Los desconocidos campeones de baloncesto del club Aderes

Paco Almenar recibi¨®, vislumbr¨® el cuadro blanco en el tablero, gir¨®, apunt¨® y tir¨®. Mientras el bal¨®n surcaba el pabell¨®n de deportes gaditano en busca del aro, el aire vibr¨® con la sirena del final del partido. Miles de espectadores siguieron la par¨¢bola del esf¨¦rico conteniendo la respiraci¨®n. Fue un triple de libro. Esa canasta anotada en el ¨²ltimo segundo de la pr¨®rroga supon¨ªa para el club Aderes de Burjassot (Valencia) ganar el Campeonato de Espa?a de baloncesto de 2009. Almenar rompi¨® a llorar.

Hab¨ªan permanecido todo el encuentro por detr¨¢s en el marcador. Al final lo hab¨ªan conseguido. Su tercer t¨ªtulo nacional consecutivo. Se hab¨ªa impuesto su legendario esp¨ªritu de equipo. No eran los mejores; no estaban en una gran forma; algunos superaban los 40 a?os y arrastraban un f¨ªsico machacado por la vida, pero eran una pi?a. Dentro y fuera del campo. Los jugadores rodaron por la cancha fundidos en un estruendoso abrazo. Esa noche la juerga ser¨ªa antol¨®gica. Propia de una banda de rock. Codo con codo con sus rivales de Hercesa de Alcal¨¢ de Henares (Madrid) a los que acababan de derrotar. Los disgustos duran minutos. "No nos gusta humillar al contrario", explica Ram¨®n Torres, de 38 a?os, capit¨¢n del Aderes, que padece un retraso mental ligero y una incapacidad intelectual del 36%. "Preferimos ganar de tres que de treinta para que los adversarios no se hundan. Los de Hercesa son nuestros compa?eros de fatigas. Hemos jugado ocho finales. En el campo hay mucho pique, pero luego nos vamos juntos de fiesta. Una vez, al final de un partido les ped¨ª perd¨®n. Somos iguales. Nos importa competir, pero lo que de verdad nos gusta es jugar. Hace 20 a?os, una persona como nosotros estar¨ªa en un psiqui¨¢trico. Se nos ve¨ªa como a locos y nos ten¨ªan encerrados. Hemos salido y somos un ejemplo de que alguien como nosotros, lo que antes llamaban anormales, se puede divertir, viajar, trabajar y tener una familia. El baloncesto ha sido para nosotros el comienzo de un camino".

Paco Almenar Peralta, el h¨¦roe de aquella final del 17 de octubre de 2009 (repetir¨ªan triunfo al a?o siguiente ante el mismo equipo), tiene 41 a?os; es un tipo fuerte, mofletudo y barrig¨®n, con un encrespado pelo negro y aire pl¨¢cido. No proyecta la imagen de un deportista de ¨¦lite, pero es un excelente lanzador de triples. Trabaja en la lavander¨ªa de un hotel. Se levanta a las cuatro de la ma?ana. Se mueve en moto. Gana poco. Vive solo. Practica baloncesto hace 10 a?os. Seg¨²n su ficha, padece un "retraso mental de origen desconocido y una discapacidad del 65%". "Eso supone que dos tercios de sus capacidades no llegan a la media y le provoca problemas en la realizaci¨®n de algunas actividades de su vida diaria como trabajar, relacionarse, comunicarse o desplazarse", explica Mercedes Jaraba, subdirectora general en el superministerio de Leire Paj¨ªn, que contin¨²a: "Se trata de una persona con discapacidad, pero no quiere decir que sea discapacitado, y menos a¨²n, minusv¨¢lido. Tampoco quiere decir que sea un enfermo mental ni necesariamente dependiente. Quiere decir que tiene desventajas respecto al entorno que le rodea. Que se enfrenta a unas barreras que no tiene un ciudadano normalizado. Y eso es m¨¢s f¨¢cil de entender si hablamos de alguien con un problema f¨ªsico: una persona con discapacidad motora tal vez no consiga subir una escalera, pero si le pones un ascensor, ese handicap desaparece. El problema es que en las personas con discapacidad intelectual, esas barreras son m¨¢s graves e invisibles. M¨¢s dif¨ªciles de superar. ?C¨®mo les podemos apoyar? A un ciego le puedes ayudar a cruzar la calle con un sem¨¢foro sonoro, pero ?c¨®mo apoyas a una persona con discapacidad intelectual? Sabemos poco de ellos. Son un laberinto. Y debemos solucionar esa carencia sensibilizando y educando a la sociedad. Muchas veces ni los m¨¦dicos saben diagnosticar su problema. El cerebro es una caja negra que encierra inc¨®gnitas".

"Somos una bombilla que est¨¢ un poco floja y a veces se apaga, pero si la aprietas puede brillar". Una reuni¨®n con los componentes del club deportivo Aderes (acr¨®nimo de Asociaci¨®n Deportiva, Rehabilitadora y Social), una veintena de hombres entre los 24 y los 46 a?os con discapacidad intelectual, te brinda la inopinada posibilidad de escuchar reflexiones tan l¨²cidas como esta elaborada por el p¨ªvot del equipo, Paco S¨¢nchez de Molina, de 38 a?os, que padece una discapacidad del 66%, sordera de un o¨ªdo y problemas en la columna vertebral. Mide m¨¢s de dos metros, vive con una pensi¨®n de 345 euros y ayuda a chavales en situaci¨®n de exclusi¨®n y riesgo social. Es un padrazo. "No soy el m¨¢s guapo del equipo, pero s¨ª el m¨¢s result¨®n", dice con su sorna inagotable. Otro de sus compa?eros, Arturo Gisbert, de 24 a?os, que sufre "retraso mental ligero, consecuencia de sufrimiento fetal, y una discapacidad del 65%", aporta otra impactante explicaci¨®n sobre su situaci¨®n: "Esto es como si te falta un brazo; es m¨¢s dif¨ªcil que te desenvuelvas y encuentres trabajo, pero sigues siendo persona. A nosotros a lo mejor nos falta algo en la cabeza, pero somos humanos y tenemos sentimientos".

Arturo es el lig¨®n del equipo. Juega de alero, lleva unas enormes gafas negras Ray-Ban que afilan su rostro y es un fiestero impenitente con la cartera bien provista de condones. Trabaja en un centro ocupacional donde no cobra un euro y su perfil de Facebook est¨¢ repleto de amigas. Le gustar¨ªa tener un empleo e independizarse. Hace un tiempo le dej¨® su novia y lo pas¨® mal. Hoy picotea. "No me vuelvo a enamorar. Solo amigas. Aunque para el amor no hay barreras", afirma con picard¨ªa y sin parar de moverse. A su lado, flem¨¢tico, Ram¨®n Torres, el alma de este particular dream team, en paro y con las rodillas tocadas, a?ade su amarga visi¨®n sobre c¨®mo detecta su discapacidad la sociedad: "A veces hubiera preferido nacer en silla de ruedas, al menos la gente entender¨ªa lo que me pasa; intentar¨ªa ayudarme y no me ver¨ªan como un monstruo".

La modesta sede del club Aderes, en Burjassot (una ciudad dormitorio de 38.000 habitantes pegada a Valencia), revienta con la plantilla de baloncesto y sus familias. En un par de horas comenzar¨¢n el entrenamiento y m¨¢s tarde jugar¨¢n un partido. Hay sillas de pl¨¢stico, mesas plegables, un futbol¨ªn, una nevera industrial, copas de plata chapada (en el interior de una est¨¢ escondida la llave de la oficina) y su historial deportivo inmortalizado en decenas de fotograf¨ªas. El ambiente es distendido. Mezcla de fiesta de fin de curso y reuni¨®n de vecinos. Al principio, uno no sabe c¨®mo comportarse con estos chicos, especialmente con los que se sit¨²an en esa et¨¦rea zona gris que separa la normalidad de la incapacidad. Si tratarlos como a ni?os o como a adultos. Todo es m¨¢s sencillo: hay que tratarlos como a personas. Lo agradecen.

"La primera vez que los vi con esas barrigas pens¨¦: '?C¨®mo vamos a ganar algo!", recuerda Esther, la entrenadora

Cada uno tiene su historia. Alguno madur¨® mal en el vientre de su madre; alguno sufri¨® al nacer; alguno tuvo un accidente de moto; alguno se ha quedado anclado en la infancia; alguno apenas puede hablar; alguno tiene pareja; alguno viene escoltado por sus padres; alguno viene en bici; alguno est¨¢ solo en el mundo; alguno trabaja; alguno est¨¢ en paro; alguno es un rom¨¢ntico incorregible y alguno frecuenta prostitutas; alguno viene de una familia acomodada y alguno vive de la caridad; alguno es adicto a las marcas y alguno huye del cepillo de dientes. En algunos intuyes en segundos algo fuera de lo normal; en algunos te cuesta creer que sufran un retraso intelectual. Cada uno es un mundo. Aunque los clasifiquemos con la misma etiqueta. No sabemos cu¨¢ntos hay entre los 3,8 millones de personas con discapacidad contabilizadas en Espa?a. Carecen de las se?as de identidad de las personas con s¨ªndrome de Down. No tienen su simpat¨ªa, su espontaneidad, ni despiertan el autom¨¢tico cari?o de la gente. Por contra, la sociedad recela de ellos. "Las personas con discapacidad f¨ªsica tienen un sentimiento de grupo, de compartir un mismo problema, de reivindicar y buscar soluciones, que no tienen las personas con discapacidad intelectual", explica Roberto Espa?a, gerente de Hercesa, el eterno contrincante de Aderes. "No son un ej¨¦rcito, son individualidades. A veces ni son conscientes de lo que les pasa. Como colectivo son un saco sin fondo donde se amontonan los t¨®picos, la falta de informaci¨®n y los diagn¨®sticos ambiguos. Y hay de todo. Hay algunos con problemas para ser aut¨®nomos y otros en los que la raya que los separa de la normalidad es tan estrecha que apenas la detectas". En esa l¨ªnea argumental, Arturo, el jugador m¨¢s joven de Aderes, afirma: "Antes intentaba ocultar que tengo una discapacidad y algunos no se daban cuenta, pero ahora lo digo cada vez m¨¢s. Antes de contarlo tienes que saber a qui¨¦n se lo dices. Si te va a dar de lado... Tengo terror al rechazo".

"Las chicas no vienen a Aderes. Son un mundo m¨¢s opaco dentro de la nebulosa de las personas con discapacidad

En nuestra conversaci¨®n hay flujos y reflujos. A ratos divagan, se aburren, se atropellan, se empujan, se desconcentran y pierden; en otros momentos esgrimen razonamientos de una l¨®gica que sobrepasa. Es el caso de esta reflexi¨®n de Crist¨®bal Amate, de 46 a?os, que est¨¢ en paro tras una d¨¦cada trabajando en una f¨¢brica de pinturas, se confiesa siempre enamorado y en su ficha leemos que tiene "inteligencia l¨ªmite y trastorno de personalidad leve": "Quiz¨¢ no seamos famosos para la gente de la calle; no somos tan importantes como Gasol. Pero cada uno es famoso para el resto del equipo. Somos famosos entre nosotros mismos. Nos tenemos y no nos fallamos". Le aclaman. "?Te has ganado una paella!", vocea Javier L¨®pez, de 36 a?os, base del equipo, con un "retraso ligero y una discapacidad del 36%". Javi no tiene familia, est¨¢ en paro y paga una hipoteca de 170 euros. Hay d¨ªas que no come. No sabe su futuro. Nunca se queja.

Los chicos de Aderes se comportan como un grupo de adolescentes relatando sus gestas deportivas. Y las juergas posteriores. Como aquella vez que estos hombretones tendentes al sobrepeso se introdujeron a presi¨®n en el ascensor de un hotel, se quedaron atascados y decidieron saltar hasta que se desplom¨®, cay¨® al vac¨ªo y salieron vivos de milagro. Se mueren de risa. No todo son alegr¨ªas. Hablan tambi¨¦n de sus dificultades para obtener empleo; sus problemas para encontrar pareja; para acceder a la cultura. Relatan el acoso del que han sido objeto; las agresiones, las burlas y la marginaci¨®n; el aislamiento y la incomunicaci¨®n; la explotaci¨®n laboral de la que son objeto; su sentimiento de inferioridad. Tienden al des¨¢nimo. Su autoestima es una monta?a rusa. Alguno ha rozado el suicidio. El deporte es su salvavidas. El equipo. Los amigos. Las ca?as. Cada jugador conoce las limitaciones del resto. D¨®nde patina cada uno. Y act¨²a en consecuencia. "Hemos pasado de ser el batall¨®n de los torpes, los ¨²ltimos de la fila en el colegio, los m¨¢s lentos de mollera, a ser campeones de Espa?a ocho veces en diez a?os", explica Sergio Ferragut, de 36 a?os, alero del equipo, que trabaja en un centro especial de empleo y tiene una deficiencia ligera y una discapacidad del 38%. "Podemos ir con la cabeza bien alta".

En esta reuni¨®n hay una sola mujer con discapacidad, se llama Amparo, tiene 23 a?os, un extra?o parecido con Pen¨¦lope Cruz y un mutismo dif¨ªcil de franquear. Detr¨¢s de una cortina de cabello que cubre su rostro se esconden unos ojos tristes. Acaba de llegar al club con la intenci¨®n de hacer deporte. De romper su muro. No sale de casa, no tiene amigos, no estudia, no trabaja. Malvive con su madre. Julio Talavera, el presidente de Aderes, le ha permitido que entrene con los chicos, pero no puede competir. No hay equipo de chicas; las chicas con discapacidad intelectual no vienen a Aderes. Son un mundo aparte en la nebulosa del retraso intelectual. A¨²n m¨¢s opaco. El padre de otra chica con discapacidad (que pide anonimato) lo confirma: "Tenemos pavor a que nuestras hijas se relacionen; las tenemos superprotegidas; el tab¨² es la sexualidad. Yo veo que a los chicos su familia les explica todo; sus hermanos les ense?an a masturbarse y les recomiendan que usen preservativos. Les animan a que conozcan chavalas. A que muestren sus sentimientos. Con las chicas no nos atrevemos; nos da miedo que se aprovechen de ellas. Las tenemos presas. Algunos les obligan a ligarse las trompas o les ponen el diu, pero eso no les libra de una enfermedad sexual. No sabemos qu¨¦ hacer ni d¨®nde ir. Te tienes que buscar la vida y pag¨¢rtelo de tu bolsillo. Y mientras, las tienes encerradas en casa".

"Somos una bombilla que est¨¢ un poco floja, pero si la aprietas puede llegar a brillar", afirma Paco S¨¢nchez, el p¨ªvot

A estas personas a las que hasta hace poco tiempo se calificaba de idiotas se les ha negado hist¨®ricamente el acceso a su sexualidad. Se les condenaba a ser ni?os eternos a los que les estaba vedado el mundo de los afectos. En Aderes se habla de sexo con naturalidad. Se habla de todo. Para sus padres son sesiones en las que compartir experiencias, alegr¨ªas y tristezas. El largo camino que comenz¨® el d¨ªa que comprendieron que sus hijos no eran normales. Y tendr¨ªan que estar siempre a su lado. "Son sesiones de risoterapia; nos relajamos, ellos y nosotros", afirma una madre. "Si no, explotar¨ªamos". Todos est¨¢n convencidos de que el funcionamiento intelectual de sus hijos, sus habilidades sociales y su futura independencia pueden mejorar con una orientaci¨®n adecuada. Saliendo de casa. Con disciplina y normas. Consiguiendo que se hagan con los mandos de su vida. Y ah¨ª el deporte tiene un papel fundamental. Un buen ejemplo es uno de los jugadores del equipo de f¨²tbol sala, Wilson, con una "discapacidad del 35%", que est¨¢ casado, tiene hijos y un buen empleo en una empresa automovil¨ªstica. Es dif¨ªcil creer que tenga una discapacidad. Es un triunfador.

Aderes naci¨® a comienzos de los noventa del empe?o de un grupo de personas con discapacidad f¨ªsica de Burjassot que luchaban por acabar con las barreras de su ciudad y apostaban por el deporte como forma de integraci¨®n. Intentaron organizar un equipo de baloncesto en silla de ruedas, pero no lograron reunir el dinero. Una d¨¦cada m¨¢s tarde se hizo cargo del club en decadencia Julio Talavera, un qu¨ªmico jubilado, que hoy cuenta 75 a?os, que dio un golpe de tim¨®n en direcci¨®n a los discapacitados intelectuales. Sin dinero, ni experiencia, ni la ayuda de profesionales, a base de coraz¨®n, Julio y un pu?ado de padres mostraron de lo que es capaz la sociedad civil cuando se pone en marcha. Hoy, medio centenar de personas con discapacidad intelectual hace deporte en Aderes. Ganan campeonatos. Y est¨¢n m¨¢s cerca que nunca de la normalidad, signifique lo que signifique.

"Hace 20 a?os, una persona como nosotros estar¨ªa en un psiqui¨¢trico. El baloncesto ha sido para nosotros un camino"

Julio Talavera, un viejo entra?able, castizo, de aspecto fr¨¢gil y mala salud de hierro ("estoy vivo por Aderes"), y su mujer, Amparo Lara, hab¨ªan tenido dos hijos con par¨¢lisis cerebral. "La chica, Marisa, naci¨® en 1969, y fue un vegetal hasta que falleci¨® con 30 a?os. Hab¨ªa que hacerle todo. ?Todo! Para mi mujer fue una dedicaci¨®n tremenda. Dos a?os m¨¢s tarde naci¨® Ra¨²l, que ahora cumple 40; no llor¨® al nacer. Sufre un d¨¦ficit mental moderado y una discapacidad del 81%, pero tiene una memoria asombrosa, se sabe todas las alineaciones de f¨²tbol y se mueve con su bastoncito. Hace 20 a?os me dijeron que o nadaba o se quedaba paral¨ªtico. No era muy buen nadador, pero mov¨ªa las piernas a toda velocidad y gan¨® medallas. Fue el momento m¨¢s feliz de mi vida. Hace poco, su neur¨®logo me dijo: 'Tu hijo no est¨¢ en silla de ruedas por el deporte'. Entonces pens¨¦ en ir m¨¢s all¨¢ de la nataci¨®n; quer¨ªa montar deportes de equipo, que les unieran y sirvieran para integrarles. Y me lanc¨¦".

A finales de los noventa, Talavera organiz¨® un equipo de baloncesto en torno a Ram¨®n Torres Soto, un herc¨²leo valenciano nacido en 1973, con deficiencia intelectual, que jugaba en equipos normalizados y se ganaba la vida transportando aparatos de aire acondicionado. De la mano m¨¢gica de Ram¨®n, aquel primer equipo de Aderes ascender¨ªa en 2000 a la primera divisi¨®n de personas con discapacidad intelectual, y un a?o m¨¢s tarde se hac¨ªa con su primer Campeonato de Espa?a. Ya no parar¨ªan. Sin m¨¢s ayudas que 1.800 euros al a?o del Ayuntamiento de Burjassot (que este a?o se han quedado en 1.300 por la crisis). El resto saldr¨ªa del bolsillo de los socios. Aderes es el campe¨®n de Espa?a m¨¢s pobre de nuestro pa¨ªs.

Y el m¨¢s desconocido. Algo habitual dentro del deporte para personas con discapacidad intelectual, que, sin embargo, cuenta con m¨¢s de 3.000 licencias federativas. Son los olvidados. Una situaci¨®n de marginaci¨®n que empeor¨® tras el fraude cometido por la Federaci¨®n Espa?ola de Deportes de Discapacitados Intelectuales (FEDDI) en los Juegos Paral¨ªmpicos de Sidney, en 2000, que aline¨® en baloncesto a 10 deportistas sin discapacidad. Eran normales. Y nadie en la organizaci¨®n ol¨ªmpica pareci¨® darse cuenta. Los ¨²nicos jugadores con discapacidad eran el catal¨¢n Juan Pareja y el propio Ram¨®n Torres, capit¨¢n de ese conjunto de discapacitados ap¨®crifos del que formaban parte un ingeniero, un economista y un licenciado en Periodismo. Con esa alineaci¨®n, la selecci¨®n espa?ola obtendr¨ªa el oro en los Juegos de Sidney. Arras¨®. Los expertos quedaron asombrados por la capacidad de juego, coordinaci¨®n, estrategia y concentraci¨®n del conjunto espa?ol, muy por encima del resto de selecciones de personas con discapacidad intelectual. Era mentira. El presidente de la Federaci¨®n hab¨ªa ideado esa estafa para captar laureles y subvenciones. El esc¨¢ndalo salt¨® unos d¨ªas m¨¢s tarde de que los espa?oles subieran al podio. Pocas semanas despu¨¦s, los jugadores de la selecci¨®n (los verdaderos y los falsos discapacitados) se vieron obligados a devolver sus medallas. Y por si fuera poco, los deportistas espa?oles con discapacidad intelectual fueron castigados a no volver a los Juegos Paral¨ªmpicos. Un golpe tremendo para los jugadores con discapacidad que luchaban por hacerse un hueco en el mundo del deporte. Ram¨®n, el capit¨¢n de aquella falsa selecci¨®n, borde¨® el precipicio. Le salv¨® Aderes. La ilusi¨®n de competir. De ense?ar el camino a un equipo de novatos. Demostrar¨ªa que era el mejor. Al frente del equipo de Burjassot ganar¨ªa ocho Campeonatos de Espa?a sin trampas.

Si Aderes es el equipo deportivo con la plantilla m¨¢s variopinta que uno pueda imaginar, la gente que los rodea no se queda atr¨¢s. Son h¨¦roes de barrio. Est¨¢ Julio Talavera, un jubilado incansable que dirige sin descanso el club. Est¨¢ Jos¨¦ Gisbert, su sombra; pintor de brocha gorda jubilado por una diabetes y padre de Arturo, el jugador de baloncesto m¨¢s joven. Est¨¢ Pepe Aceituna, el entrenador de f¨²tbol sala, un suboficial del ej¨¦rcito que aplica la disciplina militar en la cancha y es padre de Manuel, que juega al f¨²tbol y tiene una discapacidad del 65%. Est¨¢ Osvaldo M¨¢rquez, entrenador de baloncesto; un empresario uruguayo con un hijo, Mateo, de 10 a?os, con s¨ªndrome de Down. Est¨¢n las mujeres de Julio, Jos¨¦, Pepe y Osvaldo. Y los padres de todos. Y est¨¢ Esther Morillas.

La f¨®rmula de la d¨¦cada prodigiosa de Aderes tiene tres ingredientes: un agitador, Julio; un l¨ªder, Ram¨®n, y una entrenadora, Esther. Entre los tres han obrado el milagro: de menos que cero a ocho Campeonatos de Espa?a. El pr¨®ximo ser¨¢ en octubre, all¨ª se ver¨¢n las caras 60 equipos de toda Espa?a. Cuando Esther lleg¨® al club, en 2001, ten¨ªa 30 a?os, hab¨ªa estudiado Econ¨®micas y no ten¨ªa ning¨²n familiar con discapacidad. Hab¨ªa jugado al baloncesto y quer¨ªa echar una mano. Es una fuerza de la naturaleza. Grande, cari?osa y carism¨¢tica. Ha sido la madre, hermana, novia, entrenadora, sargento y pa?o de l¨¢grimas de todos. Les ha ense?ado a vivir. A cuidarse y a tratar a las chicas. "La primera vez que los vi con esas barrigas pens¨¦: '?C¨®mo voy a hacer algo con estos t¨ªos!'. Eran lo m¨¢s alejado a deportistas que pod¨ªa encontrarme. No sab¨ªan d¨®nde estaba la izquierda y la derecha. Se les olvidaba todo. No ten¨ªan disciplina. No se duchaban. Hab¨ªa que ponerles las pilas. Cuando empiezas a trabajar con ellos te asustas, hay mucha leyenda negra. Pero me qued¨¦. Me compromet¨ª. Y no es f¨¢cil. Aqu¨ª no valen las t¨¦cnicas ni las estrategias. Se trataba de implicarlos. A los buenos y a los malos. Exigirles. Llevarles al l¨ªmite. Que sepan que lo importante es el equipo. Para m¨ª era m¨¢s que deporte, ten¨ªa que ser una escuela para su integraci¨®n. Cuando se clasificaron para jugar el primer Campeonato de Espa?a, en 2001, me fui con ellos en un autob¨²s de l¨ªnea. Les prepar¨¦ una lista con todo lo que ten¨ªan que llevar, sus cosas de limpieza y su ropa interior. Uno apareci¨® con una bolsa de Mercadona con un calcet¨ªn y unos calzoncillos sucios. Fue un viaje tremendo. Uno se tom¨® dos Red Bull y le dieron convulsiones en el autob¨²s. Cuando ganamos, con la alegr¨ªa, uno me dio un cabezazo y me parti¨® la ceja. No me doli¨®. Lo hab¨ªamos conseguido. Al a?o siguiente jugamos la final en Valladolid y ya todos llevaban su mochila con sus mudas. Ya no era un juego de ni?os; esto era jugar al baloncesto. ?ramos los campeones y ten¨ªamos que demostrarlo. Y ser campeones cuesta. Y si entrenaban, si se pon¨ªan a dieta, pod¨ªan volver a ganar. Eran unos profesionales".

"Aqu¨ª, el deporte tira de lo dem¨¢s; cumple su papel", explica Roberto Espa?a, gerente del club Hercesa, los rivales de Aderes. "El deporte les ha conducido a un entorno donde se les respeta; donde se les inculcan h¨¢bitos de socializaci¨®n, disciplina, compromiso, solidaridad y entrega. Se sienten parte de algo. En torno al deporte aprenden a estructurar su vida; salen, compiten, se sienten ¨²tiles. Eso es deporte con may¨²sculas".

Los chicos de Aderes saltan a la cancha. Se enfrentan a un equipo de treinta?eros normalizados. Les sobran algunos kilos y algunos a?os, pero les sobra pasi¨®n. El juego es r¨¢pido, limpio y ordenado. Sus madres son la hinchada. Pierden de cinco puntos. No pasa nada. No hay mala sangre. Tras sus Ray-Ban, Arturo me gui?a un ojo: "No est¨¢ mal, ?eh?". Y se marchan como un grupo de ruidosos y sudados colegiales del brazo.