Inmovilizados de pavor
El m¨¦todo m¨¢s eficaz para cargarse una palabra es su usurpaci¨®n y su consiguiente ensuciamiento por parte de los usurpadores. A ello han recurrido todas las dictaduras que en el mundo han sido. ?C¨®mo creen que qued¨® el adjetivo "democr¨¢tico" en el territorio que durante d¨¦cadas se llam¨® "Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana" y que no fue sino un Estado totalitario dominado por su ubicua polic¨ªa secreta, la Stasi? Pero no hace falta una dictadura para llevar a cabo la contaminaci¨®n. As¨ª lo hemos visto en nuestro pa¨ªs, donde el noble vocablo "liberal" (que, m¨¢s all¨¢ de su acepci¨®n econ¨®mica, no tan noble, signific¨® "Tolerante o respetuoso con las ideas o actitudes de los dem¨¢s", as¨ª como "Partidario del liberalismo", el cual a su vez fue definido como "Doctrina pol¨ªtica surgida en el siglo XIX, que aspira a garantizar las libertades individuales de la sociedad"), al hab¨¦rselo apropiado la derecha m¨¢s recalcitrante, ha quedado por los suelos. Hasta el punto de que el resultado ha sido a¨²n m¨¢s grave que el mancillamiento de la palabra (muy malparada sale, en efecto, si se la aplica a s¨ª misma Esperanza Aguirre): se ha acabado con la propia noci¨®n o concepto de "liberal", de tal modo que ya casi nadie, ni de izquierdas ni de derechas, est¨¢ dispuesto a serlo. Y esto, curiosamente, ocurre no s¨®lo en Espa?a, sino en todas partes.
Ya casi nadie, ni de izquierdas ni de derechas, est¨¢ dispuesto a ser 'liberal
Ser liberal, en su sentido social y en el uso m¨¢s coloquial del t¨¦rmino, equival¨ªa, entre otras cosas, a no inmiscuirse en la vida y en las costumbres de los dem¨¢s; a diferenciar entre las capacidades, la competencia y el talento de alguien y su moral, sus vicios particulares, sus ideas y sus creencias. Entre sus obras y su comportamiento en la esfera privada. Esa separaci¨®n lleg¨® a ser aceptada por la mayor¨ªa. S¨®lo los muy dogm¨¢ticos o los muy fan¨¢ticos eran incapaces de hacer la distinci¨®n. Alguna vez he contado que mi abuela Lola era tan cat¨®lica que se negaba a ver las pel¨ªculas de Chaplin o Charlot, "porque se ha divorciado muchas veces". Ella se lo perd¨ªa, indudablemente, ya que era mujer dulce, afable y de risa f¨¢cil, nada iracunda pese a su puritanismo. Tambi¨¦n recuerdo c¨®mo, durante el franquismo, numerosos falangistas y "leales al r¨¦gimen" se empe?aban en decir que Picasso era muy mal pintor y que sus "garabatos" estaban al alcance de cualquier ni?o, s¨®lo porque no pod¨ªan tragar al individuo con sus ideas "comunistas". Pues bien, este tipo de intolerancia desmedida ha regresado y se le inflige a cualquiera. No ya a los pol¨ªticos, cuyas andanzas sexuales empezaron a tenerse en cuenta en los pa¨ªses anglosajones y ahora ya son motivo para apartarlos de sus cargos en casi todo lugar, independientemente de lo bien que los desempe?en, sino a los intelectuales, actores, modistos, bailarines y cantantes.
Ya se ha comentado mucho la negativa del Estado franc¨¦s a rendir homenaje literario al novelista C¨¦line por sus posturas antisemitas, que son muy condenables pero que no influyen en la calidad de sus escritos. Ahora leo que una serie de televisi¨®n titulada Glee y protagonizada por Gwyneth Paltrow se plantea suprimir, ante las protestas, una secuencia porque en ella uno de los personajes iba a interpretar una canci¨®n -?de 1973!- compuesta por Gary Glitter, antigua estrella del pop brit¨¢nico que -con mucha posterioridad, en 1999- fue condenado por posesi¨®n de pornograf¨ªa infantil; luego, en 2002, deportado de Camboya a Vietnam bajo sospecha de actividades ped¨®filas, y, tras cumplir condena en este ¨²ltimo pa¨ªs, devuelto al Reino Unido, donde est¨¢ inscrito en el registro de delincuentes sexuales y tiene prohibido volar en compa?¨ªas a¨¦reas (?), como si en el transcurso de un trayecto, rodeado de pasajeros, fuera a poder practicar sus depravaciones. A m¨ª me parece bien que contra el se?or Glitter se tomen todas las medidas posibles para que no reincida, pero no entiendo que una canci¨®n de 1973, por el mero hecho de haberla compuesto ¨¦l, tenga que ser castigada y nunca m¨¢s escuchada, sobre todo si la canci¨®n es buena. No s¨¦, es como si las editoriales del mundo decidieran no volver a reeditar la maravillosa novela Bajo el volc¨¢n, de Malcolm Lowry, porque es sabido que ¨¦ste, alcoholizado, intent¨® estrangular un par de veces a su mujer, sin mucho ah¨ªnco, todo sea dicho. Aun as¨ª, las sanciones contra el ciudadano Lowry me habr¨ªan parecido justas y necesarias; las adoptadas contra su obra, semejantes a la represalia de mi abuela contra Chaplin por sus muchos divorcios.
Veo tambi¨¦n que en Rusia el director de bailarines de la compa?¨ªa Bolshoi, Guennadi Yanin, ha perdido el puesto y toda posibilidad de convertirse en director art¨ªstico porque "un emisor an¨®nimo" envi¨® a millares de emails y webs de todo el planeta "im¨¢genes de un hombre muy parecido a Yanin en posturas sexualmente atrevidas". El diario Kommersant observ¨® que el hombre hab¨ªa sido v¨ªctima de una t¨¦cnica utilizada por grupos cercanos al Kremlin para desprestigiar a opositores y cr¨ªticos: "Poco importa que las im¨¢genes sean aut¨¦nticas. El da?o ya est¨¢ hecho y el objetivo cumplido". En un mundo m¨ªnimamente liberal, esas im¨¢genes, aunque hubieran sido aut¨¦nticas, no deber¨ªan haber tenido la menor consecuencia para el se?or Yanin, si hac¨ªa bien su trabajo. Nos estamos deslizando hacia unas sociedades tan fan¨¢ticas, puritanas y represoras como la que alberg¨® la ¨¦poca de mayor esplendor de nuestra malfamada Inquisici¨®n. S¨®lo que lo que hoy se denuncia y condena es tan variado que pronto nos quedaremos todos inmovilizados de pavor.
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