Elogio de la inconsecuencia
Tras la consulta soberanista del d¨ªa 10 en Barcelona, el presidente de la Generalidad, Artur Mas, que hab¨ªa votado a favor, fue acusado de no ser consecuente con ese voto al abstenerse, tres d¨ªas despu¨¦s, de respaldar en el Parlamento catal¨¢n una proposici¨®n que planteaba un itinerario hacia la proclamaci¨®n de la independencia. Lo asombroso fue que el reproche procediera de sectores muy cr¨ªticos con el nacionalismo, que le acusaban de cobard¨ªa por no llevar hasta el final sus convicciones personales.
Enzensberger es autor de un breve ensayo, "El fin de la consecuencia", incluido en Migajas pol¨ªticas (Anagrama. 1984), cuya tesis central es que gracias a que algunas personas no fueron consecuentes hasta el final con sus ideas el mundo se hab¨ªa librado de unas cuantas cat¨¢strofes. Pone el ejemplo de Kruschov en la crisis de los misiles de Cuba. Ten¨ªa argumentos poderosos para no retirarlos, pero de no haberlo hecho es probable que se hubiera desencadenado la tercera guerra mundial. En el extremo opuesto sit¨²a Enzensberger a Pol Pot. Ese s¨ª que fue consecuente con las ideas sobre la revoluci¨®n que hab¨ªa aprendido en las universidades europeas: su aplicaci¨®n por los jemeres rojos entre 1975 y 1979 provoc¨® la muerte de unos tres millones de camboyanos.
Es la pluralidad catalana lo que aconseja a Artur Mas no llevar hasta el final su voto independentista
Dec¨ªa Adorno que la separaci¨®n entre teor¨ªa y pr¨¢ctica es uno de los grandes progresos de la civilizaci¨®n. Una cosa es votar a favor de la independencia en una consulta sin valor legal organizada por una asociaci¨®n privada (Catalunya Decideix), y otra poner en marcha un proceso de separaci¨®n de Espa?a.
Hace unos 20 a?os se produjo en el Pa¨ªs Vasco una oleada de soberanismo sobrevenido, especialmente juvenil, similar a la que ahora afecta a la clase pol¨ªtica catalana; con la diferencia, sin embargo, de que entonces hubo en Euskadi una considerable resistencia intelectual (y senior) a dejarse arrastrar por la corriente que no se ha observado en Catalu?a. Al rev¨¦s: se ha asistido a conversiones sorprendentes con el argumento de que ya no es necesario ser nacionalista para defender la independencia por motivos de inter¨¦s econ¨®mico.
En el libro de conversaciones entre Felipe Gonz¨¢lez y Miquel Roca, con arbitraje de Llu¨ªs Bassets, publicado recientemente por Planeta, dice el expresidente haber escuchado a Pujol invocar las grandes renuncias que tuvieron que hacer los nacionalistas en aras del pacto constitucional; y su respuesta: "Si no hubieras renunciado a nada, ?cuantas elecciones habr¨ªas ganado? ?Y [cu¨¢ntas habr¨ªa ganado] yo?". El paso de la ideolog¨ªa a la pol¨ªtica (y de la pol¨ªtica testimonial a la de gobierno) implica renunciar a imponer convicciones quiz¨¢s muy profundas pero que no comparte la mayor¨ªa. Y en la Catalu?a democr¨¢tica de hoy existen respuestas a las demandas de autogobierno (autonom¨ªa, federalismo) capaces de satisfacer a muchos m¨¢s ciudadanos que la separaci¨®n.
Pujol tambi¨¦n ha votado en la consulta independentista, con el argumento de que, tras haberse pasado la vida tratando de persuadir a los que optaban por esa v¨ªa, se encuentra ahora con que "no tengo argumentos para rebatirles"; y que ya no cree posible que Catalu?a pueda "conservar su identidad y desarrollar su proyecto dentro de Espa?a".
Es sorprendente que Pujol haya dejado de creer coincidiendo con el periodo de m¨¢ximo nivel de autogobierno de Catalu?a. A no ser que se trate de una variante de lo que observ¨® Tocqueville a prop¨®sito de la Revoluci¨®n Francesa: que la radicalizaci¨®n pol¨ªtica no es tanto consecuencia de la ausencia de reformas como de la frustraci¨®n que resulta de la imposibilidad de satisfacer las expectativas (o ilusiones) despertadas por promesas de cambio de dif¨ªcil cumplimiento.
El Pujol pragm¨¢tico que gobern¨® durante 23 a?os ha reconocido muchas veces que (como sigue sosteniendo Duran Lleida), la v¨ªa independentista es de dif¨ªcil viabilidad porque, entre otras cosas, no cuenta con el apoyo mayoritario de la sociedad catalana. Se dijo que la sentencia sobre el Estatuto era una m¨¢quina de crear independentistas, pero en las auton¨®micas de noviembre los partidos que lo son perdieron 9 de sus 23 esca?os; se sostuvo entonces que a cambio hab¨ªa aumentado el n¨²mero de independentistas entre los electores de CiU. Si as¨ª fuera tendr¨ªa que haberse manifestado en las consultas. Pero los resultados, con un voto favorable en torno al 18% del censo, no lo confirman, y en cambio s¨ª refuerzan la idea de que en Catalu?a existe una persistente distancia entre las preocupaciones de los representantes y las de sus representados.
Es l¨®gico, por ello, que Artur Mas se haya abstenido de trasladar la consulta virtual al Parlamento real. Y los que le reprochan no ser consecuente con sus ideas recuerdan, dir¨ªa Enzensberger, a la multitud que le grita al suicida que duda en lo alto del tejado: "Vamos, salta de una vez".
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