Los adolescentes entran en prisi¨®n
La penitenciar¨ªa de Teixeiro promueve visitas para concienciar a los j¨®venes del peligro de la droga
Cuando cada tarde se cierra la puerta de la celda, los presos tienen por delante 14 horas de reclusi¨®n en seis metros cuadrados. Durante 10 minutos, los alumnos del IES Breamo de Pontedeume se pusieron ayer en el cuerpo de un interno de la prisi¨®n de Teixeiro. Y estas fueron algunas de sus sensaciones: "Frustraci¨®n, tristeza, agobio, miedo, soledad, aburrimiento, incomodidad, culpa, ansiedad, depresi¨®n, nostalgia, ira, impotencia".
La idea promovida por la unidad terap¨¦utica educativa de la penitenciar¨ªa se basa en que los adolescentes sepan d¨®nde puede llegar cualquiera de ellos por el camino de las drogas. Porque el m¨®dulo en el que estuvieron ayer es el que ocupan los toxic¨®manos que voluntariamente han accedido a un programa de rehabilitaci¨®n. Es muy diferente del resto de la c¨¢rcel, un lugar que, como insist¨ªan los funcionarios de prisiones, edulcora el concepto de la reclusi¨®n y poco tiene que ver con la crudeza de cualquier otro m¨®dulo.
Tras la breve estancia en una celda, los alumnos, por grupos, pasaron casi dos horas charlando con varios reclusos que respondieron a sus preguntas y les contaron c¨®mo llegaron all¨ª. El motivo de base fue el mismo para todos ellos: la droga. Y la historia, muy parecida: "Fumas porros en el instituto, un amigo mayor te ofrece coca¨ªna, te metes un tirito, pasas a hacerlo cada s¨¢bado, despu¨¦s tambi¨¦n los domingos, los lunes, los martes... y el dinero se acaba. Entonces tienes que robar para conseguir droga y acabas aqu¨ª". "Prob¨¦ la coca en enero; en agosto ya no ten¨ªa nada", resum¨ªa uno de los presos.
Primera persona
Los alumnos, hastiados de que expertos en drogas les contasen sus efectos y les describiesen la marihuana como puerta de entrada a otros estupefacientes, confesaban el impacto que les supuso ver a j¨®venes no mucho mayores que ellos contando su experiencia en primera persona, algo que repet¨ªan una y otra vez cuando se les preguntaba por la experiencia.
En la visita a la penitenciar¨ªa, la primera impresi¨®n de los estudiantes es una sorpresa por la aparente normalidad que se respira en un m¨®dulo donde los internos se mueven con relativa libertad durante el d¨ªa. Hacen deporte, van a clase, al gimnasio, a la sala de inform¨¢tica. Las instalaciones tienen mejor aspecto que las de muchos institutos. Pero los educadores de la prisi¨®n quieren que, sobre estas percepciones, se impongan las sensaciones de una celda cerrada, de la falta de tel¨¦fono m¨®vil, tener lejos a la familia y verla muy de vez en cuando, no poder abrir una puerta.
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