Protesta a pleno sol
El efecto de estas pac¨ªficas bombas de racimo, aparentemente inofensivas, est¨¢ acentuando una ira ciudadana cuya magnitud es dif¨ªcil de calibrar
En 1974, la primera vez que visit¨¦ Estados Unidos, fuimos sorprendidos por una manifestaci¨®n sindical que paseaba por la Sexta Avenida custodiada por coches de la guardia municipal y polic¨ªa montada. Gritaban algunas consignas subversivas pero nadie se incomodaba ni, en realidad, salvo a unos cuantos automovilistas, incomodaban a nadie. A esto lo llamaban "democracia real" y nosotros, el grupo de espa?oles izquierdistas que hac¨ªamos la visita a Norteam¨¦rica, pensamos tristemente que tanto reclamar libertades y acaso solo llegar¨ªamos a este insulso pasacalles de ciudad.
Las concentraciones de los antisistema en la Puerta del Sol de Madrid ten¨ªan ese mismo perfil de tedio. No hab¨ªa oposici¨®n, no hab¨ªa represi¨®n alguna y los muchos furgones de la polic¨ªa que se alineaban cerca no presentaban el menor aspecto de amenazar. Tan carente de enemigo se hallaba la protesta que cuando apareci¨® un helic¨®ptero de vigilancia ("Ito, ito, ito, que salga el pajarito", coreaban algunos) un se?or le dijo a su esposa se?alando al cielo: "Eso es provocar". La provocaci¨®n se refer¨ªa a que hab¨ªan encendido un faro en el morro del aparato.
Las elecciones est¨¢n tan cerca que pueden dejar en ayunas a los candidatos
Pero esta es la parte m¨¢s superficial de la escena en Sol. Una escena extra?a para quienes vivimos las protestas contra el franquismo. No se entonaban all¨ª tres o cuatro consignas rebeldes sino decenas. Desde "lo llaman democracia y no lo es" a "mi dinero no es para el banquero". Pero tambi¨¦n algunas m¨¢s picantes como "queremos un pisito como el del principito", "luego dir¨¦is que somos cinco o seis" o "si esto no se arregla, huelga, huelga, huelga; si esto no se apa?a, ca?a, ca?a, ca?a". C¨¢nticos novedosos junto a voces cl¨¢sicas como "el pueblo unido no ser¨¢ vencido". Aunque tambi¨¦n, en este caso, con variantes modernizadas como "el pueblo unido funciona sin partidos" y "no somos antisistema, el sistema es antinosotros".
Aunque todo ello, como digo, compon¨ªa la parte m¨¢s superficial del cuadro. Desde el final de la tarde al comienzo de la noche una cierta monoton¨ªa sonora acompa?ada de muchos porros y fotos de m¨®vil, al estilo tur¨ªstico, daba un aire banal a la manifestaci¨®n. M¨¢s tarde, sin embargo, para eso de las tres y media o las cuatro de la madrugada, algunos de los convocantes esperaban que, como ya ocurri¨® el domingo tras la manifestaci¨®n entre Cibeles y el Paseo del Prado, pudieran producirse porrazos de la polic¨ªa para despejar con toda violencia la acampada.
?Resultado final? "O¨¦, o¨¦, o¨¦, ma?ana volveremos otra vez". Y otra y otra vez. En Madrid, en Albacete, en Valencia y en cincuenta o sesenta ciudades m¨¢s. El efecto de estas pac¨ªficas bombas de racimo, aparentemente inofensivas, est¨¢ acentuando una ira ciudadana cuya magnitud es dif¨ªcil de calibrar. Las elecciones se hallan tan cerca que gritos como "que no, que no, que no nos representan" o "menos chorizo y m¨¢s pan" pueden quiz¨¢s dejar en ayunas a los principales candidatos y, con ello, demacrar al sistema pol¨ªtico en general. En general, porque incluso hab¨ªa carteles en ingl¨¦s ("fuck the sistem") en se?al de que la cosa no termina ni en los confines de Espa?a ni tampoco en el sur del mundo sino que sube como una misma y espesa marea que nadie sabe todav¨ªa hasta d¨®nde puede llegar.
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