Jer¨®nimo Arozamena, juez dem¨®crata
Jer¨®nimo Arozamena Sierra era como aparece en la magn¨ªfica fotograf¨ªa que acompa?aba el obituario publicado por EL PA?S el pasado 9 de abril, dos d¨ªas despu¨¦s de su fallecimiento: inteligente, sonriente, afectuoso, noble, modesto, capaz de entender los asuntos m¨¢s complejos y dispuesto siempre a ayudar sin pedir nada a cambio.
Le conoc¨ª el a?o 1966, en Barcelona, donde ¨¦l era magistrado de lo Contencioso-Administrativo y ya hab¨ªa conseguido un gran prestigio personal y profesional. En aquella fecha yo empezaba a prestar servicios como fiscal. Muy pronto me sent¨ª atra¨ªdo por su capacidad intelectual y su bondad. Gran trabajador, excelente conversador, le gustaba reunirse con sus compa?eros jueces, fiscales y secretarios para hablar de todo lo divino y lo humano. Aunque predominaban los temas jur¨ªdicos, una parte de la conversaci¨®n se centraba en el futuro de Espa?a.
Su papel en la legalizaci¨®n del Partido Comunista fue decisivo
Pese a ser tiempos de dictadura, en los que desde el poder se transmit¨ªan mensajes de alejamiento de la pol¨ªtica, que se presentaba como actividad peligrosa y da?ina, Jer¨®nimo llevaba en la sangre su preocupaci¨®n por los problemas de la colectividad. Supe despu¨¦s que era hijo de quien, durante la Segunda Rep¨²blica, hab¨ªa sido alcalde de Reinosa (Cantabria) y secretario general de la UGT de la zona.
Terminada la Guerra Civil, su familia estableci¨® el domicilio en Barcelona. Estudi¨® Derecho. Ya licenciado, ingres¨® por oposici¨®n en la carrera judicial.
Como juez elabor¨® una jurisprudencia tendente a combatir las arbitrariedades del poder y a proteger los derechos fundamentales, entre ellos el derecho a la tutela judicial efectiva, lo que le impulsaba a dar respuesta motivada y r¨¢pida a las pretensiones de los ciudadanos. En uni¨®n de un equipo de magistrados del Tribunal Supremo, puso en orden una Sala que adolec¨ªa de enorme retraso. Y en su condici¨®n de primer presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional, consigui¨® que ese tribunal funcionase desde el inicio con celeridad y rigor. Somet¨ªa a sus componentes a intens¨ªsimas horas de trabajo. Deliberaba con exhaustividad y eleg¨ªa para s¨ª los asuntos m¨¢s dif¨ªciles. Cualquier tipo de queja quedaba excluida porque despachaba -y ayudaba a despachar- m¨¢s asuntos que nadie. Tras la muerte de Franco, su compromiso con la democracia lo llev¨® a atender la llamada de su amigo Manuel Jim¨¦nez de Parga, ministro de Trabajo en el primer Gobierno democr¨¢tico del presidente Su¨¢rez, y acept¨® el cargo de subsecretario. Continuando el trabajo de anteriores ministros de UCD, particip¨® en el desmontaje de los sindicatos verticales, facilitando el paso a los sindicatos democr¨¢ticos. Y cuando el presidente del Gobierno tom¨® la decisi¨®n pol¨ªtica de proceder a la legalizaci¨®n del Partido Comunista, Arozamena, junto con alg¨²n compa?ero de profesi¨®n, ofreci¨® al Gobierno una soluci¨®n t¨¦cnica jur¨ªdica que, en ejecuci¨®n de la sentencia de la Sala Cuarta del Supremo, facilit¨® la adopci¨®n de tan trascendental decisi¨®n.
Todav¨ªa era joven, sobre todo de esp¨ªritu, y por ello estaba en condiciones de prestar nuevos servicios al Estado democr¨¢tico. En cumplimento de la encomienda que le hizo el ministro de Justicia I?igo Cavero, presidi¨® la comisi¨®n (de la que formaron parte, entre otros, los magistrados ?ngel Rodr¨ªguez y Juan Antonio Xiol) que elabor¨® un anteproyecto de Ley Org¨¢nica del Poder Judicial, deca¨ªda, pero que constituy¨® un invalorable instrumento de trabajo para la elaboraci¨®n del proyecto de ley con id¨¦ntica denominaci¨®n que present¨® a la C¨¢mara el Gobierno socialista elegido en octubre de 1982.
Mas, quiz¨¢, sus m¨¢s relevantes trabajos como prelegislador y juez fueron los de su participaci¨®n, junto con los profesores Garc¨ªa de Enterr¨ªa y Rubio Llorente, en la preparaci¨®n del proyecto de Ley Org¨¢nica del Tribunal Constitucional y su posterior ejercicio como magistrado de dicho tribunal, del que fue vicepresidente bajo la presidencia de Manuel Garc¨ªa Pelayo. El indudable prestigio que el Tribunal Constitucional se gan¨® en aquellos a?os fundacionales se debi¨®, sin duda, a todos sus integrantes, entre los que se hallaba Arozamena, protagonista indiscutible en la instauraci¨®n y consolidaci¨®n del Estado social y democr¨¢tico de derecho.
Agotado su mandato en el Constitucional, Arozamena fue nombrado consejero permanente de Estado, puesto desde el que, hasta su voluntaria renuncia en 2009, cumpli¨® con lealtad, altura de miras, respeto al Derecho, honestidad y profundo sentido de Estado las funciones que la Constituci¨®n encomienda al supremo ¨®rgano consultivo del Gobierno.
Conocedor como pocos de la complejidad del Estado auton¨®mico, del que era firme defensor, puso su poder consultivo al servicio de una concepci¨®n tendente a reforzar la cohesi¨®n social, reducir los desequilibrios interterritoriales e impedir que el Derecho pudiera ser utilizado para la venganza pol¨ªtica.
Vivi¨® felizmente en el seno de una familia admirable. La alegr¨ªa y el optimismo de Mar¨ªa Jes¨²s, su esposa, lo contagiaba todo. Las tardes que sus compa?eros pas¨¢bamos junto al matrimonio y sus hijos dejaban en nosotros esa agradabil¨ªsima sensaci¨®n de bienestar que transmite la amistad.
Am¨® mucho a su tierra c¨¢ntabra. Se enamor¨® de Catalu?a, donde cuajo su personalidad. Y como hombre de Estado su prioridad absoluta estuvo siempre en la defensa de la convivencia democr¨¢tica y pac¨ªfica de los espa?oles. Estas l¨ªneas han sido escritas para mantener vivo su recuerdo y rendir al maestro el justo homenaje que se merece.
Fernando Ledesma Bartret es consejero permanente de Estado.
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