Trabajadores en vilo
Domingo 1 de mayo, D¨ªa de la Madre. Comida familiar en casa de los abuelos. Quince personas de tres generaciones api?adas en la t¨ªpica mesa de 1,80 con las alas de par en par. Paella para parar un tren. Padres setentones, hijos entre los 30 y los 50, nietos entre la ni?ez y la veintena. El abuelo se prejubil¨® hace a?os, a los 62, despu¨¦s de cuatro d¨¦cadas de operario en una compa?¨ªa del INI. La abuela sigue con su eterna jornada de ama de casa, aumentada con el cuidado de alg¨²n nieto porque los cuatro hijos y sus parejas trabajan. Bueno, trabajaban. Tres est¨¢n en paro. Uno es aparejador. Otro, contable. Otra, abogada. Dos cobran prestaci¨®n; el tercero la ha agotado. Pero los tres cuentan con el salario de sus c¨®nyuges: dos con trabajos s¨®lidos, otro con un ERE planeando sobre su empresa. A la ¨²nica pareja que conserva sus puestos les han bajado el sueldo un 5% por decreto: son funcionarios. Todos los nietos estudian, menos el mayor. Un chico de 25 a?os que dej¨® los libros en la ESO y hoy, sin trabajo ni paro, piensa volver a clase. En la televisi¨®n, el telediario abre con la manifestaci¨®n del Primero de Mayo. C¨¢ndido M¨¦ndez e Ignacio Fern¨¢ndez Toxo detr¨¢s de la consabida pancarta por el empleo digno. Hoy es tambi¨¦n la Fiesta del Trabajo, pero ?hay algo que celebrar?
Almudena Fontecha, UGT: "Las huelgas no est¨¢n obsoletas. Falla la unidad. Hay una p¨¦rdida de conciencia de clase trabajadora"
Pimentel, exministro de Trabajo: "No se puede esperar a tener n¨®mina. Necesitamos una generaci¨®n que emprenda"
Antonio Espino, psiquiatra: "En salud mental vemos m¨¢s estr¨¦s que alcoholismo y trastornos alimentarios juntos"
Forges: "Los sindicatos siguen con f¨®rmulas del siglo XIX. ?Para cu¨¢ndo una huelga regalando el combustible en las gasolineras?"
Este es probablemente el peor 1 de mayo desde que, en 1976, se informatizara la Encuesta de Poblaci¨®n Activa. Esta comilona podr¨ªa ser una EPA en miniatura. Una familia golpeada por la crisis. No de las mejor paradas. Tampoco de las peores. Con 4,3 millones de desempleados registrados en marzo -se esperaba que ronden los cinco en la EPA de abril-, un 42% de paro juvenil y 1,3 millones de hogares con todos sus miembros en paro, parece que no hay mucho que festejar. El ministro de Trabajo, Valeriano G¨®mez, que ha encanecido a ojos vista desde su nombramiento, anuncia "lustros" de contenci¨®n salarial. Y la de Econom¨ªa, Elena Salgado, reconoce que el paro solo descender¨¢ al desesperante ritmo de un 1% anual hasta llegar al 16% en 2014. No es para sacar pecho. A pesar de los parabienes que reciben en Bruselas por sus recortes y reformas, puede que en casa G¨®mez y Salgado sientan moverse la tierra bajo sus pies. Algo as¨ª les sucede a muchos de los 18 millones y medio de trabajadores que ejercen legalmente en Espa?a. Viven en vilo.
Se debaten entre la tranquilidad de tener un empleo, cualquier empleo, y el miedo a perderlo. Entre la zozobra de ver despedir a sus familiares, amigos, incluso a su compa?ero de al lado, y el alivio de no ser uno de ellos. Entre la responsabilidad a la hora de asumir sacrificios para conservar el puesto y la sospecha de estar cediendo un terreno conquistado durante generaciones solo para engordar el beneficio del patr¨®n. Claro que hay quien est¨¢ ilusionado, motivado, con ganas de comerse el mundo. Pero existe una sensaci¨®n latente de inquietud. De miedo, en el peor de los casos. De virgencita, virgencita, que me quede como estoy, en el mejor.
"Gensanta, vienen a por mi puesto de trabajo". Este es, "tacos aparte", seg¨²n el humorista gr¨¢fico Antonio Fraguas Forges, el "pensamiento m¨¢s neuronado silenciosamente por los currantes". Forges, medalla al M¨¦rito en el Trabajo 2007, lleva 40 a?os retratando en sus vi?etas la flora y fauna del ecosistema laboral. "El teatro del trabajo siempre ha sido el reflejo de los seres humanos luchando por hacer suyo el poder". As¨ª dibuja a los trepas. A los explotados. A los pelotas. A los jefes y a los esbirros. Hace a?os que incorpor¨® un nuevo esp¨¦cimen: el becario. En uno de sus ¨²ltimos chistes, un jefazo fumaba un puro con decenas de ellos como picadura. Fraguas, de 69 a?os, comenz¨® a trabajar a los 14 de aprendiz en TVE y sabe lo que es empezar desde abajo. "En estas d¨¦cadas ha habido grandes cambios, pero no para mejor", opina. "Ahora se est¨¢ intentando imponer por los amos de la pasta el 'esto es lo que hay', la 'dispersi¨®n' y el 's¨¢lvese quien pueda'. Los neoliberales y el chamullo-capitalismo han logrado diezmar la uni¨®n de los trabajadores para poderlos esclavizar con el miedo a la nada del paro. Y los sindicatos, con f¨®rmulas reivindicativas del siglo XIX. ?Para cu¨¢ndo las huelgas en las gasolineras regalando combustible en vez de jorobar al pr¨®jimo currante no dej¨¢ndole repostar? A los del 'esto es lo que hay' habr¨ªa que contestarles: 'Atreveos, que estamos unidos, pero con modos del siglo XXI".
Almudena Fontecha estar¨¢ hoy tras la pancarta del Primero de Mayo. Fontecha, de 48 a?os, auxiliar de enfermer¨ªa y responsable de igualdad de UGT, cree que s¨ª hay algo que celebrar: "El trabajo". "Parece que est¨¢ de moda menospreciarlo. Este d¨ªa es un recordatorio de que la sociedad, los derechos, el Estado de bienestar se construyen en torno al trabajo. Se puede ser alba?il o inform¨¢tico, pero todos somos trabajadores". Claro que hay incertidumbre, y miedo, admite, "pero tambi¨¦n cabreo e indignaci¨®n por las causas de todo esto". Todo esto es la crisis, la precariedad, el paro masivo. Fontecha tiene el problema en casa. Su marido se jubil¨® en enero, despu¨¦s de a?os sin trabajo. "El paro es devastador. Se rompe el esquema familiar. Es duro para el que se queda y para el que se va a trabajar". Su hijo mayor, "un adolescente de 32 a?os", seg¨²n su propia expresi¨®n, tampoco tiene empleo. "Vive fuera, pero hace la compra en mi nevera". El tr¨¢fico de tuppers, el colch¨®n familiar, est¨¢ evitando, sostiene, la conflictividad que parece inevitable con estas cifras de paro: "Cu¨¢ntas pensiones de abuelos mantienen a hijos y nietos. Con eso se pone el puchero para todos".
Fontecha ha asistido a otras crisis. "Pero esta sensaci¨®n tan global es nueva. Nos afecta a todos". Tambi¨¦n a los sindicalistas. "Con trabajadores tan diversos en sectores tan distintos ya no vale una respuesta ¨²nica. Estamos intentando vertebrar otras". Admite las cr¨ªticas, pero le indigna "la guerra" que, seg¨²n ella, se ha emprendido contra los sindicatos. "Dicen que no representamos a nadie. Tenemos un mill¨®n de afiliados, y nos sometemos a su voto. Las armas sindicales no est¨¢n obsoletas. Lo que falta es unidad. Hay una p¨¦rdida de conciencia de clase trabajadora. Las ¨¦lites que deciden nos han contagiado a las bases. ?C¨®mo? Individualizando las relaciones laborales, prejubilando a la generaci¨®n transmisora de valores, dividi¨¦ndonos, enfrent¨¢ndonos, creando clases entre nosotros. En nosotros est¨¢ rebelarnos".
Aislados, inconexos, distantes, solos. As¨ª se sienten muchos trabajadores hoy, seg¨²n Juan Jos¨¦ Castillo, autor de La soledad del trabajador globalizado (Los Libros de la Catarata) y catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa en la Universidad Complutense. Castillo recibe en su facultad, en cuyo atrio una pancarta convoca a una manifestaci¨®n del colectivo Juventud sin Futuro a la que acudieron 2.000 personas. "Piensa en una teleoperadora confinada en un box", sugiere. "Est¨¢ sola, pero eso no tiene que ver solo con trabajar en condiciones de aislamiento. Tambi¨¦n con las externalizaciones, las deslocalizaciones, la fragmentaci¨®n de la producci¨®n. La soledad es tambi¨¦n no poder defenderse". Castillo investiga c¨®mo el trabajo y las condiciones en las que se organiza influyen en el estilo de vida.
"Hay empresas con cinco convenios diferentes para gente que trabaja codo con codo. Patrones que dicen a la plantilla que o trabaja m¨¢s y cobra menos, o se llevan la f¨¢brica fuera. Firmas que forman a sus mandos para motivar al personal y luego no le facilitan un lugar donde comer. Por no hablar de los mal pagados, los precarios, los eternos temporales, o los becarios haciendo funciones de s¨¦niors". Admirador de Forges -"he dado muchas clases a partir de sus chistes"-, Castillo ve a diario a sus personajes en carne mortal. Entonces, la risa se convierte en rabia: "El discurso de 'esto es la modernidad, la globalizaci¨®n y el futuro' es una moto", denuncia. "Esto no es determinismo social, no ha venido porque s¨ª. No solo tiene que ver con la tecnolog¨ªa, sino con la especulaci¨®n y la b¨²squeda del m¨¢ximo beneficio. Hay otra forma de hacer las cosas, y no menos productiva. Algunos nos rebelamos, pero no se nos oye. No me explico c¨®mo esto no estalla".
Luis Garrido discrepa de su colega. Catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la UNED y uno de los padres de la EPA, Garrido es considerado una autoridad en el an¨¢lisis del mercado de trabajo. Seg¨²n ¨¦l, "nos gusta pensar que la culpa de todo es del mercado, que es insaciable; de los empresarios, que explotan; del Gobierno, que no lo vio venir y no lo arregla. El sistema culpa a las personas, y ellas al sistema, pero todos somos responsables". Esta mala conciencia estar¨ªa detr¨¢s de la relativa tranquilidad social a pesar de unas cifras de paro que ¨¦l matiza. "El 40% de paro juvenil es enga?oso. En realidad, es un 20%, el resto est¨¢ estudiando. A los j¨®venes formados se les ha estancado la integraci¨®n laboral, pero los peor parados son los no formados. Esos tienen un 50% de paro. Y un futuro crudo".
Son esos j¨®venes que dejaron de estudiar en los a?os de vacas gordas para trabajar en la construcci¨®n o la hosteler¨ªa. "Quer¨ªan su coche y sus cien euros en la cartera. Hicieron una apuesta y han perdido. Sienten que la sociedad les dice: 'Esto te pasa por dejar de estudiar'. Pero es que los que han estudiado mucho tienen que rebajar su curr¨ªculo. El 45% de los universitarios trabaja en empleos no universitarios. Y oyen a la sociedad: 'Esto te pasa por no estudiar algo pr¨¢ctico'. En el fondo, es verdad. Hay que estudiar lo que se precisa, con el Infoempleo delante, s¨ª. Elegir carrera por los cinco a?os de facultad es muy bonito, pero luego hay que vivir de ello 50".
Garrido cree que vivimos en la "dictadura del trabajador mediano". Se explica: "Si hay algo que favorece al 51% de la gente, cuesta cambiarlo, y los j¨®venes siempre est¨¢n en el otro 49%. Los trabajadores fijos son el 66%, y ganan siempre. Las reformas laborales, que han sido un desastre, y los sindicatos se han sometido a ellos. Para acabar con esto habr¨ªa que poner todo patas arriba". Mientras, los j¨®venes viven gracias al "pacto generacional". "Han cedido el espacio p¨²blico y los trabajos fijos a los mayores a cambio de libertad en casa. Viven en la rep¨²blica independiente de su cuarto, con unos eurillos encima, tirando". No es una generaci¨®n perdida, asegura. "Una generaci¨®n no se pierde, pero un terremoto as¨ª, en un momento delicado, puede hacer da?o. Ya lo cantaba Celentano: Chi non lavora, non fa l'amore".
"Una persona mentalmente sana es aquella capaz de amar y trabajar". Antonio Espino cita a Freud para ilustrar la importancia del trabajo en la salud. Espino es psiquiatra y jefe del servicio p¨²blico de salud mental de Majadahonda, una localidad del cintur¨®n de Madrid donde residen desde altos ejecutivos hasta operarios a destajo. Su equipo ve "m¨¢s casos de estr¨¦s laboral que de alcoholismo y trastornos alimentarios juntos". El estr¨¦s no es una patolog¨ªa, sino una alerta, explica. "Puede ser una oportunidad para crecer o un riesgo desestructurante que te haga quedarte en el camino. La diferencia est¨¢ en la vulnerabilidad de la persona. En su capacidad de respuesta al conflicto en base a su bagaje gen¨¦tico, su aprendizaje, sus apoyos, sus armas para enfrentar la vida". El estr¨¦s que puede causar a la larga un deterioro de la salud mental es, seg¨²n ¨¦l, el derivado de un trabajo excesivo (burn-out), de la violencia en el mismo (mobbing) o del hecho de no tener trabajo a pesar de uno mismo. "El resto, todo eso del s¨ªndrome posvacacional y los jefes t¨®xicos, es cosa de los chicos de la psicolog¨ªa laboral. ?A que si te preguntan si tu jefe es p¨¦simo o te molesta volver a trabajar dices que s¨ª?", ironiza. "Estamos creando toda una patolog¨ªa del disconfort al confundir un malestar con un trastorno. Se est¨¢n sobreutilizando los servicios de salud mental y estamos sobremedicando a estas personas con antidepresivos que no siempre son eficaces y, sin embargo, pueden crear dependencia".
El 35% de los trabajadores presenta s¨ªntomas de estr¨¦s grave, el 13% se considera v¨ªctima de acoso laboral -un 40% m¨¢s que antes de la crisis- y el 11% admite estar en "dimisi¨®n interior", seg¨²n I?aki Pi?uel, psic¨®logo, profesor de recursos humanos en la Universidad de Alcal¨¢ de Henares y responsable del Bar¨®metro Cisneros, un estudio que mide los riesgos psicosociales en el trabajo. Pi?uel considera que la crisis est¨¢ machacando tanto a los parados como a los ocupados. "No es que ahora haya m¨¢s mobbing porque haya m¨¢s jefes malos, sino porque hay m¨¢s trabajadores que tragan. Quien tiene trabajo se aferra a ¨¦l. La crisis est¨¢ obligando a muchos a aceptar condiciones inaceptables por miedo al abismo del paro. Jornadas eternas, direcci¨®n nefasta, trabajar m¨¢s, cobrar menos. Su rebeli¨®n consiste en desconectarse emocionalmente del trabajo, eso es la dimisi¨®n interior", explica.
Son empleados de cuerpo presente. Est¨¢n, pero no est¨¢n. No protestan. No act¨²an. No se mojan. Tratan de cubrir el expediente. Y de salvar su pellejo. Esperando que no le toque a ellos. Zancadilleando y traicionando al compa?ero si es preciso. "No son buenos tiempos para reivindicaciones. Las huelgas fracasan, adem¨¢s de porque los sindicatos se han convertido en parte del statu quo, porque funciona una especie de pacto de mutua indiferencia. Nadie apoya a nadie. Y como eso, la insolidaridad, nos repugna moralmente, nos hemos inventado una coartada: yo no me solidarizo contigo, pero tampoco espero que t¨² lo hagas conmigo. Puede parecer un panorama apocal¨ªptico, pero esto es lo que hay. Y alguien tiene que decirlo si queremos que cambie", sentencia.
Manuel Pimentel sabe lo que es cambiar de rumbo a medio camino. Abogado e ingeniero, fue ministro de Trabajo con el PP. Antes de dimitir -a los 40 a?os, por discrepancias con Aznar- y reconvertirse en editor al frente de la editorial Almuzara, lidi¨® desde el Gobierno con una tasa de m¨¢s del 20% de paro. Acaba de ejercer, con ¨¦xito, como mediador entre AENA y los controladores a¨¦reos en la negociaci¨®n de las condiciones de trabajo y remuneraci¨®n de uno de los colectivos mejor pagados del pa¨ªs. Incluso algunos de ellos se sienten explotados y mal remunerados, constata. En su opini¨®n, hay una especie de "estado del malestar" entre los trabajadores que, aun teniendo su base en "la emergencia nacional" del paro, "tiene algo de psicol¨®gico, y el peligro de cronificarse".
"Hay cierto consuelo en la autocompasi¨®n. Parece que estamos deseando o¨ªr malas noticias, nos encanta el fatalismo. Pero la realidad va por delante, y se est¨¢n sentando las bases para salir de esto. Cambiando de mentalidad, eso s¨ª". Seg¨²n Pimentel, todo el mundo quiere ser asalariado, y eso ya no es posible. "Los j¨®venes tienen futuro, pero tendr¨¢n que busc¨¢rselas. El Estado tiene que dar la mejor educaci¨®n, pero no va a garantizar el empleo. Necesitamos una generaci¨®n que emprenda. Hemos pasado de una l¨ªrica complaciente del trabajo a una ¨¦pica darwiniana. La ¨¦pica requiere sacrificio, tensi¨®n permanente, y la tensi¨®n no gusta a nadie. Pero si te paras, te mueres".
En casa de los abuelos, la sobremesa se alarga. Se habla de todo menos del paro. Sucede en las mejores familias. Cuando un problema se enquista, se obvia. No hace falta meter el dedo en la llaga. Las campanadas de las siete en el reloj de cuco disuelven la reuni¨®n. Cada mochuelo a su olivo. Todos han comido demasiado. Aun as¨ª, ha sobrado paella para dar y tomar. La abuela se afana en la cocina. Cada hija o nuera sale con un tupper de arroz bajo el brazo. Hasta el pr¨®ximo domingo. A ver si para entonces hay alguna noticia. Una buena noticia.
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