Las esquirlas del miedo
El olor parco del t¨¦ verde usurpa esta ma?ana el aroma del caf¨¦ colombiano en casa de Juan Gabriel V¨¢squez, por culpa de la cafetera estropeada. En cualquier caso, a ese reinado for¨¢neo le quedan hoy unos 70 minutos, porque unas nubes grises se avecinan sobre Barcelona. Un pre¨¢mbulo prof¨¦tico para un escritor que hablar¨¢ sobre imposturas, sobre el espejismo del control de nuestras vidas y sobre las esquirlas de la onda expansiva del miedo. En este caso de la generaci¨®n de los a?os ochenta en Colombia, la del propio V¨¢squez, que vio germinar y crecer el narcotr¨¢fico y padecer el estallido de su florescencia convertida en narcoterrorismo.
Todo eso anida en El ruido de las cosas al caer, la tercera novela de este abogado reconvertido en escritor, traductor y columnista bogotano nacido en 1973. Un libro con el cual V¨¢squez ha obtenido el Premio Alfaguara que confirma una trayectoria en la que cada una de sus obras ha gozado del aplauso de la cr¨ªtica: los cuentos de Los amantes de Todos los Santos, las novelas Los informantes e Historia secreta de Costaguana; la biograf¨ªa de Joseph Conrad, El hombre de ninguna parte, y el ensayo literario El arte de la distorsi¨®n. ?Ah! y de su primer premio con ocho a?os, el cuento Jugando con papel, "como el verso de Stevenson que tanto le gusta a Mar¨ªas", sobre un perro que se va a Londres. Quince a?os despu¨¦s, ya con 23, ¨¦l mismo vendr¨ªa a vivir a Europa, y su pa¨ªs se convertir¨ªa en su obsesi¨®n. Tanto que en este libro el protagonista, Antonio Yammara, "es un trasunto de Colombia como Artemio Cruz lo es de M¨¦xico".
"Nunca como hoy nos hemos sentido los seres humanos tan vulnerables y sujetos a los azares de la violencia gratuita"
Bajo una luz c¨¢lida que cae del techo, V¨¢squez entra al sal¨®n de su casa escoltando a rega?adientes la taza de t¨¦ verde. Sonr¨ªe con su cara de profesor enrollado y aspecto atl¨¦tico que hoy viste una camisa color aguacero, jeans azules y zapatillas negras. Deja la taza sobre la mesa de centro y se sienta en la punta del sof¨¢ gris en forma de ele que va hasta la biblioteca.
Nada eclipsa su voz serena y redonda que empieza buscando la respuesta a la aparente vocaci¨®n fratricida de sus compatriotas. "Las novelas son la ¨²nica manera que he encontrado de responder a esa pregunta que yo tambi¨¦n me formulo de la ¨²nica manera que s¨¦ hacerla. Explorando en los destinos de los personajes y siguiendo esa especie de ¨¦tica del novelista que invent¨® Cervantes que es la neutralidad. Mis novelas nunca han sido capaces de juzgar, de dividir la realidad colombiana entre v¨ªctimas y victimarios, eso no puede existir en las ficciones. Lo que sucede es que la historia colombiana es una historia marcada por la violencia".
Una especie de sino abordado en la literatura y que el escritor colombiano R. H. Moreno Dur¨¢n describi¨® as¨ª: "Sin la muerte Colombia no dar¨ªa se?ales de vida. Una frase fuerte pero que se refleja en la literatura porque desde su primera novela, El carnero, en 1638, no hay obra importante que no gire en torno a la muerte". Una afirmaci¨®n que V¨¢squez ampl¨ªa: "La literatura, la novela en particular, siempre ha respondido a los lugares oscuros de nuestra experiencia. La novela es una respuesta a las preguntas que la vida nos tira a la cara. Es nuestro intento por comprender lo que sucede. Las mejores novelas del siglo XIX exploran momentos de tensi¨®n y de violencia muy marcados. Todo el modernismo responde a esa especie de desorientaci¨®n general de Europa y Estados Unidos despu¨¦s de la I Guerra Mundial, que obliga a Occidente a un examen profundo de lo que somos. Echa por tierra todas las certidumbres que ten¨ªa Occidente y es de ah¨ª que salen Ulises, En busca del tiempo perdido, El hombre sin atributos. Colombia no es distinta en ese sentido. Nuestra violencia end¨¦mica y multiforme, que se las arregla para reinventarse, sigue siendo incomprensiva. En esa medida los autores siguen explor¨¢ndola porque las novelas son aparatos para hacer preguntas sofisticadas y para tratar de adivinar lo que no entendemos".
Y calla como si meditara lo que acaba de decir... Mira la taza de t¨¦ con su vapor debilit¨¢ndose y toma un sorbo que acto seguido le trae esto a la boca: "La gran sorpresa con esta novela fue encontrar que ya pod¨ªa hablar de esos temas. A m¨ª me cost¨® mucho trabajo llegar a escribir sobre Colombia. Sent¨ªa que no entend¨ªa al pa¨ªs, que me hab¨ªa alejado demasiado y hab¨ªa perdido la autoridad para escribir sobre ¨¦l puesto que me resultaba un lugar lleno de zonas oscuras y dif¨ªcil de entender. Tuve que pasar muchos a?os viviendo fuera, llegar a Espa?a y conocer ciertos libros y tal vez, incluso, madurar un poco para entender que precisamente esa ignorancia, ese desconocimiento, era la mejor raz¨®n para escribir sobre Colombia. Pero el tema del narcotr¨¢fico siempre se me resisti¨®. Estos d¨ªas entend¨ª que mi resistencia durante los primeros libros que escrib¨ª sobre mi pa¨ªs se deb¨ªa a que hab¨ªa salido en 1996 de una Bogot¨¢ que era hostil y sent¨ªa amenazante. Incluso el padre de un amigo muri¨® en el avi¨®n de Avianca que hizo estallar Pablo Escobar en 1989, y hay dos grados de separaci¨®n entre un muerto por la bomba de un centro comercial y yo. Haber crecido en esa ciudad me bloque¨® esos temas. Pero hace dos a?os, cuando mataron a ese hipop¨®tamo que estaba en el zool¨®gico de Escobar de la hacienda N¨¢poles, y con el cual abro la novela, pas¨® algo que me sirvi¨® para cerrar, por fin, mis tiempos adolescentes en Bogot¨¢ con una vida acostumbrada al miedo, a los toques de queda y asesinatos de pol¨ªticos. Mi generaci¨®n est¨¢ marcada por la impotencia. En mi novela hay una lectura metaf¨®rica sobre el destino de Colombia a trav¨¦s del protagonista".
Ante la evocaci¨®n de aquel sinvivir aprieta los labios. Y apoya los codos sobre sus rodillas mientras sus manos siguen estas palabras que lo autorretratan y dan con el origen de su novela. "Llevaba un a?o trabajando en ella sin saber muy bien qu¨¦ era lo que estaba contando. Yo no planeo mis novelas hasta el ¨²ltimo episodio, sino que parto de una imagen que generalmente es biogr¨¢fica, una idea que me obsesiona... Yo estaba estudiando Derecho en Bogot¨¢ y al final de la carrera sent¨ªa hartazgo y hast¨ªo por las clases y me escapaba a o¨ªr pose¨ªa en la Casa de Poes¨ªa Silva. Durante una de esas escapadas un hombre, delante de m¨ª en otro sof¨¢, comenz¨® a llorar de una manera que nunca he visto llorar a un adulto. Esa fue la escena con la que empec¨¦ a escribir el libro. Y si aceptamos que toda novela empieza con una pregunta, la m¨ªa era: ?qu¨¦ estaba escuchando ese hombre? Yo ven¨ªa un a?o persiguiendo estas preguntas, tratando de construir un aparato narrativo a su alrededor cuando supe la noticia de que hab¨ªan matado al hipop¨®tamo; eso solt¨® una cantidad de im¨¢genes y memorias y sensaciones reprimidas. No solo se me aclar¨® que la novela era sobre el miedo, sino tambi¨¦n sobre uno de los grandes temas del libro: la p¨¦rdida de control, la ficci¨®n de que tenemos dominio sobre nuestras vidas, y que desaparece cuando creces en un lugar as¨ª".
Sin dejar de hablar, y en un segundo, quita sus codos de las rodillas, se endereza y recoge su pierna derecha para sentarse sobre ella y reflexionar sobre c¨®mo la vida es un duelo eterno entre lo que queremos hacer y la manera en que ella es la que va cincelando cada destino. Por eso, junto al azar, son temas latentes en su narrativa. "Es una de mis obsesiones, nuestra lucha como individuos contra los grandes mecanismos sociales. Eso pasa en este libro. Es uno de los puntos donde la novela tiene algo que decirle a la cultura occidental, y en eso est¨¢ reflejado el momento en el cual fue escrita. Nunca como hoy nos hemos sentido los seres humanos tan vulnerables y sujetos a los azares de la violencia gratuita, del mal ajeno, y eso se debe, en parte, a que vivimos una ¨¦poca de terrorismo globalizado. Justo hoy han matado a Osama Bin Laden, paradigma de la maldad y el miedo global. Lo que define al mundo pos-11 de septiembre de 2001 es esa especie de noci¨®n de que nuestra vida no depende de nosotros, de que estamos sujetos al mal ajeno. Es uno de los sentimientos que ba?a la novela. Un libro escrito despu¨¦s de aquellos atentados, aunque la acci¨®n termine en 1999. Ninguna de mis novelas puede evitar haber sido escrita en la coyuntura hist¨®rica posterior al 11-S. Tal vez lo que hizo que este libro estallara, porque yo hab¨ªa estado flirteando con esta historia, fue la conciencia de la relaci¨®n que hab¨ªa entre este mundo actual y esa Bogot¨¢ en la que crec¨ª; o, m¨¢s bien, c¨®mo esa Bogot¨¢ era una especie de modelo a escala de lo que sucede hoy a nivel global".
V¨¢squez libera la pierna derecha sobre la que est¨¢ sentado, abraza la taza con sus dos manos y da claves. "Una de las revelaciones mientras escrib¨ªa fue entender que nuestra generaci¨®n naci¨® con el negocio del narcotr¨¢fico. Cuando Richard Nixon declara la guerra contra las drogas es el a?o 1971, pero en 1970 empiezan a salir los primeros aviones con marihuana, porque en 1969 Nixon ha cerrado la frontera con M¨¦xico y los consumidores buscan otros productores. Yo soy de 1973, el a?o en el que se funda la DEA. Pertenezco a una generaci¨®n en que determinados errores pol¨ªticos y morales crean de la nada una mafia poderos¨ªsima donde antes no hab¨ªa m¨¢s que un problema de salud p¨²blica si se quiere; y llegamos a la mayor¨ªa de edad cuando la guerra entre los carteles y el Estado est¨¢ en su apogeo. Darme cuenta de eso fue fascinante y supe que esa ten¨ªa que ser una de las preguntas del libro: ?c¨®mo marc¨® a una generaci¨®n ser contempor¨¢neo de ese negocio?, y a¨²n m¨¢s interesante, ?c¨®mo lo hizo con quienes no ten¨ªan nada que ver, pero coincidieron en el mismo espacio geogr¨¢fico con el negocio?".
Tiempo de miedos agazapados y desventuras tratadas en novelas colombianas como La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo; Rosario tijeras, de Jorge Franco, y El olvido que seremos, de H¨¦ctor Abad Faciolince. Como estas, El ruido de las cosas al caer no es una novela hist¨®rica, es una novela basada en la historia. Una ficci¨®n le¨ªda como verdad. Esa es la geograf¨ªa creativa de V¨¢squez, que aclara sus coordenadas: si Historia secreta de Costaguana es una puesta en escena en el pasado, sus otras dos novelas, Los informantes y la nueva, son sobre el pasado, "lo cual no es necesariamente lo mismo, y que se recuerdan desde nuestro tiempo. En ellas hay memoria, recordar es un verbo importante. Recordar es un acto moral, y en eso son novelas morales".
Al reacomodarse en el sof¨¢ deja a la vista el cuadro que est¨¢ detr¨¢s de ¨¦l, a lo lejos en el comedor; parece un Hopper con una escena y un ambiente esenciales en el libro. V¨¢squez dice ahora que "al contrario de lo que pasa cuando escribes novelas, que entras a un terreno de ambig¨¹edad donde las certidumbres son peligrosas y donde por oficio tienes que liberarte de la certidumbre, yo como ciudadano y como ciudadano que soy de columnas de opini¨®n en El Espectador, de Colombia, he tocado el tema de la legalizaci¨®n de la droga y sigo siendo un defensor radical de ella; entre otras cosas por conocimiento de c¨®mo surgi¨® el negocio y porque es un asunto privado, en el cual no tiene derecho a meterse el Estado, porque la libertad individual hay que respetarla. Est¨¢ claro que cuando Nixon declara la guerra contra las drogas, cambia nuestro mundo, y un problema de salud p¨²blica con puntos focalizados se convierte por obra y arte de esa decisi¨®n en una gran industria de corrupci¨®n y violencia".
Eso contribuy¨® a que ¨¦l saliera de su pa¨ªs en 1996. "La raz¨®n principal es que me hab¨ªa convencido, de manera m¨¢s bien absurda e indemostrable, de que necesitaba irme para ser el tipo de escritor que quer¨ªa ser. Claro, tambi¨¦n colabor¨® un cierto hast¨ªo con una ciudad que apenas estaba saliendo de una d¨¦cada larga de mucha violencia. Lo de la Sorbona, donde estudi¨¦ Literatura Latinoamericana, era un pretexto para estar en contacto con una manera nueva de ver el mundo y con una tradici¨®n, la de los novelistas expatriados que yo admiraba, para los cuales Par¨ªs hab¨ªa sido importante: Joyce, Hemingway, Fitzgerald, Cort¨¢zar, Vargas Llosa. Luego me fui a vivir con unos amigos un a?o largo a Las Ardenas, en B¨¦lgica".
Y en 1999 lleg¨® a Barcelona. All¨ª sigue. Desde entonces ha conocido nuevos miedos. Ha visto crecer a sus hijas, "y eso viene aparejado con uno de los grandes temas de la novela: el af¨¢n por proteger a la gente que quieres y esa suerte de resignaci¨®n de que no puedes protegerla de todo".
Una fugaz luz veraniega irrumpe por la puerta ventana que da a la terraza interior. ?Y si el miedo es la caracter¨ªstica de su generaci¨®n, cu¨¢l es la de Colombia en 200 a?os de independencia? Piensa, y sus palabras comienzan a merodear la respuesta: "Mi pa¨ªs est¨¢ construido sobre la desconfianza. Ahora entiendo por qu¨¦ a veces me preguntan el motivo de que en mis historias lo m¨¢s importante es una traici¨®n...". Y tras un rosario de ejemplos llega al: "Por eso fueron tan graves los ocho a?os de uribismo. Su Gobierno es en muchos sentidos la encarnaci¨®n clara de la utilizaci¨®n de la desconfianza como mecanismo de poder. Destruy¨® los vestigios de solidaridad, de confianza, que quedaban en el tejido social colombiano. Espero que le pase factura".Las nubes devuelven el protagonismo a la l¨¢mpara del techo envuelta en una enredadera plateada. Esta es una novela esparcida de referencias literarias colombianas, prof¨¦ticas algunas, que dan impulso a la historia. Aunque falta La vor¨¢gine, de Jos¨¦ Eustasio Rivera, cuyo comienzo se saben casi todos los colombianos: "Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugu¨¦ mi coraz¨®n al azar y me lo gan¨® la violencia". Una frase, reconoce V¨¢squez, que "podr¨ªa servir de ep¨ªgrafe para mi novela. Es un libro que, adem¨¢s, ayuda a comprender que esto no es la primera vez que sucede".
El olor a lluvia llega como la niebla y destierra el olor del t¨¦ cuando V¨¢squez ya ha empezado a descifrar su mundo m¨¢s literario. "Soy un novelista tradicional que no desprecia ninguno de los hallazgos de la mejor novela contempor¨¢nea, y tradicional en el sentido de la construcci¨®n de las historias y que quiero agarrar al lector del cuello y decirle: '?Usted no puede soltar este libro porque en la p¨¢gina siguiente va a pasar algo!". ?Y el boom? "Recuper¨® los ¨¢mbitos de la realidad pol¨ªtica, social e hist¨®rica de nuestros lugares. Supo contarlos con las herramientas del modernismo literario, de la mejor novela moderna de la primera mitad del siglo XX. Historias cl¨¢sicas contadas a trav¨¦s de las herramientas que nos dejaron Joyce, Faulkner y Woolf, y eso es parte del legado que yo como novelista latinoamericano recib¨ª".
Una herencia universal con la que tiene deudas concretas. "En la cima de la pir¨¢mide est¨¢ Conrad, de eso me doy cuenta con los a?os. Vargas Llosa ha formado mi idea de la vocaci¨®n, o m¨¢s bien le dio forma a lo que yo ya sent¨ªa. Borges me ha acompa?ado siempre. En los libros puntuales, s¨¦ que mis cuentos de Los amantes de Todos los Santos est¨¢n marcados por Ch¨¦jov; Dublineses de Joyce, por Cheever y Carver. Los informantes, por Philip Roth, uno de los autores a quienes m¨¢s debo (sin novelas como Pastoral americana o La mancha humana yo probablemente no habr¨ªa llegado nunca a escribir sobre Colombia). Pero tambi¨¦n Javier Mar¨ªas. Historia secreta de Costaguana se benefici¨® much¨ªsimo de Orhan Pamuk y de Salman Rushdie, y hay p¨¢ginas que no hubiera podido escribir sin echar una mirada de vez en cuando a Terra Nostra, de Carlos Fuentes. En El ruido de las cosas al caer hay dos libros que para m¨ª fueron lo que es el catecismo para los creyentes: El gran Gatsby, de Fitzgerald, y La vida breve, de Onetti".
Un periplo personal y literario que le ha permitido a Juan Gabriel V¨¢squez no tener miedo de perder la riqueza de la lengua materna o polinizarla despu¨¦s de 15 a?os de vivir fuera de su pa¨ªs. Su espa?ol, asegura, admite influencias anglosajonas, francesas y del espa?ol ib¨¦rico. "Y sin problemas, por una raz¨®n: como han probado muchos, la lengua literaria se comporta frente a la lengua hablada como una lengua extranjera. Es una fabricaci¨®n, es artificiosa, y el novelista la construye con todo lo que tenga a mano". Ha amainado. V¨¢squez se levanta y abre la puerta de la terraza por donde entra el aire como un alegre oleaje. De cerca el Hopper no es Hopper, es un Saturnino Ram¨ªrez, un colombiano especializado en el mundo del billar. Un escenario donde el azar lleva a que se encuentren Antonio, joven profesor de Derecho, y Ricardo, un piloto y expresidiario de 48 a?os, para que El ruido de las cosas al caer pueda tornarse en un bucle de memoria y recuerdos que escarban en las ra¨ªces del mal y su onda expansiva en la pen¨²ltima Colombia.
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