El oso
Martes
Han visto un oso en el bosque, al costado de una hondonada, no lejos de aqu¨ª. Era una mancha entre los ¨¢rboles, una niebla en el aire. Se abri¨® paso y apareci¨® en un descampado, en el borde de Mountain Avenue. Alzado en dos patas, alterado por el ruido de los autom¨®viles, con un brillo asesino en los ojos, se movi¨® en c¨ªrculos y por fin se alej¨® hacia la espesura.
Me hizo acordar al oso de un circo ambulante que se instal¨® en un bald¨ªo en los fondos de mi casa, en Adrogu¨¦, cuando yo era chico. Lo observ¨¦ durante horas desde el cerco de ligustro. Atado con una cadena, tambi¨¦n se mov¨ªa en c¨ªrculos y a veces lo escuchaba aullar en la noche.
El circo cerraba la funci¨®n con un espect¨¢culo teatral. Las obras eran adaptaciones de piezas costumbristas y de radioteatros populares. Los actores le pidieron prestado unos muebles a mi madre para armar el decorado. Cuando asist¨ª a la representaci¨®n, los sillones de madera clara del jard¨ªn de casa que aparec¨ªan en el escenario me impidieron creer en lo que ve¨ªa. El oso merodeando en las cercan¨ªas del campus me produce el efecto inverso.
Mi¨¦rcoles
Estoy leyendo Letters de Saul Bellow. Escritas entre 1932 y 2005 las cartas se pueden ver como la historia de un escritor que construye -o inventa- su propia tradici¨®n.
Bellow es el primer traductor de Isaac Bashevis Singer al ingl¨¦s (el relato Gimpel, the fool, traducido por ¨¦l, se publica en Partisan Review en 1952) pero se distancia del retrato realista de las v¨ªctimas (los schimazl) y los grises hombres vencidos de la tradici¨®n jud¨ªa a la Bernard Malamud.
"En alguna parte de mi sangre jud¨ªa e inmigrante hay claras huellas de duda sobre si tengo o no derecho de ser un escritor", dice Bellow. El momento de ruptura fue Las aventuras de Augie March (1953) donde encuentra su voz y descubre que no tiene porque forzarse a escribir "siguiendo las reglas de nuestro querido establishment blanco, anglosaj¨®n y protestante como si yo fuera un ingl¨¦s o un colaborador de The New Yorker".
El h¨¦roe de sus grandes novelas es un intelectual: lo que importa no es c¨®mo la realidad construye la conciencia de los personajes, sino c¨®mo la conciencia de los personajes define -y da forma- a la realidad. Herzog es el punto m¨¢s alto en esa l¨ªnea.
Entre nosotros el que realiza esa operaci¨®n de ruptura es Roberto Arlt: escrib¨ªa en contra de la tradici¨®n central y por eso inaugura un modo nuevo de hacer literatura. Su hija, Mirta Arlt, lo ha definido con claridad: "Mi padre era amigo de G¨¹iraldes, que era un se?or paquet¨ªsimo, pero mi padre no ten¨ªa ninguna aspiraci¨®n de parecerse a la gente paquet¨ªsima a la que en el fondo despreciaba. Entre otras cosas porque a la gente paquet¨ªsima le parec¨ªa que a un hijo de inmigrantes no le correspond¨ªa ser escritor sino guardiac¨¢rcel".
Jueves
Empec¨¦ a ir al gimnasio. La categor¨ªa en el boxeo no se define por la edad sino por el peso. He sido un welter (66 kilos) pero ahora soy un peso mediano (72 kilos). Los que se entrenan aqu¨ª son chicos de catorce o quince a?os que se preparan para los Golden Gloves. Algunos sin embargo vienen a fortalecer su brazo para los lanzamientos de bola r¨¢pida del b¨¦isbol. Practican el jab y el directo contra la bolsa de arena y ejercitan el impulso del hombro y el giro del cuerpo para poder lanzar la bola a cien millas por hora sin desgarrarse. La rutina de los ejercicios sigue el ritmo de las peleas: tres minutos de entrenamiento riguroso y uno de descanso.
El instructor es un viejo cubano exiliado que dice haber sido campe¨®n pluma en unos remotos campeonatos socialistas de boxeo en Mosc¨². Mulato y muy tranquilo, es admirador de Kid Gavil¨¢n y de Ray Sugar Leonard. En el pugilato, dice, el estilo depende de la vista y de la velocidad, es decir, de lo que ¨¦l llama, "cient¨ªficamente", la visi¨®n instant¨¢nea.
Todos sospechan que vine ac¨¢ para escribir una cr¨®nica sobre los gimnasios y me cuentan sus historias. Varios dicen ser conocidos de la novelista Joyce Carol Oates que ha escrito un buen libro sobre el box y a quien, con simpat¨ªa, llaman Olivia por su parecido con la mujer de Popeye.
Viernes
Releo el Journal de Stendhal. Recuerdo la visita a la biblioteca de Grenoble con Michel Lafon. En los s¨®tanos tuve acceso al original del Diario. La encargada de los manuscritos era una figura stendhaliana, una mujer severa y atractiva, de un erotismo helado, que trajo el cuaderno sobre un almohad¨®n de terciopelo rojo. Tuve que calzarme un par de guantes de l¨¢tex blanco para poder tocar las p¨¢ginas mientras sent¨ªa la respiraci¨®n de la dama francesa a mis espaldas.
Stendhal acompa?a con dibujos y bocetos las escenas que narra en su Diario. Cuenta una cena con amigos y luego hace un croquis minucioso de la sala y de la disposici¨®n de los comensales sentados a la mesa. Ten¨ªa una imaginaci¨®n espacial, cartogr¨¢fica. Basta recordar la panor¨¢mica del pueblo de Verri¨¨res en el comienzo de Rojo y Negro.
Anota en el Diario, el 23 de agosto de 1806: "He aqu¨ª la raz¨®n por la que creo tener alg¨²n talento: observo mejor que nadie, veo m¨¢s detalles, veo con m¨¢s justeza, incluso sin necesidad de fijar la atenci¨®n...". El Diario de Stendhal, otro ejercicio de "visi¨®n instant¨¢nea".
S¨¢bado
La primera traducci¨®n al chino de Don Quijote fue obra del escritor Lin Shu y de su ayudante Chen Jialin. Como Lin Shu no conoc¨ªa ninguna lengua extranjera, su ayudante lo visitaba todas las tardes y le contaba episodios de la novela de Cervantes. Lin Shu la traduc¨ªa a partir de ese relato. Publicada en 1922, con el t¨ªtulo de La historia de un caballero loco, la obra fue recibida como un gran acontecimiento en la historia de la traducci¨®n literaria en China. Ser¨ªa interesante traducir al castellano esa versi¨®n china del Quijote. Por mi parte, me gustar¨ªa escribir un relato acerca de las conversaciones entre Lin Shu y su ayudante Chen Jialin mientras trabajan en su transcripci¨®n imaginaria del Quijote.
Domingo
El suicidio de Antonio Calvo, encargado de la ense?anza de la lengua espa?ola en Princeton University, ha producido una conmoci¨®n en la comunidad acad¨¦mica. Tres d¨ªas antes de su tr¨¢gica muerte, Calvo hab¨ªa sido cesanteado por la administraci¨®n, que no solo decidi¨® la suspensi¨®n inmediata de sus clases sin mediar explicaci¨®n alguna, sino que envi¨® a un guardia de seguridad a bloquearle el acceso a su oficina, como si se tratara de un merodeador peligroso.
Las autoridades utilizaron para tomar su decisi¨®n las observaciones y opiniones vertidas en algunas de las cartas de evaluaci¨®n pedidas por la administraci¨®n a estudiantes y a colegas de Calvo. Lo que est¨¢ en juego en este penos¨ªsimo acontecimiento no es el contenido de esas cartas -que habitualmente circulan en los procesos de evaluaci¨®n, multitudinarias y kafkianas-, sino el modo de leerlas. En los diez a?os de trabajo de Calvo en la universidad no hubo un solo hecho que justificara esa decisi¨®n: se trat¨® b¨¢sicamente de una cuesti¨®n de interpretaci¨®n de met¨¢foras, dichos y estilos culturales.
Los acad¨¦micos encargados de leer las cartas actuaron como aquel campesino del cuento cl¨¢sico que interrumpe una obra de teatro para avisarle al h¨¦roe de que se encuentra en peligro. Antonio Calvo era un joven intelectual espa?ol, formado en los debates de la transici¨®n democr¨¢tica en su pa¨ªs. Nada explica un suicidio, pero nada explica tampoco la decisi¨®n arrogante de los encargados de juzgar a colegas que pertenecen a tradiciones culturales diferentes a las que dominan en la academia norteamericana.
Los h¨¦roes de la tragedia cl¨¢sica pagaban con su vida la comprensi¨®n equivocada de la palabra oracular, en la actualidad son otros quienes leen tendenciosamente los textos que cifran los destinos personales. La significaci¨®n de las palabras -dir¨ªa alguno de los disc¨ªpulos de Wittgenstein que abundan en el campus- depende de quien tenga el poder de decidir su sentido.
Lunes
El pianista que vive enfrente, del otro lado de la calle, ensaya todas las tardes la ¨²ltima sonata de Schubert. Avanza un poco, se detiene, y vuelve a empezar. Sensaci¨®n de una ventana que tarda en abrirse. Hoy lo he visto, de pie frente a su auto, el capot levantado, en estado de quietud. De vez en cuando se inclinaba y escuchaba el sonido del motor en marcha. Volv¨ªa a erguirse y persist¨ªa, inm¨®vil, en su espera, indescifrable y tranquila.
Ricardo Piglia participar¨¢ el domingo 12 de junio (11.00) en la mesa redonda Metamorfosis de la literatura y la cr¨ªtica, organizada por Babelia en la Feria del Libro de Madrid. Piglia ha obtenido el Premio de la Cr¨ªtica por su novela Blanco nocturno.
![Ilustraci¨®n de Fernando Vicente.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/5BRID4UKWYIUE3E33HZHLZ4PCQ.jpg?auth=285cac72aea533bbe602c50b924250970987cb6e7e44f4cb698aa08f3749f5f2&width=414)
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