El peso de la deuda
El volumen de deuda p¨²blica en el mundo desarrollado se ha duplicado casi en los ¨²ltimos a?os y se ha convertido en la pesadilla de muchos Gobiernos occidentales. Los mercados emergentes, tras varios a?os de ajuste, tienen una situaci¨®n fiscal mucho m¨¢s desahogada. Es ir¨®nico que hace tan solo una d¨¦cada la profesi¨®n econ¨®mica dedic¨® un par de a?os a debatir c¨®mo funcionar¨ªa un sistema financiero donde no hubiera deuda p¨²blica. Recuerden que a finales de los a?os noventa, tras dos d¨¦cadas de mejora ininterrumpida de la situaci¨®n fiscal, hab¨ªa previsiones de super¨¢vits fiscales que alertaban de la desaparici¨®n total de la deuda p¨²blica en pa¨ªses como EE UU.
Ese fue un argumento convincente para la primera rebaja de impuestos de George W. Bush. La obtenci¨®n de un super¨¢vit primario (super¨¢vit sin contar el pago de intereses de la deuda) es precisamente la base de los planes actuales de ajuste fiscal de los pa¨ªses con problemas, incluyendo Espa?a, ya que un super¨¢vit primario es condici¨®n necesaria para estabilizar y luego reducir la deuda p¨²blica como porcentaje del PIB -super¨¢vit que debe ser mayor cuanto m¨¢s elevado sea el volumen de deuda inicial.
La pr¨®xima recesi¨®n puede ser muy, muy dura, ya que no hay recursos fiscales para amortiguarla
A pesar de lo que parece ser la opini¨®n generalizada, los rescates derivados de la crisis financiera no han sido la principal causa del r¨¢pido aumento de la deuda p¨²blica en el mundo desarrollado. Con la excepci¨®n de Irlanda, los rescates bancarios no han contribuido m¨¢s de 10-15 puntos del PIB a la deuda p¨²blica. De hecho, la gran mayor¨ªa de estos rescates acabar¨¢n generando beneficios para el erario p¨²blico, lo cual es l¨®gico, ya que dichos rescates implican la inyecci¨®n de liquidez y capital en un momento en el cual los precios est¨¢n excesivamente deprimidos debido a la avalancha (irracional) de vendedores y la ausencia de compradores. Si la gesti¨®n posterior de la crisis es correcta y el crecimiento y la confianza se recuperan, estas inyecciones de capital, una vez liquidadas, t¨ªpicamente generan beneficios para los Gobiernos. Es el caso de Suecia en los a?os noventa. Por ahora, es el caso de los rescates bancarios en EE UU de los ¨²ltimos tres a?os (?recuerdan los comentarios que suger¨ªan que la factura del rescate alcanzar¨ªa el bill¨®n de d¨®lares? La realidad es que ha generado ya un peque?o beneficio).
La dif¨ªcil situaci¨®n de las cuentas p¨²blicas en el mundo desarrollado se debe a otros factores -entre ellos, una clara relajaci¨®n de la disciplina fiscal durante la primera d¨¦cada del siglo. Despu¨¦s de la consolidaci¨®n fiscal de los a?os noventa, los Gobiernos occidentales se relajaron excesivamente tras la recesi¨®n de 2000. Los grandes recortes de impuestos de la Administraci¨®n de Bush en EE UU, el giro expansionista de la pol¨ªtica fiscal de la Administraci¨®n de Blair o el incumplimiento de los objetivos del Pacto de Estabilidad y Crecimiento en la zona euro -que suger¨ªa que los pa¨ªses europeos equilibraran el presupuesto, o incluso alcanzaran un peque?o super¨¢vit, para as¨ª tener margen de maniobra suficiente para afrontar una recesi¨®n de gran tama?o- son ejemplos que documentan la falta de disciplina y previsi¨®n de los Gobiernos durante el periodo anterior de bonanza. S¨ª, muchos banqueros no fueron suficientemente cautos y aumentaron el apalancamiento de manera excesiva, pero muchos Gobiernos hicieron exactamente lo mismo. Ambos operaron bajo las mismas hip¨®tesis: que la expansi¨®n durar¨ªa un largo periodo y que las recesiones ser¨ªan suaves, por lo que no hac¨ªa falta generar amplios ahorros. Ambos se equivocaron, y ahora se est¨¢n sufriendo las consecuencias.
Un ejemplo claro de este error de c¨¢lculo com¨²n a los Gobiernos y a los mercados financieros fue el impacto del mercado inmobiliario en la solvencia de ambos. Los mercados cometieron un error de c¨¢lculo al asumir que la inflaci¨®n inmobiliaria continuar¨ªa en el futuro -y, por tanto, se dise?aron activos como las hipotecas de alto riesgo y sus derivados que solo ten¨ªan sentido si los precios de la vivienda segu¨ªan aumentando pr¨¢cticamente ad infinitum-. De la misma manera, muchos Gobiernos cometieron un error de c¨¢lculo al asumir que los ingresos fiscales que se derivaban del sector inmobiliario seguir¨ªan aumentando siempre a la misma velocidad -y, por tanto, se consideraba que dichos ingresos eran permanentes, no c¨ªclicos-. Esta hip¨®tesis generaba una situaci¨®n fiscal en muchos pa¨ªses mucho m¨¢s saneada de lo que en realidad era, de la misma manera que la cuenta de resultados de muchos bancos parec¨ªa mucho m¨¢s saneada de lo que en realidad era.
La otra raz¨®n por la cual la situaci¨®n fiscal del mundo desarrollado es tan precaria es el envejecimiento de la poblaci¨®n, que generar¨¢ un r¨¢pido aumento de los gastos fiscales en salud y en pensiones. Esto se ha sabido durante varias d¨¦cadas, pero en general los Gobiernos no han tenido el coraje de tomar las medidas necesarias para resolverlo, ya que afectan a una fuente fundamental de apoyo pol¨ªtico: la tercera edad. Una mayor esperanza de vida, combinada con avances tecnol¨®gicos en el sector de la medicina, que permiten una mayor atenci¨®n m¨¦dica durante la vejez, han aumentado de manera exponencial el gasto m¨¦dico. M¨¢s de dos terceras partes del gasto p¨²blico en salud van dedicadas a los pacientes de edad m¨¢s avanzada. De manera similar, la mayor esperanza de vida implica que los sistemas de pensiones basados en las transferencias intergeneracionales -donde las pensiones actuales se pagan con los ingresos derivados de las contribuciones de los trabajadores actuales- son actuarialmente deficitarios en la mayor parte del mundo desarrollado. Las reformas de las pensiones son absolutamente necesarias, ya que las promesas anteriores no se van a poder cumplir de manera integral o requerir¨¢n una carga impositiva enorme sobre las generaciones actuales. Por ello es dif¨ªcil de entender la participaci¨®n de los j¨®venes en las manifestaciones en contra de la reforma de las pensiones. Estos j¨®venes se est¨¢n manifestando en contra de reformas que mejorar¨¢n su propio futuro, y alguien se est¨¢ aprovechando de su ignorancia.
El peso de la deuda puede llegar a ser insostenible, como hemos visto en los ¨²ltimos dos a?os, y por tanto es absolutamente necesario aumentar la productividad y la competitividad de las econom¨ªas desarrolladas. Si el crecimiento potencial no aumenta, la reducci¨®n de la deuda p¨²blica ser¨¢ muy lenta, y la pr¨®xima recesi¨®n puede ser muy, muy dura, ya que los Gobiernos no tendr¨¢n recursos fiscales para amortiguarla. Los empresarios y las familias, que est¨¢n sufriendo la deuda en su propia situaci¨®n financiera, lo entienden. ?Lo entender¨¢n tambi¨¦n los sindicatos y los pol¨ªticos?
?ngel Ubide es investigador visitante del Peterson Institute for International Economics en Washington.
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