Pol¨ªtica en tiempos revueltos
Durante los ¨²ltimos tres a?os se ha escrito sobre esta crisis como nunca antes de ninguna otra. La evaluaci¨®n de da?os es abrumadora. Para los progresistas, el balance sigue siendo un inquietante contraste entre las certezas proclamadas y la reiteraci¨®n de errores que nos alejan del remedio. Desde una primera ¨®ptica, conexa a la naturaleza de la globalizaci¨®n financiera, la izquierda europea asisti¨® at¨®nita a la ef¨ªmera consigna que apelaba nada menos que a la "refundaci¨®n del capitalismo", para despu¨¦s constatar, modesta y desoladamente, la necesidad imperiosa de "salvar la econom¨ªa de mercado" -espacio de bienes p¨²blicos- frente a "estos mercaderes" m¨¢s pr¨®ximos al pr¨¦stamo usurario que al intercambio con riesgo y responsabilidad social. Se trata, en otras palabras, de rescatar la econom¨ªa capitalista de estos capitalistas con tan recurrente tendencia a suicidar a los estratos vulnerables del sistema: trabajadores desclasados, millones hoy desempleados, clases medias empobrecidas y clases pasivas atemorizadas frente a las pavorosas incertidumbres del futuro.
Los progresistas est¨¢n golpeados por la crisis y por la propaganda del fin de las alternativas
Las pol¨ªticas de austeridad han desencadenado desaz¨®n y frustraci¨®n
Desde el pensamiento econ¨®mico progresista, la principal contradicci¨®n ya no es en la actualidad la que enfrentar¨ªa, como anta?o, a capital y trabajo, sino la que enfrenta hoy a la econom¨ªa productiva y a la financiera, asfixiada aquella por la falta de liquidez y cr¨¦dito de una gran banca que no ha visto disminuir sus beneficios ni ha renunciado a las pr¨¢cticas de lucro especulativo. La tarea de la izquierda ya no ser¨ªa, tan solo, resolver la tensi¨®n entre mercado y Estado, sino preservar la econom¨ªa social de mercado frente a la del casino financiero global.
No se ha escrito lo bastante de las consecuencias pol¨ªticas de esta crisis. El malestar social ha sido tan profundo que ha acentuado el d¨¦ficit de visibilidad de lo que realmente nos pasa -oscurecido en la hojarasca del pensamiento experto-, desembocando en un problema de visibilidad de los m¨¢rgenes de maniobra frente a lo que nos pasa. De este modo, la pol¨ªtica ha venido cediendo terreno a la expansiva desconfianza, al cinismo y la indignaci¨®n frente a males cuya comprensi¨®n se escapa a la mayor¨ªa y cuya correcci¨®n escapar¨ªa a nuestras posibilidades. Todas estas derivas entra?an una seria amenaza contra esa pol¨ªtica que merece y necesita respeto y afecto, en la medida en que sea nuestra si es que quiere llamarse democr¨¢tica. Pero ninguna de ellas es neutra ni indiferente seg¨²n se proyecte su impacto sobre los segmentos m¨¢s o menos conservadores o progresistas del arco social y electoral. Esta dimensi¨®n de la crisis se est¨¢ ensa?ando con Europa. No solo con sus Estados miembros, sino con la idea y el proceso de construcci¨®n euro
pea. Y lo est¨¢ haciendo
con una virulencia in¨¦dita en sus efectos.
Grecia, Portugal, Espa?a, pa¨ªses cuyos Gobiernos socialdem¨®cratas han sido minorizados en un entorno agresivamente conservador, han sido deliberadamente asediados en su determinaci¨®n por hacerse distinguibles. Se ha dificultado su esfuerzo por preservar la identidad de sus pol¨ªticas sociales. Aun as¨ª, han asumido el deber de acometer apuestas dr¨¢sticas de austeridad que han desencadenado, inevitablemente, desaz¨®n y frustraci¨®n en quienes conf¨ªan sus expectativas y su propio bienestar a la movilizaci¨®n de recursos p¨²blicos. Algunos afirman que ello ha oscurecido el margen de maniobra que todav¨ªa tienen los Gobiernos en funci¨®n de sus opciones y prioridades distintivas.
As¨ª, el esfuerzo en Espa?a por preservar, en las duras, la cobertura al desempleo, la educaci¨®n, la innovaci¨®n o los servicios sociales resulta poco conocido en relaci¨®n a su contraste con las pol¨ªticas que la derecha ha impuesto en Reino Unido, Italia o Francia.
Los socialistas europeos estamos compelidos a relanzar una agenda tan desafiante como la que supone amar en tiempos revueltos: conjugando lo mejor del liberalismo (ciudadan¨ªa, ejemplaridad) y la socialdemocracia (republicanismo c¨ªvico, garant¨ªas de igualdad de derechos y oportunidades, combate a las desigualdades y no discriminaci¨®n, pol¨ªticas emancipatorias y de no dominaci¨®n), e incorporando con fuerza ecologismo y sostenibilidad (un nuevo mix energ¨¦tico y un combate decisivo frente a la reiteraci¨®n de lo errores del pasado: urbanismo predatorio, devastaci¨®n ambiental, endeudamiento familiar, insostenibilidad... y corrupci¨®n a raudales). Una nueva etapa de crecimiento sostenible requerir¨¢ nuevas actitudes ante el bienestar y el consumo: no cambiar de valores, sino aprender a defenderlos en un contexto nuevo, in¨¦dito. En muchos sentidos, m¨¢s dif¨ªcil, y por ello m¨¢s exigente.
En nombre de la pol¨ªtica, la socialdemocracia europea tiene ahora un desaf¨ªo todav¨ªa m¨¢s perentorio: afrontar la ola de populismo bajo la que se enmascara la nueva extrema derecha, esa misma que en Espa?a a¨²n conglomera el PP. Primero fueron los africanos y ¨¢rabes inmigrantes, luego sigui¨® el islam, vinieron despu¨¦s los gitanos (ciudadanos europeos) y ahora, directamente, los pa¨ªses con problemas, estigmatizados por ineficientes, despilfarradores de fondos. Solo aparentemente el objetivo primario de esta ret¨®rica del odio se contrae a las pol¨ªticas que han hecho de Europa un modelo (el gasto social, la integraci¨®n, la lucha contra la exclusi¨®n). Envalentonados por el amedrentamiento de capas sociales crecientes, el radio de fuego de su visceralidad, cada vez m¨¢s localista y antieuropea, se ampl¨ªa contra las ambiciones de la Europa que nos hace falta (libre circulaci¨®n de personas, Schengen, una diplomacia com¨²n, una pol¨ªtica exterior globalmente significativa, solidaridad europea frente al impacto humanitario de las crisis, emergencias y conflictos regionales...).
Pero no nos equivoquemos: el foco ¨²ltimo de su estrategia es brutalmente antipol¨ªtico: desprecio a las instituciones representativas, incitando a la desafecci¨®n y desmovilizaci¨®n, pero aprovechando a fondo sus oportunidades en medio de la irritaci¨®n. Crispar contra los pol¨ªticos como figurantes superfluos e irrelevantes respecto de oscuras fuerzas tel¨²ricas que supuestamente nos mueven, redunda en el menosprecio de Parlamentos y Gobiernos, no obstante haber sido elegidos y aunque no hayan sido estos los causantes del destrozo. E induce a la desmotivaci¨®n de los votantes progresistas, golpeados no ya solo por los efectos de la crisis, sino por la ensordecedora propaganda del fin de las alternativas y de la renuncia a optar. La gota malaya del descr¨¦dito y la exasperada b¨²squeda de chivos expiatorios en las instituciones, nacionales o europeas, eludiendo la mirada hacia donde aniden las causas de tanta aflicci¨®n, es parte de una estrategia inocua para una derecha ya berlusconizada, pero devastadora en la izquierda. Y debe ser contestada por una estrategia pareja en su determinaci¨®n y aprecio de lo que est¨¢ en juego: habr¨¢ que explicar qu¨¦ pasa y responder qu¨¦ se propone cuando como, un suponer, una empresa con beneficios multimillonarios decide repartir dividendos entre sus directivos... y despedir o prejubilar sin miramientos a miles de trabajadores. Para que tanta malaise no tenga en la antipol¨ªtica su primer y ¨²ltimo impulso. Y para que otra pol¨ªtica pueda tener, en cambio, su oportunidad.
Sabemos que, en tiempos de c¨®lera, lo primordial es prioritario: recobrar las propias fuerzas, salir del bache, remontar; esa es, comprensiblemente, la consigna de muchos Gobiernos, cueste lo que cueste.
Pero incluso dando por buena esta selecci¨®n natural de esfuerzos proporcionados a nuestras urgencias, la socialdemocracia no tendr¨¢ tarea m¨¢s importante, en este tramo del siglo, que defender la pol¨ªtica frente a su antipol¨ªtica: el riesgo del populismo y la nihilizaci¨®n medi¨¢tica y plutocr¨¢tica de lo que un d¨ªa llamamos modelo social europeo.
Juan F. L¨®pez Aguilar es presidente de la delegaci¨®n socialista espa?ola en el Parlamento Europeo.
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