?Feministas sin saberlo?
Qu¨¦ fue antes, el huevo o la gallina? Nos podr¨ªamos plantear esta pregunta aplic¨¢ndola al orden en que emergen en la historia los feminismos y los cambios identitarios de las mujeres. Sin duda, los feminismos generan transformaciones significativas en las identidades femeninas a m¨¢s corto o largo plazo, se sea o no consciente de ello. En algunos casos, transformaciones progresistas -en confluencia con otros factores hist¨®ricos- y, en otros, fen¨®menos identitarios reactivos, como el de la misoginia rom¨¢ntica, que acu?a diversas figuraciones de la femme fatale, entre otras y en sucesivas reediciones.
En Espa?a han surgido recientemente estudios que dan interesantes elementos de respuesta a la pregunta as¨ª planteada. Se ha investigado exhaustivamente el fen¨®meno de la incorporaci¨®n de un grupo reducido pero significativo de la llamada Mujer Moderna al mundo de la bohemia masculina del primer tercio del siglo XX. Queda patente documentalmente la presencia de mujeres en los espacios de ocio masculinos connotados por la marginalia, la rebeld¨ªa, la contestaci¨®n al mundo burgu¨¦s biempensante como atm¨®sfera y complemento de la inspiraci¨®n art¨ªstica. Pues bien, ?c¨®mo interpretar la presencia de la llamada Mujer Moderna en estos ¨¢mbitos, inconcebible para la feminidad decimon¨®nica? Se trata, evidentemente, de una transgresi¨®n por parte de las mujeres, de un ejercicio de lo que Amelia Valc¨¢rcel llama "el derecho al mal" de las oprimidas que, para igualarse con los varones, no tiene por qu¨¦ presentar de antemano un certificado de superioridad moral: si va de ocio y de vicio, ocio y vicio para todos y todas. La noche es tambi¨¦n de las mujeres: no tenemos por qu¨¦ vivir bajo "toque de queda" (Lidia Falc¨®n).
La militancia feminista y el troquelado de nuevas identidades interact¨²an
Quiz¨¢s podr¨ªamos aplicar al fen¨®meno que nos ocupa lo que llamamos "el relevo de heterodesignaciones patriarcales". Desde Simone de Beauvoir sabemos que "la Mujer" es una heterodesignaci¨®n, una atribuci¨®n de identidad por parte de quien ejerce el poder sobre nosotras. Sujeto es aquel que administra sus propios predicados y se los endosa a los dem¨¢s. Pero para ello hay que tener poder. De acuerdo con Carol Pateman, poder implica control sobre las mujeres, capacidad de imponer la feminidad normativa. Pues bien: cuando se modifican o entran en crisis los discursos sobre la feminidad normativa vigentes, podemos maliciarnos que nos encontramos ante relevos de poder masculinos. Los varones que disputan a los otros su hegemon¨ªa pueden comunic¨¢rselo a ¨¦stos con discursos nuevos y pol¨¦micos con respecto a las mujeres. Al fin y al cabo, las mujeres hemos sido y, en buena medida, a¨²n somos objeto transaccional -lo dijo Claude L¨¦vi-Strauss- de los pactos y de los conflictos entre los varones. As¨ª, si los caballeros conservadores a la Ancien R¨¦gime afirmaban que "el buen pa?o en el arca se vende", los contestatarios -y podr¨ªamos alinear aqu¨ª a los efectos desde los liberales a los anarquistas: la progres¨ªa, por simplificar- querr¨¢n a las mujeres alternando en caf¨¦s, bailando tangos, foxtrot y charlest¨®n en los music halls, flirteando en los cabar¨¦s, fumando l¨¢nguidamente e incluso haciendo sus pinitos con la coca¨ªna... Se puede reconstruir, de la mano de nuestro historiador, toda una fenomenolog¨ªa de los tipos femeninos de este picante mundo de las tinieblas: las que emulaban a las vamps holliwoodienses, nueva edici¨®n de los "¨ªdolos de perversidad" (Dijkstra), las tanguistas, las artistas del "g¨¦nero ¨ªnfimo", las llamadas "apaches" venidas, como tantos hombres, huyendo de los horrores de la Gran Guerra...
Y bien, parece que aquellos varones as¨ª nos quer¨ªan. Pero ?c¨®mo se quer¨ªan las mujeres mismas? Por decirlo de otra manera, presionadas e incluso, a veces, bombardeadas por heterodesignaciones contrapuestas ?dispon¨ªan de lo que podr¨ªamos llamar un espacio de autodesignaci¨®n? Por supuesto que s¨ª. Y no s¨®lo por aquello de que "a r¨ªo revuelto, ganancia de pescadores" sino porque el discurso y las pr¨¢cticas feministas, que vindicaban la igualdad de las mujeres con los varones en tanto que, como ellos, eran seres humanos y quer¨ªan los derechos y las formas de vida que ¨¦stos se adjudicaban, estaban a la orden del d¨ªa. Desde este punto de vista, podr¨ªamos considerar a la Mujer Moderna como un precipitado identitario del feminismo aunque muchas veces no tuviera conciencia de ello. La militancia feminista y el troquelado de nuevas identidades interact¨²an: ?qui¨¦nes fueron feministas avant la lettre? ?Fueron las bohemias femeninas feministas sin saberlo? En cualquier caso, el parafeminismo, como podr¨ªamos llamar a la cultura del feminismo, de los pa¨ªses anglosajones se relacion¨® con la ley seca y otras prescripciones puritanas -muy pertinentes en su contexto, por otra parte-, mientras que el precipitado identitario del sufragismo en Espa?a fue, al menos en una medida cualitativamente significativa, "la otra cara de la bohemia"...
La otra cara de la bohemia. Entre la subversi¨®n y la resignificaci¨®n identitaria. Jordi Luengo L¨®pez: Universitat Jaume I. Castell¨® de la Plana. 2009. 739 p¨¢ginas.
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