La batalla por la identidad
Que ante una determinada propuesta, un partido pol¨ªtico se abstenga en el Parlamento (donde tiene mayor¨ªa), mientras vota s¨ª en un refer¨¦ndum celebrado en la calle, resulta por lo menos ins¨®lito. Y sin embargo, es lo que han hecho estos d¨ªas, frente a la propuesta de secesi¨®n de Catalu?a, Converg¨¨ncia y su l¨ªder, Artur Mas. Y Mas ha explicado que como persona est¨¢ a favor de la independencia, pero como presidente de la Generalitat, no la puede apoyar. Por un lado el coraz¨®n, por otro la cabeza... Y es que en eso, los espa?oles tenemos un viejo problema: no es f¨¢cil entregar nuestro coraz¨®n a Espa?a.
El franquismo, que en tantas cosas ha desaparecido sin dejar rastro, sigue condicion¨¢ndonos en cuanto a la identidad nacional. Pues en ese terreno consigui¨® algo tan provechoso para s¨ª mismo como fatal para el pa¨ªs: monopolizarla. Todav¨ªa hoy, la mera palabra "Espa?a" o la bandera nos evocan cosas tan siniestras como las arengas de Franco o tan rid¨ªculas como la frase de Jos¨¦ Antonio "ser espa?ol es una de las pocas cosas serias que se pueden ser en el mundo". Lo malo es que si ser espa?ol no es ser franquista, ?qu¨¦ es? La historia, los himnos, las fiestas... todo aquello en lo que podr¨ªamos fundamentar un sentimiento de pertenencia nacional, a la hora de la verdad, no nos sirve. El r¨¦gimen pol¨ªtico ha sufrido demasiados bandazos como para representar un santo y se?a, al modo en que lo es la monarqu¨ªa para los brit¨¢nicos o la Rep¨²blica para los franceses. El himno es una musiquilla militar sin gracia, sin historia y sin letra. Contrariamente al Thanksgiving estadounidense o al 14 de julio franc¨¦s, nuestras fiestas nacionales son movedizas (18 de julio, 12 de octubre...) o pol¨¦micas (los toros). ?Y los grandes artistas, pedestales del orgullo patri¨®tico en tantos pa¨ªses? Tambi¨¦n aqu¨ª, todo est¨¢ demasiado pol¨ªticamente connotado. Santa Teresa fue esgrimida por el franquismo como "Santa de la Raza"; Goya no nos deja olvidar nuestros disparates y desastres; Dal¨ª era embarazosamente franquista; Picasso se hizo franc¨¦s... Suerte que nos queda Cervantes. El ah¨ªnco con que se le reivindica estos ¨²ltimos a?os se debe seguramente a que es uno de los pocos iconos inofensivos de espa?olidad que quedan.
En Catalu?a, la mayor¨ªa se considera, a la vez y con la misma intensidad, catal¨¢n y espa?ol
?Entonces..? Un libro de la historiadora francesa Mona Ozouf, Composition fran?aise, nos hace una propuesta interesante. Nacida en Breta?a en 1931, hija de militantes de la lengua y la identidad bretonas, Ozouf ha vivido toda su vida bajo un dilema a la vez similar y distinto del nuestro. Distinto, porque en Francia la identidad nacional no ofrece duda: se encarna en el 14 de julio, La Marsellesa, el lema "libertad, igualdad, fraternidad"... Pero ?c¨®mo conjugar esa Francia si bien se mira tan abstracta, m¨¢s idea que pa¨ªs, con las vivencias concretas? En tanto que bretona y consciente de serlo, Ozouf vive su condici¨®n en unos t¨¦rminos excepcionales en Francia (donde los nacionalismos perif¨¦ricos son casi inexistentes) pero muy representativos, en cambio, de la mayor¨ªa de nosotros, que a la vez que espa?oles nos sentimos catalanes, o asturianos o andaluces.
La alternativa que sugiere Ozouf parece muy sencilla, pero es el resultado de toda una vida elaborando sus dos identidades. Lo que ella propone es vivirlas no como contradictorias, ni tampoco como complementarias: sino que la una -la bretona, hecha de lluvia, de top¨®nimos, de sidra...- sea el contenido concreto que convierta en real, en sentida, a la otra, la francesa, que sin ello resulta excesivamente seca. No se trata, pues, de ser o francesa o bretona, ni francesa pero bretona, ni siquiera exactamente francesa y bretona, sino francesa en tanto que bretona.
Lo cual nos devuelve a la pregunta: ?c¨®mo podemos ser espa?oles? Hace algunos a?os se puso de moda un concepto acu?ado por Habermas: "patriotismo constitucional". Pero si ser espa?ol no es nada m¨¢s que adherirse a la Constituci¨®n de 1978, el problema sigue intacto. Entre una f¨®rmula abstracta, por un lado, y las vivencias personales por otro, entre una opci¨®n pol¨ªtica y el amor a un paisaje... la batalla es desigual y la elecci¨®n imposible. La Constituci¨®n es incolora, inodora e ins¨ªpida. Las sardanas, el sabor del pan con tomate y anchoas, la gracia intraducible de palabras como bufan¨²vols... no tienen nada que ver y es imposible que lo tengan con el texto de una ley, por mucha que sea la convicci¨®n con que lo suscribimos.
De ese di¨¢logo de sordos entre dos maneras de entender la patria nace un gran malentendido: el de creer que unas vivencias solo pueden tener una determinada traducci¨®n pol¨ªtica. El monopolio que los nacionalismos perif¨¦ricos pretenden ejercer sobre sentimientos, paisajes o hitos hist¨®ricos es el mismo que ejerci¨® el franquismo, secuestrando lo que nos pertenec¨ªa a todos. No nos dejemos enga?ar: podemos elegir ser espa?oles sin ser por ello menos catalanes; ser catalanes puede ser el contenido concreto, vivencial, que damos a nuestra identidad espa?ola. Algo que, por lo dem¨¢s, la mayor¨ªa de los catalanes ya saben, pues el grupo m¨¢s numeroso de entre ellos, seg¨²n todas las encuestas, es el formado por quienes nos consideramos, a la vez y con la misma intensidad, catalanes y espa?oles.
Laura Freixas es escritora. Su ¨²ltimo libro de narrativa publicado es Adolescencia en Barcelona hacia 1970.
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