Victorino vapulea a Miura
Victorino le gan¨® la partida a Miura. Sin paliativos. Dir¨ªase que sin bajar del autob¨²s. De entrada, por presencia; de salida, por juego. Sin llegar a ser goleada de esc¨¢ndalo, no tuvo color este mano a mano anunciado como acontecimiento hist¨®rico pero que no tuvo tanta historia.
Los tres toros de Miura estaban cortados por el mismo patr¨®n. Los tres eran, al mismo tiempo, dos toros en uno; de cuerpo asardinado, largos y agalgados, y un pegote por cabeza. Cuernos abiertos y sin formar. Feote el tr¨ªo. Sin trap¨ªo, en fin. No fue lo malo. Lo peor, su juego. Nada que ver con la leyenda. Ni listos ni fieros; descastados y flojuchos. Puesta la lupa en busca del miura perdido, el primero tuvo un son nobl¨®n, meti¨® la cabeza sin presentar batalla pero se mantuvo con alfileres. De la Rosa lo alivi¨® mucho por alto. Un par de coladas, un desarme y un querer y poder a medias.
MIURA, MART?N / DE LA ROSA, PADILLA, EL CID
Toros de Miura, los nones, mal presentados y descastados, y de Victorino Mart¨ªn, los pares, correctos y muy manejables.
?ngel de la Rosa: dos pinchazos y casi entera -aviso- (palmas); entera habilidosa (oreja).
Juan Jos¨¦ Padilla: estocada (saludos); pinchazo y media (oreja).
El Cid: pinchazo, media y descabello (silencio); estocada (oreja).
Plaza de Valencia, 7 de mayo. Corrida de la Virgen de los Desamparados. Casi tres cuartos.
Enfermer¨ªa: Padilla fue asistido de una contusi¨®n en p¨®mulo izquierdo.
De tercero salt¨® el m¨¢s feo de la familia. Con las fuerzas m¨¢s que justas, dej¨® en varas alguna gota de mansedumbre, y levant¨® las protestas del p¨²blico. Ni fue ni vino. Tampoco El Cid se encendi¨® y opt¨® por muletear sin parar los pies. Tal para cual. Pacto de no agresi¨®n y a otra cosa.
El quinto, ¨²ltimo miura de la entrega, acab¨® por hundir la leyenda. Anovillado, sin remate y pobre de cara. Fue por aqu¨ª y por all¨¢ sin ton ni son, muy distraido. Padilla, experto en tragos duros, anduvo como Pedro por su casa. Faena larga, de poco argumento por lo escaso de toro, pero de oficio y bulliciosa. En banderillas cumpli¨® Padilla.
Los tres de Victorino fueron otra historia. Tampoco para lanzar cohetes, pero salvaron con dignidad el match y borraron del mapa la leyenda de Miura. El segundo de la tarde no fue la imagen cl¨¢sica de la casa. Recortadito, c¨®modo de cara y sin asaltillada huella alguna. Tuvo celo en la capa y fue el ¨²nico que tom¨® la primera vara y¨¦ndose de largo. Gast¨® ah¨ª su p¨®lvora e hizo poco en banderillas. Padilla salv¨® el tercio muy suficiente. Sin emplearse, remol¨®n le cost¨® tomar la muleta al toro. La experiencia de Padilla, muy listo y capaz, tap¨® m¨¢s defectos del toro, pero la faena no tuvo relieve.
El m¨¢s victorino de los tres fue el cuarto. Su asaltillada cabeza descubr¨ªa su denominaci¨®n de origen. Discreto en el primer tercio, tuvo cierta clase y mucha nobleza. No humill¨®, pero se ofreci¨® sin reservas. De la Rosa le fue tomando la medida poco a poco. Descubri¨® la joya de toro que ten¨ªa enfrente y acab¨® cogiendo confianza. No fue labor rotunda, m¨¢s embastada que cosida. Aseadito en conjunto; con cierto gusto en alg¨²n derechazo. Con la grada a favor, cobr¨® una estocada de gran habilidad y se llev¨® premio.
El toro de Victorino que cerr¨® plaza tuvo m¨¢s de santacoloma que de albaserrada. Y fue el de m¨¢s motor de todos. No present¨® credenciales en varas, incluso floje¨® tras el primer puyazo y escarb¨® antes del segundo tercio. Pero descubri¨® su realidad nada m¨¢s abrirse con la muleta El Cid. Tuvo mucho aire ese toro, motor y fijeza. Serio en todo su juego. El Cid se hizo el ¨¢nimo y le plant¨® cara. La lucha result¨®, a la postre, algo irregular. Esfuerzo m¨¢ximo del torero de Salteras, que luci¨® en naturales de m¨¢s arrebato que convencimiento. Un desarme pareci¨® decantar el partido a favor del victorino, pero El Cid, salvando ciertos apurillos en los remates, no dej¨® que el toro le ganara definitivamente la pelea. Fue contundente con la espada y se puntu¨® cuando mor¨ªa la tarde.
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