Victoria o hegemon¨ªa
Si se confirma el pron¨®stico de las encuestas, el Partido Popular no s¨®lo obtendr¨ªa la victoria en las elecciones municipales y auton¨®micas del 22 de mayo, sino que, adem¨¢s, sentar¨ªa las bases para una hegemon¨ªa pol¨ªtica de la que no ha dispuesto ninguna otra fuerza desde la llegada de la democracia. Salvo impredecibles excepciones, la pr¨¢ctica totalidad de las grandes capitales quedar¨ªan bajo su control, adem¨¢s de varios miles de municipios peque?os y medianos. Y otro tanto podr¨ªa ocurrir, siempre seg¨²n las encuestas, con las comunidades aut¨®nomas que renuevan ahora sus Parlamentos y Ejecutivos. Lo m¨¢s sorprendente de esta eventual consolidaci¨®n del poder local y auton¨®mico de los populares, que podr¨ªa completarse con el poder estatal en menos de un a?o, es que no obedece tanto a m¨¦ritos propios como a errores ajenos.
La desaparici¨®n electoral de la izquierda durante algunos a?os es una posibilidad veros¨ªmil
El Partido Socialista y sus dirigentes har¨ªan bien en interrogarse c¨®mo y por qu¨¦ se ha llegado a esta situaci¨®n, donde el descr¨¦dito cosechado por el Gobierno central ha convertido la desaparici¨®n electoral de la izquierda durante algunos a?os en una posibilidad veros¨ªmil. Quiz¨¢ ya no recuerden, o no quieran hacerlo, que las primeras cr¨ªticas que recibieron desde sus propias filas pon¨ªan en cuesti¨®n la estrategia de despertar los peores instintos del Partido Popular, confi¨¢ndolo todo a los r¨¦ditos que proporcionar¨ªa el voto del miedo. Eran los tiempos en los que, sin ning¨²n rubor, el presidente del Gobierno y su entorno se congratulaban de la existencia de medios de comunicaci¨®n entregados a un sensacionalismo lun¨¢tico, de l¨ªderes populares con un pie en la caverna, de obispos empe?ados en hacer nuevamente de Espa?a la luminaria de Trento. Para que la estrategia funcionase, el espacio para la disensi¨®n y el matiz deb¨ªa quedar abolido: o se estaba en un bando o se estaba en el otro. Nada de denunciar que, en efecto, un bando encarnaba el mismo disparate que tantas veces puso a Espa?a al borde del precipicio, pero tambi¨¦n que el otro comet¨ªa la imperdonable irresponsabilidad de hacer cuanto estaba en su mano para que siguiera encarn¨¢ndolo.
El Partido Popular que a partir del 22 de mayo acariciar¨¢ la posibilidad de instalarse en una in¨¦dita hegemon¨ªa pol¨ªtica, no por m¨¦ritos propios, sino por errores ajenos, sigue sin depurar los instintos sobre los que el Partido Socialista construy¨® la estrategia del voto del miedo; sencillamente, los ha recluido en una trastienda de la que, sea con el permiso de la direcci¨®n nacional o sin ¨¦l, salen cuando la ocasi¨®n lo requiere y en la dosis adecuada para, movilizando a su electorado m¨¢s radical, no despertar de su letargo a los votantes socialistas. No se trata tanto de que en el Partido Popular convivan dos tipos de dirigentes sino de que, en realidad, conviven dos discursos pol¨ªticos diametralmente opuestos. Uno contribuy¨® al embrollo del Estatuto de Catalu?a interponiendo en su d¨ªa un airado recurso ante el Tribunal Constitucional, y otro se muestra ahora condescendiente con los convergentes instalados en la Generalitat ante la hip¨®tesis de que pueda necesitar su apoyo. Uno corrobora la existencia de un pacto antiterrorista, y otro habla de negociaciones secretas con los pistoleros y culpa al Ejecutivo de la decisi¨®n judicial sobre Bildu. Uno propone endurecer la pol¨ªtica inmigratoria aprovechando unas elecciones auton¨®micas, y otro sugiere suavizarla a medida que se acercan las generales. Ante cualquiera de los principales problemas del pa¨ªs, el Partido Popular puede sostener, as¨ª, una cosa y la contraria, de manera que no se asuste la parte del electorado desencantada con el Partido Socialista y la otra parte, la que podr¨ªa desencantarse con un Partido Popular instalado en la moderaci¨®n, no se desmovilice.
De confirmarse el pron¨®stico de las encuestas, el Partido Popular podr¨¢ elegir entre ambos discursos sin que la izquierda, en general, ni el Partido Socialista, en particular, pueda hacer otra cosa que mostrar su impotencia. De dar cr¨¦dito a las declaraciones realizadas en campa?a electoral, los dirigentes populares que prefieren la moderaci¨®n se muestran convencidos de que Rajoy apostar¨¢ por su l¨ªnea si llega al poder, deshaci¨¦ndose de los radicales. Pero eso es exactamente lo que parecen creer tambi¨¦n los l¨ªderes del ala dura, convencidos de que podr¨¢n arrastrarlo a sus posiciones. Entretanto, los ciudadanos tienen dificultades para asumir que ha empezado la interminable campa?a electoral que arranc¨® el pasado viernes y que no terminar¨¢ hasta que se celebren las generales. Por m¨¢s atenci¨®n que prestan a los mensajes, no logran distinguirlos de los que vienen escuchando desde hace a?os ni de los que temen seguir oyendo salga lo que salga de las urnas. Sea una simple victoria de los populares, o el principio de una perdurable hegemon¨ªa.
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