Atocha-Sants, ida y vuelta
Un tren me lleva a 270 kil¨®metros por hora y parte el paisaje de una cuchillada. En la ventanilla: t¨²neles, montes seccionados, dos encinares donde antes hab¨ªa uno, la roca horadada. Vestigios del atajo.
En el Camp Nou la noche fue apacible para el Bar?a. La gente estaba inquieta porque el f¨²tbol inquieta el coraz¨®n del hincha, pero casi nada alter¨® el ritmo cardiaco del observador neutral. Pudo ser diferente la segunda parte de subir al marcador el gol de Higua¨ªn. Un claro error del ¨¢rbitro que a?ade gasolina al fuego de las acusaciones.
El Real Madrid sali¨® a la cancha como lo esperaba el hincha, con dos jugadores m¨¢s ofensivos con respecto al partido de la ida. Una formaci¨®n m¨¢s natural y reconocible a la hora de la foto y los saludos.
Los seis goles al Valencia y al Sevilla muestran la brutal percusi¨®n del Madrid. Solo el Bar?a logra diluirla al m¨ªnimo
Ya en el partido, con las l¨ªneas 20 metros m¨¢s adelantadas respecto al Bernab¨¦u, los jugadores blancos se exigieron para competir de igual a igual, tratando de reducir con dignidad las distancias que a¨²n les lleva el Bar?a a la hora de manejar la pelota.
El ejercicio desnud¨® las dificultades que supone ensayar una nueva partitura con instrumentos a¨²n desafinados. Ni la falta de ritmo competitivo de Kak¨¢ ni la reciente recuperaci¨®n de Higua¨ªn excusan, m¨ªnimamente, carencias m¨¢s profundas a la hora de cambiar el razonamiento e intentar mover el bal¨®n para jugar.
Este final de a?o, el Madrid profundiz¨® sus esfuerzos en afinar los instrumentos para la percusi¨®n. ?tiles, sin duda, en el plan de destrucci¨®n y golpe r¨¢pido, pero insuficientes cuando el libreto exige una producci¨®n sinf¨®nica. Los futbolistas, al igual que los m¨²sicos, pulen su performance con la repetici¨®n.
El Barcelona, regulando el control de la pelota, colapsa el tiempo de posesi¨®n del Madrid hasta cifras imposibles, incluso para su descomunal contundencia. Los seis goles al Valencia y los seis goles al Sevilla que enmarcan el ¨²ltimo cl¨¢sico nos muestran claramente la brutal capacidad de percusi¨®n del Madrid. Capacidad que solo el Bar?a logra diluir al m¨ªnimo con sus interminables posesiones.
El a?o pr¨®ximo, el Madrid deber¨¢ decidir, desde el comienzo, d¨®nde pondr¨¢ el ¨¦nfasis para enfrentarse al Barcelona. Las soluciones pasan por repensar su juego y moderarlo, con la intenci¨®n de aumentar su volumen de juego a trav¨¦s del bal¨®n, o por reafirmarse en el plan de la final de la Copa del Rey.
Este a?o, el Madrid no se concedi¨® el lujo del tiempo. Intent¨® alcanzar sus objetivos perfeccionando al m¨¢ximo un juego directo y efectivo. La idea se radicaliz¨® en los cl¨¢sicos. Se convirti¨® en un corte de camino que deja un paisaje dividido. Hay posturas a favor de profundizar y otras a favor de moderar el discurso futbol¨ªstico y el extrafutbol¨ªstico.
Los atajos son senderos peliagudos. Es normal, al transitarlos, intervenir el entorno, dividir el terreno, dejar algunas rocas sueltas. Contra el Bar?a, el sesgo promovi¨® ganar en efectividad a costa de horadar la idiosincrasia.
Un atajo justifica su raz¨®n de ser solo si nos lleva al destino a tiempo. El tren de vuelta me dej¨® en Atocha en el minuto exacto que lo hab¨ªa prometido.
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