Personajes de ¨¦poca
Sarah Waters ha asentado su prestigio como narradora en sus novelas ambientadas en el pasado (El lustre de la perla, por ejemplo), en las cuales destacaba un peculiar inter¨¦s por la sexualidad en sus diversas formas. Llega ahora esta quinta novela tras el ¨¦xito cosechado por Ronda nocturna, y significa por un lado una continuidad en su trayectoria y por otro un cambio de rumbo. Interesada en ir m¨¢s all¨¢ de los modelos cl¨¢sicos y evitar los g¨¦neros -de ah¨ª su particular mezcla de historicismo y modernidad-, Waters se adentra en el t¨ªpico relato de casa embrujada con un poderoso bagaje de cr¨®nica de costumbres y el retrato hardyano de la Inglaterra herida de 1947. El resultado podr¨ªa haber sido mejor. No llega a ser un relato de fantasmas ni tampoco una novela realista, porque hay otros asuntos implicados en esta ambiciosa novela con diversidad de registros, desdibuj¨¢ndose a veces la psicolog¨ªa ambigua del narrador. Waters despliega el escenario de una gran mansi¨®n, Hundreds Hall, y su aristocr¨¢tica familia en apuros, los Ayres, vistos por los ojos de un m¨¦dico de pueblo, hijo de una antigua sirvienta de la casa. El doctor Faraday tiene una voz dubitativa y a veces prolija. Con ella reconstruye la tragedia sobrevenida a los Ayres y a la misma casa. Por un azar que deviene luego inter¨¦s Faraday se convierte en testigo de hechos raros que se presta a explicar y a tratar, como s¨ªntomas que son para ¨¦l. Desde el accidente ocurrido a la hija de unos vecinos que pertenecen a la maleducada clase emergente que se apropia de los restos nobles, el narrador queda fascinado por la mansi¨®n y la familia. Hundreds le obsesiona como lugar perdido de la infancia y deriva en atracci¨®n hacia Caroline. La autora galesa dedica las primeras cien p¨¢ginas a descripciones y reflexiones que, si bien un tanto premiosas, nos hacen ver con nitidez a la viuda Ayres y sus hijos Roderick y Caroline. El primero es v¨ªctima de una crisis nerviosa y acabar¨¢ dejando en manos de su hermana la ruinosa hacienda. Poco a poco "una especie de voraz energ¨ªa frustrada" va royendo los muros de la casa y sus exhaustos ocupantes. Esa energ¨ªa puede ser una degeneraci¨®n gen¨¦tica, el esp¨ªritu de la hija muerta, o, como insin¨²a un colega de Faraday, el Gobierno laborista de Attlee. Pero lo fundamental aqu¨ª es la conciencia de clase y el orgullo y prejuicio que mantiene la lucha. De ah¨ª la fascinaci¨®n de Faraday por Hundreds, que explica su esp¨ªritu "trepa". En Inglaterra las barreras entre clases son tan fuertes como el acero victoriano, parece decir la autora con delicadeza, sin juzgar a sus personajes. La novela, urdida con oficio pero con cierta indecisi¨®n sobre qu¨¦ asunto profundizar entre los muchos que maneja la autora, tiene escenas algo lentas y cap¨ªtulos voluntariosos en los que la acci¨®n no avanza, as¨ª momentos excelentes, como cuando en la ¨²ltima parte el doctor se expone al rid¨ªculo, o tambi¨¦n algunas r¨¦plicas de los Ayres, ecos de la mejor tradici¨®n novel¨ªstica brit¨¢nica. En cualquier caso, trascendiendo modelos cl¨¢sicos como el Brideshead de Waugh y o el James de Otra vuelta de tuerca, Waters consigue, bajo el reclamo de lo sobrenatural, resaltar la realidad de una ¨¦poca y unos personajes atrapados en ella, lo que constituye su mayor logro, pues as¨ª deja en el lector el halo fantasmal y perenne de la vida.
El ocupante
Sarah Waters. Traducci¨®n de Jaime Zulaika
Anagrama. Barcelona, 2011
536 p¨¢ginas. 23,50 euros
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