Afganist¨¢n sin Bin Laden
Parece que la vaca se qued¨® tan enredada en las alambradas que los soldados no tuvieron m¨¢s remedio que sacrificarla y despedazarla para poder retirarla. Vemos a los ancianos del pueblo, unos hombres de largas barbas y extrema delgadez, acercarse al puesto a pedir explicaciones. Tras discutir un rato sobre lo ocurrido, piden una compensaci¨®n de 400 d¨®lares (280 euros). El sargento se niega, dice que les puede dar algo de comida, pero no dinero. Todo ello ocurre en el puesto avanzado Restrepo, situado en el valle de Korengal, provincia de Kunar, Afganist¨¢n, en una zona remota y aislada, de una pobreza extrema, sin agua corriente ni electricidad, donde no parece que nada haya cambiado mucho en los ¨²ltimos 200 a?os. En el pueblo solo hay ancianos, mujeres, ni?os y algunos adolescentes: es casi seguro que los varones adultos est¨¢n del lado talib¨¢n, y no muy lejos. A un kil¨®metro del pueblo, sobre un risco, el segundo pelot¨®n de la Compa?¨ªa C del 503 Regimiento de Infanter¨ªa del Ej¨¦rcito estadounidense ocupa un peque?o fort¨ªn construido a base de planchas de acero y sacos terreros donde no caben m¨¢s de 15 soldados. Los soldados estadounidenses est¨¢n en desventaja, pues la poblaci¨®n local desconf¨ªa de ellos y, adem¨¢s, son hostigados todos los d¨ªas por el fuego de un enemigo al que nunca alcanzan a ver. Su primera incursi¨®n en el pueblo vecino termina con cinco ni?os heridos y algunas viviendas de adobe destruidas. El capit¨¢n se disculpa por medio de un int¨¦rprete, pero en esta y en cada ocasi¨®n que tiene de hablar con los lugare?os insiste machaconamente: estamos aqu¨ª para ayudaros, vamos a traer una carretera y empleos para que pod¨¢is prosperar, pero a cambio nos ten¨¦is que ayudar con los talibanes. No sabemos lo que piensan los lugare?os, pero podemos imaginarlo: "?Una carretera?, ?para que vengan m¨¢s como vosotros?".
Obama est¨¢ aprisionado entre una guerra que no va a ganar y una retirada que le sabr¨¢ a derrota
Las im¨¢genes provienen del documental Restrepo, del escritor Sebastian J¨¹nger y del fot¨®grafo y realizador recientemente fallecido en Libia Tim Hetherington. En ¨¦l no hay valoraciones, tampoco un an¨¢lisis pol¨ªtico del conflicto ni una descripci¨®n del contexto hist¨®rico: solo hay una c¨¢mara al hombro que durante 90 minutos se hace pasar por nuestros ojos. Nadie que vea este documental quedar¨¢ indiferente. Desde el punto de vista moral, es un documento excepcional sobre la inutilidad y sinraz¨®n ¨²ltima de esta actividad humana. Desde el punto de vista pol¨ªtico es un documento sumamente inquietante, incluso abiertamente desestabilizador, sobre la guerra de Afganist¨¢n, un pa¨ªs donde Estados Unidos tiene desplegados unos 100.000 soldados con un coste de 10.000 millones de d¨®lares al mes (o lo que es lo mismo, en c¨¢lculos afganos, de 25 millones de vacas).
Sin ser su objetivo en modo alguno, pues al mismo tiempo constituye una celebraci¨®n de la camarader¨ªa y de los v¨ªnculos que la guerra forja entre los soldados, el documental pone completamente en cuesti¨®n la viabilidad de la estrategia estadounidense en Afganist¨¢n. Dicha estrategia consiste en ganarse "los corazones y mentes" de los afganos mediante una pol¨ªtica que busca, primero, "limpiar" militarmente de talibanes las zonas rurales donde est¨¢n m¨¢s asentados; "asegurarlas" despu¨¦s, desplegando en ellas instituciones de Gobierno y seguridad (alcald¨ªas y polic¨ªa), para as¨ª poder, por ¨²ltimo, desarrollarlas econ¨®micamente.
Al menos en Korengal, la estrategia fracas¨® por completo: despu¨¦s de tanto sacrificio humano y econ¨®mico, Estados Unidos retir¨® sus tropas as¨ª que la carretera nunca se construy¨®, la electricidad sigue sin llegar y los talibanes siguen controlando la zona. En el choque de Korengal entre el Ej¨¦rcito tecnol¨®gicamente m¨¢s avanzado del mundo y unos talibanes cuyos esquemas mentales parecen encontrarse congelados en el tiempo, los soldados estadounidenses ganaron todos los combates, pero salieron destrozados psicol¨®gicamente. Su justificaci¨®n para luchar no parece otra que la obediencia a las ¨®rdenes recibidas y la amistad con el compa?ero de al lado, un bagaje demasiado escaso para una guerra tan lejana.
El conflicto de Afganist¨¢n va camino de entrar en su d¨¦cimo a?o y se parece demasiado a Vietnam. Con la muerte de Bin Laden, el foco del conflicto se ha desplazado a Pakist¨¢n, donde la CIA lleva a cabo otra guerra. Atr¨¢s, en Afganist¨¢n, las intenciones de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN se estrellan contra las barreras culturales, la escasez de medios, la incapacidad del Gobierno afgano y las consecuencias no intencionadas de la guerra. Como todos los que est¨¢n en Afganist¨¢n, Obama est¨¢ aprisionado entre una guerra que no va a ganar y una retirada que le sabr¨¢ a derrota. Y en medio, negociar con los talibanes, un c¨¢liz tan amargo al que nadie se quiere acercar. jitorreblanca@ecfr.eu
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.