"El olvido es siempre la sombra de la memoria"
Posmodernismo? ?Qui¨¦n se acuerda de ¨¦l! Ahora de lo que se habla otra vez es del modernismo y la modernidad. Despu¨¦s del supuesto punto final de las vanguardias del siglo XX, una actitud cr¨ªtica, algo c¨ªnica, que se?alaba la voracidad del mercado y ca¨ªa seducida por lo light, cabe dar un paso adelante... y mirar hacia atr¨¢s. O, m¨¢s bien, hacia lo que nos rodea. Andreas Huyssen (D¨¹sseldorf, 1942), profesor de literaturas comparadas en la Universidad de Columbia (Nueva York), fue uno de los fundadores de la prestigiosa revista New German Critique y hoy es un activo pensador que pone a la cultura de nuestro tiempo bajo la lupa. Su nuevo libro recoge reflexiones sobre arte contempor¨¢neo, memoria hist¨®rica y las pol¨ªticas del olvido.
"La idea de que el posmodernismo era un nuevo y radical punto de partida no ten¨ªa sentido"
PREGUNTA. Su libro se titula Modernismo despu¨¦s de la posmodernidad. ?Se ha olvidado tan pronto el posmodernismo?
RESPUESTA. Parece un t¨ªtulo de Baudrillard: Olvidar el posmodernismo. Y ni siquiera hace falta, todo el mundo lo ha olvidado.
P. En todo caso, ?qu¨¦ significa el modernismo en este momento?
R. El t¨¦rmino es muy amplio y significa cosas diversas en distintos pa¨ªses. Pero creo que la idea de que el posmodernismo era un nuevo y radical punto de partida no ten¨ªa sentido. Se pod¨ªa explicar en un contexto norteamericano, pero en Europa no ten¨ªa sentido.
P. Pero estaban los fil¨®sofos franceses, Lyotard y La condici¨®n posmoderna...
R. Derrida, Foucault... Lyotard era un posmoderno, escrib¨ªa como tal, estaba m¨¢s cerca de Adorno que cualquier otro de los posmodernistas. Mientras us¨® el t¨¦rmino en el contexto de su relaci¨®n con los nuevos medios de comunicaci¨®n, no lo utiliz¨® en su medida en el sentido que le dimos en Estados Unidos. En todo caso, lo que ha pasado desde los a?os noventa es que la gente ha dejado de hablar de posmodernismo, pero hay muchas publicaciones nuevas en las que lo consideran como el pasado de nuestro momento actual, de nuestra pr¨¢ctica art¨ªstica. Y yo veo a muchos artistas de hoy, especialmente en lo que se llamaba el Tercer Mundo, que est¨¢n trabajando tanto con su propia tradici¨®n ind¨ªgena como con elementos del modernismo. Pienso en William Kentridge, en Sud¨¢frica, trabaja en torno al apartheid y asuntos relacionados con la memoria hist¨®rica, y ?c¨®mo lo hace? Con el vocabulario de las vanguardias sovi¨¦ticas de inicios del siglo XX. Como cuando hizo hace poco su versi¨®n de la ¨®pera de Shostak¨®vich, La nariz. Luego est¨¢ tambi¨¦n la artista india Nalini Malani, que hace trabajos con pintura inversa sobre vidrio y toda la tradici¨®n oriental, creando instalaciones que impresionan y parecen versiones de lo m¨¢s avanzado del arte experimental contempor¨¢neo. O la colombiana Doris Salcedo... Hay muchos ejemplos en la pr¨¢ctica del arte contempor¨¢neo que se interesan m¨¢s en las expresiones del modernismo a principios del siglo pasado, en Shangh¨¢i, en Jap¨®n, y los nexos que los ligaron a Occidente. No se trataba solo de una imposici¨®n del modelo occidental sino del hecho de que estas sociedades se estaban modernizando. Ten¨ªan su propia modernidad, distinta de la nuestra, de Espa?a, de Alemania, de la Europa occidental, creando un arte que tambi¨¦n incluy¨® elementos de las culturas ind¨ªgenas. As¨ª tenemos la sensaci¨®n de que todo el modernismo se est¨¢ expandiendo dr¨¢sticamente. Es el ¨¢rea donde hoy se pueden hacer investigaciones y cr¨ªtica de arte m¨¢s interesantes.
P. Mientras se sucedieron esas expresiones modernistas en los pa¨ªses en desarrollo, tanto ellos como el resto del mundo tuvieron la percepci¨®n de que eran como copias o simples ecos de los movimientos surgidos en el primer mundo.
R. S¨ª, en esos pa¨ªses hab¨ªa como un complejo de inferioridad con las obras de arte que ellos produc¨ªan con respecto a Europa. Totalmente injustificado. Por eso ahora hay un nuevo parang¨®n. Incluso en la propia Europa han surgido asociaciones n¨®rdicas de estudios de la vanguardia. Lo que conocemos es Ibsen, Strindberg, Edward Munch, pero hab¨ªa mucho m¨¢s. As¨ª que estos pa¨ªses est¨¢n explorando sus propias tradiciones de modernismo y vanguardia. Los pa¨ªses centroeuropeos tambi¨¦n lo est¨¢n haciendo, no pudieron estudiarlos durante la guerra fr¨ªa y el periodo sovi¨¦tico, pero hoy en la Rep¨²blica Checa, Polonia, Hungr¨ªa las est¨¢n revisando. Hay una noci¨®n sobre el modernismo que se va expandiendo, tanto en lo hist¨®rico en relaci¨®n con los a?os veinte como en la medida de la actual pr¨¢ctica art¨ªstica. Y esas confluencias son las que me interesan.
P. Hay algo parad¨®jico en que en el siglo XXI volvamos a los movimientos del XX.
R. Hay una pregunta y es: ?d¨®nde est¨¢n los nuevos experimentos formales y t¨¦cnicos en el arte de hoy? Hay algunas cosas en el ¨¢rea del arte digital que encuentro interesantes.
P. Usted ha escrito y pensado mucho acerca de la memoria hist¨®rica, sobre todo en los casos particulares de Alemania y Argentina. ?Qu¨¦ podr¨ªa decir al respecto con relaci¨®n a Espa?a y la manera en que se ha encendido el debate en torno a ese tema?
R. La memoria va siempre de la mano del olvido. El olvido es siempre la sombra de la memoria. Es inevitable y tambi¨¦n necesario. Si record¨¢ramos todo ser¨ªamos como el protagonista del cuento borgiano, Funes el memorioso. Y es algo il¨®gico. Creo que la Ley de Memoria Hist¨®rica espa?ola es muy importante por algunas de las restituciones que otorga, como la ciudadan¨ªa a exiliados o a sus descendientes. Y no lo es solo por estas restituciones sino porque ha creado una esfera p¨²blica en la que el pasado puede ser discutido. Hace unos d¨ªas di una conferencia en Barcelona, en el CCCB, sobre derechos humanos y las pol¨ªticas de la memoria. Hubo un profesor de leyes que dijo que en Espa?a la guerra hab¨ªa terminado hace m¨¢s de sesenta a?os y compar¨® el caso con el de Argentina, donde hay gente todav¨ªa que se puede cruzar con su torturador por la calle. Pero yo le dije que en Alemania, por ejemplo, el verdadero debate sobre el Holocausto no empez¨® hasta los a?os ochenta. M¨¢s de 40 a?os despu¨¦s. De modo que yo pienso que s¨ª es importante que la sociedad civil y los Gobiernos reconozcan o admitan lo que sucedi¨® en el pasado de manera p¨²blica. Eso de forma independiente a las exhumaciones, que son para las familias que solo quieren recuperar los restos de sus seres amados y darles un entierro adecuado.
P. ?Qu¨¦ piensa de la confusi¨®n del momento presente? ?Se han acabado las utop¨ªas?
R. No, yo creo que deber¨ªamos pensar m¨¢s en el futuro. Mis quejas respecto a la cultura de la memoria son que se habla demasiado del pasado y pensamos que se pueden solucionar las cosas pidiendo perd¨®n o disculpas. La cultura de la memoria en los estudios de Humanidades deber¨ªa estar conectada mucho m¨¢s estrechamente con los derechos humanos. Hay gente que critica lo uno y lo otro, dicen que si la gente recuerda sus sufrimientos se crea mayor inestabilidad. Mil¨®sevic, en Yugoslavia, es un buen ejemplo de esto. Tambi¨¦n en Palestina. La idea de venganza. Otros dicen que la ley es in¨²til, que los Gobiernos no las aplican. Como en Sud¨¢frica despu¨¦s del apartheid. Pero yo tengo los ojos puestos en los pa¨ªses ¨¢rabes con lo sucedido en los ¨²ltimos meses. Europa occidental y Estados Unidos siempre dijeron que los ¨¢rabes no pod¨ªan tener democracia, a no ser que nosotros la impongamos. Y, de pronto, tienes claramente un movimiento aut¨®ctono que pide libertad. Por supuesto que tendr¨¢ una dimensi¨®n religiosa, como nosotros tenemos las democracias cristianas en Europa. As¨ª que es un momento de esperanza, en mi opini¨®n. Libia sigue siendo una inc¨®gnita. Samuel Moyns ha escrito un libro titulado The last Utopia. Seg¨²n ¨¦l, despu¨¦s del fascismo, el comunismo y la modernizaci¨®n, la ¨²ltima utop¨ªa son los derechos humanos. Aunque yo creo que debe haber algo m¨¢s, solo con los derechos humanos no se puede construir un mundo alternativo. De todas formas, es algo por lo que hay que luchar.
Modernismo despu¨¦s de la posmodernidad. Andreas Huyssen. Traducci¨®n de Roc Filella y Mar¨ªa Abdo. Gedisa. Barcelona, 2011. 248 p¨¢ginas. 21 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.