?Conflicto en Sol?
La prohibici¨®n de la Junta Electoral coloca al Gobierno en el dilema de disolver las protestas
La Junta Electoral Central decidi¨® anoche prohibir las concentraciones durante el fin de semana electoral. El reciente desalojo policial de la plaza madrile?a fue un error contraproducente. Lo mismo que la prohibici¨®n decidida por la Junta Electoral de Madrid, puesto que carec¨ªa de sentido que este ¨®rgano negase el derecho de manifestaci¨®n, reconocido constitucionalmente, apoy¨¢ndose en una simple disposici¨®n administrativa. Pero la decisi¨®n de la Junta Electoral Central ser¨¢ la que acarree mayores consecuencias, puesto que coloca al Gobierno ante una compleja tesitura. Su inexcusable obligaci¨®n es disolver a los eventuales manifestantes en cumplimiento de la decisi¨®n adoptada por la Junta. Pero hacerlo puede tener para ¨¦l graves consecuencias electorales. Si estalla el posible conflicto que la Junta ha preferido ignorar, es seguro que perturbar¨¢ mucho m¨¢s que cualquier manifestaci¨®n el desarrollo de la jornada electoral.
No han sido los l¨ªderes pol¨ªticos quienes, con sus propuestas, han dominado la campa?a para las elecciones municipales y auton¨®micas del pr¨®ximo domingo. En su lugar, una movilizaci¨®n ciudadana iniciada el pasado d¨ªa 15 en las principales ciudades del pa¨ªs se ha convertido en el centro de atenci¨®n casi exclusivo en v¨ªsperas de que se abran las urnas. El protagonismo adquirido por los manifestantes de la madrile?a Puerta del Sol, y tambi¨¦n de otros lugares, solo se explica por la confluencia de la deteriorada situaci¨®n econ¨®mica que atraviesa Espa?a a causa de la crisis y el inexpugnable ensimismamiento del que adolece la lucha pol¨ªtica institucional, librada por los partidos en un terreno cada vez m¨¢s autorreferencial y desentendido de los graves problemas existentes.
La protesta no es generacional, sino ciudadana; otra cosa es que sean mayoritariamente j¨®venes quienes se han colocado en primera l¨ªnea, haci¨¦ndose eco de unas preocupaciones que son m¨¢s amplias y que a ellos les afecta tanto como a otros grupos sociales. La respuesta a la crisis no s¨®lo ha condenado a la precariedad y la ausencia de expectativas a quienes se incorporan por primera vez al mercado de trabajo; tambi¨¦n quienes llevaban tiempo en ¨¦l est¨¢n siendo arrojados al paro y la exclusi¨®n.
Desde los partidos, tan lastimoso resulta el intento de capitalizar electoralmente las protestas como el de achacarlas a tenebrosas conspiraciones que, en el fondo, solo demuestra la incapacidad de entender la pol¨ªtica de otra forma que no sea como navajeo y maniobras en la oscuridad. No son solo los manifestantes, muchos o pocos, los que interpelan a unos partidos que no han sabido estar a la altura del liderazgo que exige su tarea de canalizar los conflictos de intereses y de perspectivas, resolvi¨¦ndolos en el interior de las instituciones; son tambi¨¦n, y sobre todo, los ciudadanos que est¨¢n dando la espalda a la pol¨ªtica, incapaces de reconocerse en las alternativas electorales que se les ofrecen.
Si son votantes desencantados de la izquierda, esta tiene, sin duda, una grave responsabilidad. Pero no menor que la derecha cuando cifra su eventual victoria en conseguir que esos ciudadanos se queden en casa y no en obtener el apoyo a sus propuestas. En realidad, si la derecha, si el Partido Popular, no las formula es porque su mezquina opci¨®n est¨¢ clara: prefieren un abstencionista, que perjudica al sistema democr¨¢tico, antes que un votante al adversario.
Que los manifestantes de la Puerta del Sol hayan sido incapaces de expresar una posici¨®n pol¨ªtica definida no les priva de su condici¨®n de s¨ªntoma, que los partidos har¨ªan bien en interpretar; tampoco del derecho a expresar sus opiniones, por m¨¢s que se limiten a proponer como soluci¨®n lo que es solo el enunciado de los problemas.
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