S¨¢bato y el subsuelo de Buenos Aires
Aquel d¨ªa de febrero de 1990, cuando me dirig¨ªa por primera vez al encuentro de Ernesto S¨¢bato en su casa de Severino Langeri, Santos Lugares, provincia de Buenos Aires, aquel encuentro inminente y ya acordado era para m¨ª motivo de cierto orgullo, pero m¨¢s a¨²n de curiosidad.
El motivo oficial de la entrevista era su condici¨®n de ex presidente de la Comisi¨®n Nacional sobre Desaparici¨®n de Personas (CONADEP), dado que yo me hallaba entonces en Argentina investigando para mi futuro libro sobre la dictadura militar de las juntas. Pero ocultamente hab¨ªa otra motivaci¨®n que superaba en intensidad a la anterior: mi inter¨¦s por conocer al creador de personajes como Mar¨ªa Iribarne y Alejandra Vidal. Al hombre que imagin¨® un terror¨ªfico submundo en el subsuelo de Buenos Aires, cuyos siniestros ¨¢mbitos en los que se ubicaba su alucinante Informe sobre ciegos resultaron una genial premonici¨®n de aquellos otros ¨¢mbitos reales que, en aquel mismo subsuelo, servir¨ªan a?os despu¨¦s de t¨¦trico alojamiento a los antros clandestinos de detenci¨®n y tortura utilizados por los asesinos de las juntas para secuestrar, torturar, asesinar y hacer desaparecer a miles de ciudadanos, argentinos y de otros pa¨ªses.
M¨®nica Mignone acab¨® arrojada al mar en uno de los 'vuelos de la muerte'
Nuestra muy larga conversaci¨®n (dos cintas grabadas por ambas caras) se centr¨® principalmente, como no pod¨ªa ser de otra forma, en aquellos puntos que le impactaron con especial dramatismo en su trabajo al frente de aquella Comisi¨®n. De sus 17 miembros, tres eran importantes autoridades religiosas: un obispo cat¨®lico, un pastor protestante y un rabino jud¨ªo. Ellos y otros miembros -juristas, parlamentarios, acad¨¦micos-, al acabar su tarea investigadora confesaron, seg¨²n me inform¨® Ernesto, que, crey¨¦ndose conocedores del ser humano, hab¨ªan quedado tr¨¢gicamente sorprendidos al descubrir que el hombre es capaz de hundirse en abismos morales mucho m¨¢s viles de lo que hubieran podido imaginar.
Le expliqu¨¦ el tipo de an¨¢lisis de aquella dictadura que yo pretend¨ªa desarrollar en mi obra, a la luz de la sociolog¨ªa militar y de la moderna moral militar occidental, que rechaza la obediencia debida a las ¨®rdenes criminales. Prop¨®sito que ¨¦l apoy¨® con entusiasmo (cuatro a?os despu¨¦s fue el mismo Ernesto, a solicitud de Alianza Editorial, el que escribi¨® el pr¨®logo a mi libro resultante).
Los antros del subsuelo de Buenos Aires se tragaron, seg¨²n me record¨® Ernesto, a personas como Pablito (17 a?os, hijo de la jurista Graciela Fern¨¢ndez Meijide, destacada integrante de la propia CONADEP), y como M¨®nica (24 a?os, hija de Emilio Mignone, gran amigo de Ernesto e importante personalidad cat¨®lica de la Universidad de Buenos Aires, fundador del CELS, Centro de Estudios Legales y Sociales). M¨®nica, como tantos otros y otras, fue secuestrada por sus tareas de asistencia en las villas-miserias, barrios miserables del entorno de la capital. Me cont¨® Ernesto lo que le ocurri¨® a Emilio cuando buscaba desesperadamente a su hija. Su alto puesto oficial, su adscripci¨®n a importantes organizaciones cat¨®licas y sus vinculaciones con la clase alta bonaerense le permit¨ªan al profesor Mignone el acceso a las m¨¢s altas autoridades, ministros, generales, cardenales y altos miembros de la c¨²pula militar. Y tambi¨¦n a otros sujetos de no tan alto nivel, como el coronel Roberto Roualdes, entonces jefe de un regimiento situado en el centro de Buenos Aires. Al ser ¨¦ste visitado por el profesor, que le pregunt¨® si ten¨ªan all¨ª a su hija, el coronel, golpeando en¨¦rgicamente el suelo de su despacho con su bota, le respondi¨® nada menos que lo siguiente: "Aqu¨ª debajo tengo encerrados a numerosos subversivos, algunos de ellos incluso hijos de compa?eros m¨ªos. Ninguno de ellos volver¨¢ a ver la luz. Y usted me viene aqu¨ª preguntando por su hija. ?L¨¢rguese ya!". Finalmente, seg¨²n averiguaciones muy posteriores, M¨®nica Mignone acab¨® arrojada al mar en uno de los llamados "vuelos de la muerte".
Era claramente visible que todav¨ªa, al cabo de tantos a?os, el hablar de estos episodios que ¨¦l mismo me recordaba, segu¨ªa produci¨¦ndole a Ernesto un profundo dolor.
Terminada ya nuestra larga conversaci¨®n sobre la crueldad real, me permit¨ª una breve irrupci¨®n en el ¨¢mbito de la ficci¨®n. En los ¨²ltimos momentos sucumb¨ª a la tentaci¨®n. No pude evitarlo. Tal vez hice mal, pero nunca me arrepent¨ª de mi desfachatez. Arm¨¢ndome de valor, abandon¨¦ por un momento la l¨ªnea cuidadosamente mantenida hasta entonces, y en vez de dirigirme al que fue presidente de la CONADEP me dirig¨ª al creador, al artista, al Premio Cervantes 1984, al fabricante de entes literarios inolvidables. Est¨¢bamos ya despidi¨¦ndonos en el jard¨ªn cuando le dirig¨ª la pregunta que tal vez nunca debe dirigirse a un escritor. Le confes¨¦ que mi curiosidad era irresistible en este punto, y le pregunt¨¦ si Alejandra, la protagonista de Sobre h¨¦roes y tumbas, era fruto de su invenci¨®n absoluta o si era un personaje derivado, en mayor o menor grado, de alguna mujer real que ¨¦l hubiera conocido muchos a?os atr¨¢s, quiz¨¢ en su primera juventud.
Me mir¨® con gesto indulgente y, tras unos momentos de silencio, dijo: "Invenci¨®n absoluta. Si un escritor no es capaz de parir un ser absolutamente vivo m¨¢s vale que se dedique a otra cosa".
Prudencio Garc¨ªa es profesor del Instituto Universitario Guti¨¦rrez Mellado de la UNED y autor de El drama de la autonom¨ªa militar: Argentina bajo las Juntas Militares (Alianza)
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