Monumental Manzanares
Los tendidos, en absoluto silencio; la banda de m¨²sica desgranaba suaves y leves compases que envolv¨ªan el ambiente, y Manzanares, en los medios, cita al quinto de la tarde con la muleta en la zurda, y brotan unos naturales de puro sue?o, bell¨ªsimos, aut¨¦nticos, y la plaza estalla de entusiasmo cuando el torero cierra la tanda con una pase de pecho magistral.
Fue un momento ¨²nico, de esos que te ponen la carne de gallina y hay que vivirlos para sentirlos. Un instante que supo a pura gloria, como otros muchos de esta corrida, cargada de expectaci¨®n, que no respondi¨® a lo deseado, pero que estuvo pre?ada de r¨¢fagas de embrujo art¨ªstico.
Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares era el protagonista, No en vano cerraba su feria tras el hist¨®rico triunfo del pasado s¨¢bado. La plaza lo recibi¨® con una cerrada ovaci¨®n de admiraci¨®n y respeto; y el torero respondi¨® a la confianza. A la corrida, nobil¨ªsima toda, de puro az¨²car algunos de los toros, le falt¨® casta y codicia. Manzanares solo pudo cortar una oreja, pero dio toda una lecci¨®n monumental del temple, del ritmo, de la esencia y el aroma del toreo. Se vivieron secuencias inolvidables. Fue, sin duda alguna, una corrida solemne.
Fue el suyo un toreo sublime cuando enganchaba a su oponente
Es el torero de moda, el que ilusiona y enloquece
Psss... Manzanares contin¨²a toreando al quinto. Nadie daba un duro por este animal, muy distra¨ªdo de salida, huidizo en banderillas y falto de fuerzas como todos sus hermanos. No se oye una mosca cuando el torero se coloca fuera de la raya del tercio y observa con detenimiento a su oponente. Manzanares lo mete poco a poco en la muleta, y consigue derechazos limpios y largos combinados con alg¨²n enganche por las protestas del animal. Un circular inmenso, un molinete garboso y otro de pecho desatan la emoci¨®n y brota la m¨²sica. Dicta, entonces, una sencilla y monumental lecci¨®n de lo que es el temple, acompasando la muleta a la velocidad del toro, pero oblig¨¢ndolo a embestir y a crear. Y todo muy despacio, con la suavidad que este torero imprime a sus formas y a su fondo. El estoque queda enterrado, pero el toro, exprimido como un lim¨®n, tarda en morir, y el premio se reduce justamente a una oreja.
Pero hubo m¨¢s. Nobil¨ªsimo, tambi¨¦n, el segundo, falto de acometividad, pero con la entrega suficiente para aguantar una faena larga, con fijeza y recorrido en su embestida. Fue la de Manzanares una labor templad¨ªsima, perfecta de colocaci¨®n, cite y remate, con derroche de mando y buen gusto. Fue el suyo un toreo sublime cuando enganchaba a su oponente y lo llevaba embebido en muletazos largu¨ªsimos, hondos, sentidos en el alma. Derechazos y naturales aut¨¦nticos, un trincherazo de cartel, un primoroso cambio de manos, y todo ello ligado y engarzado a la perfecci¨®n.
Y algo m¨¢s. Su cuadrilla es un lujo viviente. Curro Javier, Juan Jos¨¦ Trujillo y Luis Bl¨¢zquez, los tres subalternos de a pie, fueron obligados a desmonterarse tras el tercio de banderillas en el segundo de la tarde. ?Qu¨¦ grandeza! ?Qu¨¦ deleite! ?Qu¨¦ gran espect¨¢culo! El primero, en tareas de lidiador, estuvo inconmensurable, los capotazos justos y medidos. Qu¨¦ forma tiene este torero de andarle hacia atr¨¢s a los toros... Trujillo se luci¨® en dos pares de poder a poder, asom¨¢ndose al balc¨®n, al igual que Bl¨¢zquez en su turno. Y la plaza, embriagada de emoci¨®n, les reconoci¨® el t¨ªtulo de torerazos.
Puede parecer poco, pero en la Maestranza toda la labor de Manzanares y su gente tuvo un color especial. Es el torero perfecto para el noble toro de hoy. Con ¨¦l se hace presente la creatividad, la gracia y la est¨¦tica sublime. Es la llave del cambio. La nobleza del toro, que no su poder¨ªo, es la clave.
Le acompa?aban Castella y Talavante, cada cual en su papel, sin desmerecer, y sin sobresalir. El primero se las vio en primer lugar con otro terr¨®n de az¨²car, y ¨¦l, que es torero poderoso, dio muchos pases a cual m¨¢s insulso. Lig¨® en un palmo de terreno, pero dio toda la impresi¨®n de que el toro se fue al otro mundo con una queja justificada. Brind¨® al p¨²blico el cuarto, de corto recorrido, con algo de genio y escasa calidad, con el que se mostr¨® voluntarioso y pesado. No se coloca adecuadamente y a punto estuvo de llevarse un susto serio. Y el torero extreme?o qued¨® in¨¦dito ante el muy inv¨¢lido tercero, y se jug¨® el tipo sin cuento ante el parado sexto, que le avis¨® y le perdon¨® m¨¢s de un achuch¨®n.
La tarde era de Manzanares. Es el torero de moda, el que ilusiona y enloquece. Que contin¨²e la racha...
Babelia
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