La peste de mi pa¨ªs
Es mejor decirlo desde el principio: Vargas Llosa es el escritor fetiche para la estirpe de escritor a que pertenece Juan Gabriel V¨¢squez, nacido en Bogot¨¢ en 1973, pero instalado en Espa?a desde hace varios a?os. En 2004 hab¨ªa publicado ya, con 30 a?os, una peque?a obra maestra, Los informantes, a la que siguieron otras inmersiones en la historia de Colombia y de Am¨¦rica, la atracci¨®n por Conrad -sobre ¨¦l escribi¨® una el¨ªptica e intensa biograf¨ªa, El hombre de ninguna parte- o por otros escritores entrevistos en espl¨¦ndidos ensayos en El arte de la distorsi¨®n. La literatura es conflicto y funciona como probeta comprometida con el presente, por donde pasa el pasado y por donde emerge su naturaleza vol¨¢til y venenosa.
El ruido de las cosas al caer
Juan Gabriel V¨¢squez
XIV Premio Alfaguara de Novela 2011
Alfaguara. Madrid, 2011
272 p¨¢ginas. 18 euros
A la combusti¨®n entre literatura y compromiso regresa esta nueva novela, titulada El ruido de las cosas al caer, aunque hubiese podido titularse con otras tantas frases tomadas del texto: Salvarse de Bogot¨¢, Recuerdos de mentira, La peste de mi pa¨ªs o Los pilotos muertos, es decir, los pilotos muertos que gu¨ªan la vida de personas desde la muerte hacia el vac¨ªo o el dolor. Todas ellas aluden en el fondo a lo mismo: la vigencia de la muerte y el peso destructivo del narco en la sociedad colombiana actual, sobre todo para aquellos que nacieron en los setenta y pautaron su biograf¨ªa con los primeros asesinatos, las primeras cat¨¢strofes pero tambi¨¦n los espacios de fantas¨ªa infantil y prohibida como la Hacienda N¨¢poles de Pablo Escobar y su fabuloso zool¨®gico comido hoy de puro abandono.
Pero el presente s¨®lo se lee o adivina en los renglones del pasado. La novela se construye como la averiguaci¨®n sobre ese pasado de silencios y biograf¨ªas inventadas por parte de un profesor de Derecho accidentalmente herido cuando disparan sobre una suerte de pionero del narcotraficante, Ricardo Laverde. Su historia es la de tantos presumibles narcotraficantes, enrolado primero en la aventura de hacer un dinero f¨¢cil con la marihuana, despu¨¦s con la coca¨ªna, mientras Estados Unidos en los primeros setenta inicia su guerra contra las drogas y al mismo tiempo se suceden las interacciones imprevistas entre la fraternidad hippy y el inicio del narcotr¨¢fico a gran escala. Tiene por tanto vocaci¨®n de novela generacional y anal¨ªtica de los nervios secretos del presente: "Siempre he cre¨ªdo que as¨ª, comprobando que no estamos solos, neutralizamos las consecuencias de haber crecido durante esa d¨¦cada, o paliamos la sensaci¨®n de vulnerabilidad que siempre nos ha acompa?ado".
La novela sin embargo es literaria y no sociolog¨ªa o historia recreativa. Inspecciona el pasado en la memoria vivida de unos pocos personajes y es eso lo que la hace pivotar brillantemente sobre interrogantes con respuestas complejas: el dominio de la mentira y la verg¨¹enza sobre vidas tocadas por ese origen t¨®xico, las desapariciones fabuladas para callar la c¨¢rcel, la muerte como destino caprichoso y violento de ciudadanos o la impotencia como met¨¢fora difusa en el narrador de una herida social por curar. Frente a la complejidad estructural y la densidad reflexiva de Los informantes, la transparencia del relato en este caso prestar¨¢ al lector las armas para la caza sutil de analog¨ªas y paralelismos sin subrayar, para que el lector apure por su cuenta el significado de haber so?ado de chico con ser el aviador que perpetuar¨ªa el legado heroico del abuelo y al mismo tiempo encarnar una devaluaci¨®n casi inocente, o sin culpa, de ese legado convertido en herencia de dolor. Sin querer, ese pasado y el azar manchan invisiblemente a la voz protagonista, impotente tambi¨¦n para cumplir lo que se ha prometido: dejar a su mujer y a su hija "a salvo de la peste de mi pa¨ªs, de su atribulada historia reciente: a salvo de todo aquello que me hab¨ªa dado caza a m¨ª como a tantos de mi generaci¨®n".
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