Lo raro
El dramaturgo y celebrado expresidente checo Vaclav Havel narra en sus memorias Sea breve, por favor (Galaxia Gutenberg, 2008) que despu¨¦s de la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn, cuando ya nadie sab¨ªa qu¨¦ hacer con el Pacto de Varsovia y casi todos quer¨ªan disolverlo, los h¨²ngaros, sin embargo, pretend¨ªan mantenerlo: para darse el gustazo de poder salir de ¨¦l. Es una peque?a an¨¦cdota que hace sentir humana, a pie de calle, la historia europea, al rev¨¦s del rollo macabeo de los pol¨ªticos profesionales que hace huir al m¨¢s pintado. Como de la campa?a electoral, apta s¨®lo para candidatos s¨¢dicos y electores masoquistas, dispuestos a tragarse la rueda de molino de la austeridad y el cuento de la buena pipa. La ¨²nica gracieta que nos hemos podido echar a la boca es la boutade del flamante Delegado del Gobierno, Miguel Cortizo: "No voy a rebajarme a la altura intelectual de Feij¨®o. Ya soy mayor. Y tengo lumbago". Es una maldad de gran estilo, s¨ª se?or.
Si la derecha vuelve empecinada, como suele, urgir¨¢ que PSdeG y BNG se entiendan de verdad
En fin, el agua baja turbia. La gente tiene el miedo en el cuerpo. Los ingenuos sue?an con que la crisis sea un par¨¦ntesis. El PP da a entender que la culpa es de Zapatero, y que una vez que la derecha acceda al poder todo volver¨¢ a su cauce. Es, por supuesto, una ilusi¨®n. La pura verdad es que se acab¨® el milagro espa?ol. Vendr¨¢n m¨¢s a?os y nos har¨¢n m¨¢s ciegos, sin duda. Pero, adem¨¢s, nos encontrar¨¢n m¨¢s pobres. Hasta un 20% m¨¢s pobres, sugieren algunos. La devaluaci¨®n de los salarios va a ser fenomenal. La distancia entre ricos y pobres ir¨¢ en aumento. Las clases medias se empobrecer¨¢n (ya lo est¨¢n haciendo). Sobre esa amarga melod¨ªa de fondo transcurre la campa?a electoral. Todos sospechamos que, cuando acabe, se anunciar¨¢n nuevas medidas de purga. Estamos sobre aviso.
En realidad, todo parece indicar que nos encontramos a las puertas del Gran Vuelco. De confirmarse, estaremos no solo ante la victoria del Partido Popular, sino ante una reconfiguraci¨®n del panorama espa?ol. El giro inducido por Alemania hace un a?o -gente que quiere cobrar sus deudas, incluso al precio de poner al euro al borde del abismo- y la tonta gesti¨®n de la crisis por parte del Gobierno han sido la puntilla de un proceso que viene de lejos y que va a colocar al PSOE en una posici¨®n muy dif¨ªcil. Sin poder y sin discurso cre¨ªble. El partido que se identificaba en la conciencia p¨²blica con el desarrollo del Estado de Bienestar corre el riesgo de quedar arrinconado por muchos a?os. Es el epifen¨®meno de una etapa que ya se ha acabado. Esa legi¨®n de gente que lleg¨® desde los aleda?os de la modestia, o crey¨® que hab¨ªa llegado -tal vez no supo leer los signos en medio de la confusi¨®n- es ahora parte de la base social de la derecha.
Por su parte, el BNG, antes o despu¨¦s, tendr¨¢ que enfrentarse a sus contradicciones. No podr¨¢ pretender toda la vida ser el partido que encarna a la naci¨®n y a la izquierda de verdad y, al tiempo, crear un c¨ªrculo de fuego en torno a s¨ª que lo a¨ªsla y hace irrelevante. Tendr¨ªa que leer mejor la historia del Partido Galeguista en la Rep¨²blica, la actitud integradora y pragm¨¢tica del grupo de A Coru?a, que era el de los pr¨¢cticos de la pol¨ªtica, por oposici¨®n a los ide¨®logos de Ourense. Si no lo hace, acabar¨¢ por confirmarse como lo que ya es en gran medida, una especie de anexo al PSdeG los d¨ªas de semana con pretensiones ret¨®ricas los domingos.
Pese a todo ello, lo raro es que, en pleno batacazo, Galicia puede resistir el empuje de la hegemon¨ªa conservadora. Tan raro que veremos si se confirma. Yo no dar¨ªa ni un duro. Galicia oponi¨¦ndose a las portadas de los peri¨®dicos de Madrid y a casi todos los de aqu¨ª, en un momento como este, tendr¨ªa mucho m¨¦rito. Incluso si lo hace, esa realidad antic¨ªclica puede ser solo un espejismo. Cabe que, un instante m¨¢s tarde, la victoria de Rajoy fortalezca a la derecha local y que el nuevo tipo humano del PP -la moda de Madrid, ese desparpajo m¨¢s bien ordinario y vulgar- acabe por imponerse. Si la derecha vuelve empecinada, como suele, urgir¨¢ que PSdeG y BNG se entiendan de verdad, sin las bobadas que tanto da?o han hecho a la izquierda social y al nacionalismo de a pie. De otro modo, el sectarismo les llevar¨¢ al suicidio. A una etapa prolongada de hegemon¨ªa conservadora. Deber¨ªa entrarles en la mollera que la desafecci¨®n no es ninguna broma y que demasiada gente est¨¢ ya harta.
Todo es incierto. Despu¨¦s del 22-M, los recortes seguir¨¢n produci¨¦ndose. No sabemos cu¨¢ntas cosas se llevar¨¢n por delante, pero lo que s¨ª sabemos es que est¨¢ emergiendo una Galicia distinta. Tal vez peor. Por su tama?o, poblaci¨®n y recursos, Galicia podr¨ªa ser un peque?o pa¨ªs atl¨¢ntico, con un nivel de vida razonablemente satisfactorio y unos veranos agradables. Una versi¨®n menor de Holanda, digamos. Pero, para decirlo con met¨¢fora municipal, la mezquindad de nuestras elites -gentes m¨¢s bien irrisorias y grotescas- puede acabar por convertirnos en nada m¨¢s que un feo conjunto de barrios desestructurados al albur del azar.
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