La selva
No es lo peor del terrorismo el que cause v¨ªctimas inocentes de forma indiscriminada como sucede con cualquier cataclismo de la naturaleza, sino el elemento irracional que introduce en nuestra sociedad hasta el punto de socavar los principios morales en los que se sustenta y devolver en un solo d¨ªa al estado salvaje a gente dem¨®crata, culta y honorable. La civilizaci¨®n occidental ha tardado siglos en conquistar arduamente algunas cimas refinadas del esp¨ªritu. Desde el final de la Edad Media las universidades de la Sorbona, Cambridge, Oxford, Harvard, Yale, Columbia, Princeton, Tubinga y Bolonia han ido acopiando un gran caudal de sabidur¨ªa, orgullo de nuestra idiosincrasia cient¨ªfica y espiritual. El terrorismo pone en evidencia que este acervo cultural no es sino una capa apenas perceptible, sumamente d¨¦bil, que se ha posado sobre el l¨¦gamo de nuestros instintos primarios y que a la hora de la verdad apenas sirve de nada. La labor milenaria, met¨®dica y tenaz que dio paso al pensamiento libre frente a las hogueras de la Inquisici¨®n, la lucha ag¨®nica por conquistar los derechos humanos, la libertad, la democracia y el Estado de derecho salta tambi¨¦n por los aires con la dinamita de un atentado y nos devuelve a la ley del tali¨®n del C¨®digo de Hammurabi. Otra consecuencia siniestra del terrorismo es su efecto contaminante, como sucede ahora en el Pa¨ªs Vasco. Seg¨²n una sentencia del Tribunal Supremo hay individuos que no podr¨ªan ser elegidos concejales de un pueblo por la simple sospecha de estar contaminados por su supuesta connivencia con una organizaci¨®n terrorista, pero estos mismos individuos no hallar¨ªan ning¨²n obst¨¢culo jur¨ªdico ni pol¨ªtico si quisieran hacer oposiciones a jueces, notarios o diplom¨¢ticos, que son cargos de la estructura del Estado. Sale un etarra de la c¨¢rcel, despu¨¦s de 25 a?os de condena, se abraza a una pancarta de Bildu, coalici¨®n legalizada que rechaza formalmente la violencia, y en lugar de interpretar este hecho como un signo del final de ETA, el esc¨¢ndalo lo pone todo patas arriba. Los fan¨¢ticos llegados con el cerebro partido desde el fondo de su miseria, que tumbaron las Torres Gemelas, con el mismo cataclismo derrumbaron tambi¨¦n Harvard, Oxford y la Sorbona y obligaron a gente muy refinada a aplaudir la ley de la selva.
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