® lo que hay que hacer para marcar es Ra¨²l.
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